Javier Trigo Oubiña,, Director del Centro de Estudios Olímpicos de la Universidad de Navarra
El deporte como punto de unión
Faltaban siete minutos para el final de la prórroga. Hacía calor, aunque las sombras del atardecer habían cubierto el terreno de juego. Los jugadores lo estaban dando todo. Querían ser campeones del mundo. Fue entonces cuando Joel Stransky, con el número 10 en la espalda, agarró el balón con decisión y lo pateó con fuerza consiguiendo el «drop» definitivo que proclamaría campeones del mundo a los Springboks, la selección nacional sudafricana de rugby. Aquel sábado 24 de junio de, hace ahora, 18 años, la alegría se desbordó por todo el país y se llevó por delante la nefasta política del «apartheid». Mandela lo había conseguido. Negros y blancos encontraron en el deporte un punto de unión con el que superar un pasado lleno de odio y violencia y afrontar la construcción de un nuevo proyecto social. Nelson Mandela tenía la certeza de que el deporte moviliza las emociones de la gente de una manera que ningún político puede siquiera acercarse y se valió de su fuerza para ponerlo al servicio de su misión: hacer de Sudáfrica el país de todos, blancos y negros.
Un siglo antes, el 23 de junio de 1894, en la Universidad de La Sorbona de París, otro de los grandes personajes de la historia del deporte moderno, Pierre de Coubertin, ponía en marcha el Comité Olímpico Internacional con el fin de recuperar los Juegos Olímpicos y poner el deporte al servicio la construcción de un mundo mejor, más pacífico, impulsando la educación de la juventud, sin discriminaciones, con un espíritu olímpico que implica comprensión mutua, amistad, solidaridad y juego limpio. Desde ese año se celebra en todo el mundo el Día del Olimpismo que, desde 1914, año del comienzo de la Primera Guerra Mundial, tiene como bandera los cinco aros entrelazados como símbolo de fraternidad entre los pueblos.
Nelson Mandela y Pierre de Coubertin han sabido descubrir los valores que encierra el deporte y ponerlos al servicio de la persona para construir una sociedad más justa y solidaria. Estos valores es necesario trabajarlos cada día con los más jóvenes, ponerlos de manifiesto a través del comportamiento de los deportistas más relevantes, trasmitirlos desde los medios de comunicación, conscientes de que, como decía Coubertin, «lo esencial en la vida no es vencer sino luchar bien».
Mandela se planteó lo siguiente: «¿Qué es lo que más les importa a los blancos ¿Su religión ¿Su Dios Sí, pero también el rugby. A ver si somos capaces de utilizar esa pasión para unificar el país».
Utilizar la fuerza del deporte para transformar la sociedad; sus valores y principios para regenerar tantas situaciones de injusticia. «Si el deporte no sirve para mejorar a las personas, para nada sirve», manifestaba hace unos meses en la Universidad de Navarra el Director de la Academia Olímpica Española, Conrado Durántez. Por suerte, en el mundo del deporte hay muchas personas que comparten el espíritu de Coubertin y de Mandela y que trabajan diariamente para ponerlo al servicio de los demás. Ayer fue 23 de junio. Me gustaría felicitarlos a todos y agradecerles su esfuerzo, su trabajo y su ilusión por intentar a través del deporte hacer un mundo mejor.