Javier de Navascués, Profesor titular de literatura hispanoamericana en la Universidad de Navarra
García Márquez: muchos días y muchos años después
El bombardeo de opiniones sobre García Márquez en los días posteriores a su muerte ha sido tan desmesurado como lo fueron sus novelas y cuentos. Es raro que un escritor congregue tanto interés en esta época tecnocrática y posmoderna, desde la ocurrencia de Twitter al elogio fúnebre de la prensa escrita. Quizá todo se deba a que García Márquez, más que un escritor singular, sea él solo toda una literatura. Su Cien años de soledad no sólo se convirtió en el best seller mundial de 1967, sino que hizo que los lectores europeos y norteamericanos se fijaran de pronto en Latinoamérica como un terreno de fábula. A partir de aquella novela ya nada sería igual. Desde entonces se dejó de ignorar la obra de los autores del otro lado del Atlántico y en España la gente se dio cuenta de que el feudo de la literatura no se reducía a la Península. Borges, Carpentier, Rulfo, Cortázar, Onetti, Sábato, Paz, Vallejo, Huidobro y tantos otros empezaron a leerse en serio. García Márquez nos ayudó a ser menos provincianos.
Decía CS. Lewis que los lectores de best sellers, en realidad, van a los libros a confirmar sus ideas y prejuicios sobre las cosas. No quieren que los libros les hagan pensar en una realidad compleja, no quieren imaginar mundos nuevos.
La utopía mítica de Macondo, con sus parejas de hombres y mujeres intercambiables, sus magias repentinas y su naturaleza apocalíptica, fue sin duda sorprendente en su día, pero consagró una antología de clichés sobre América Latina: ese territorio supersticioso, con mucho sexo y sudores caribeños, pasiones familiares y señoras bellas que suben al cielo volando. García Márquez, como el Lorca del Romancero gitano,elevóel tópico a la excelencia literaria, pero no pudo escapar de las lecturas estereotipadas ni de los imitadores de mucho menos nivel. Borges comentaba con malicia que Lorca era un andaluz profesional. De García Márquez se podría afirmar, sin duda, que era un latinoamericano profesional.
Al parecer, sus libros han conocido un repunte enorme de ventas en los últimos días. Me atrevo a recomendar que, antes de empezar con el revolcón sentimental de El amor en los tiempos del cólera o con el cóctel exótico de sus Cien años de soledad, quien quiera iniciarse en su obra elija la austeridad de El coronel no tiene quien le escriba o el virtuosismo de Crónica de una muerte anunciada. O, si se quiere, los cuentos de Los funerales de la mamá grande. Allí se encuentra un García Márquez igual de importante, pero más contenido y menos profesional de lo telúrico. Aveces, lo mejor y más exquisito no está en lo más evidente. Del escritor del siglo XX que más libros en castellano ha vendido en todo el mundo, se han dicho muchas cosas. Es probable que su obra ingrese en el panteón solemne de esos libros menos efímeros que llamamos clásicos. Con el permiso de los panegiristas impacientes, faltan un par de generaciones al menos para que eso suceda, Sin embargo, hasta entonces, algo quedará claro para siempre: muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento de la historia, todos recordarán a García Márquez como el escritor que descubrió América Latina para el mundo.