Gerardo Castillo Ceballos,, Profesor emérito de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra
El aburrimiento de los jóvenes y sus riesgos
En la última década ha aumentado el número de adolescentes y jóvenes que sufren un estado habitual de aburrimiento. Algunos estudios psicológicos y sociológicos recientes han revelado que estamos ante una perturbación muy preocupante, dados los problemas de conducta que suelen derivarse.
El aburrimiento es la permanencia en lo mismo; siete horas seguidas sin otro recurso que ingerir alcohol en el «botellón», garantiza el aburrimiento, aunque los protagonistas no tengan valor para admitirlo. Pero les traiciona el lenguaje no verbal: la mano sostiene la cabeza. El aburrimiento es directamente proporcional a la superficie de mano que aguanta la cabeza: cuanta más superficie de la mano toca la cara, mayor es el aburrimiento.
Esto no ha impedido que se sigan escribiendo ensayos y artículos con este mensaje: "elogio del aburrimiento". Toohey, P. en El aburrimiento (2011) sostiene que estar aburrido despierta una emoción adaptativa que nos hace ser más creativos. Pero se está refiriendo al aburrimiento simple o transitorio, no al aburrimiento crónico o existencial.
El aburrimiento existencial suele conllevar un estado de desesperación: el adolescente o el joven «no se desespera del acontecer, de la desgracia, de los sucesos que más o menos distantes o lejanos, salpican y llegan a bloquear las trayectorias de la vida humana (…). Lo que en definitiva le aburre, lo que conduce a la experiencia del hastío y del tedio no son los otros, sino uno mismo. Por eso alguien se aburre cuando se experimenta a sí mismo como vacío». (Polaino, A..: Aburrimiento y soledad en los adolescentes, 1989)
Padres y profesores se preguntan muy sorprendidos cómo es posible que los adolescentes se aburran tanto con la cantidad de recursos que actualmente tienen a su disposición para divertirse en su tiempo de ocio.
Thibon también lo considera una paradoja: «Cuando los hombres tenían más razones objetivas para aburrirse se acomodaban mejor a una existencia aparentemente insípida, y cuando tienen todas las posibilidades para distraerse, se aburren más. La explicación es sencilla: lo que crea la inapetencia es la saciedad. El aburrimiento es como una toxina segregada por la abundancia mal asimilada. Entonces se busca un remedio para la inapetencia, no en el ayuno, sino en excitaciones artificiales cuyo efecto se apaga muy pronto» (Thibon, G: El equilibrio y la armonía, 1978).
En la época de «el juguete» (en singular) el niño disfrutaba mucho con él; en cambio, ahora que tiene una habitación llena de juguetes, los ignora. ¿Qué ha ocurrido? Que los padres consumistas no le concedemos tiempo al niño para desearlos y esperarlos; hemos olvidado que la ilusión brota en el tiempo de espera. Ocurre también, que la mayoría de los juguetes de ahora lo dan todo hecho; por eso una simple caja de zapatos vacía les entretiene más que un carísimo auto que funciona con pilas.
Una segunda causa del aburrimiento: los adolescentes y jóvenes de ahora le dan un ritmo excesivamente rápido, trepidante, a su vida; viven de forma acelerada, están desasosegados. Y el desasosiego incapacita para el ocio. Cuando intentan divertirse en las prolongadas y masivas salidas nocturnas están haciendo de la evasión una fuga de su propia realidad personal para perseguir cosas que están fuera de ella. Esta fuga les deja desvalidos de identidad y, por ello, predispuestos al aburrimiento.
"Un joven aburrido –con respecto a otro no aburrido- se expone con mayor riesgo a desembocar en conductas adictivas nocivas como el consumo de alcohol y estupefacientes (…) Numerosos estudios diagnósticos y de sintomatología hablan de causa-efecto: los jóvenes cuando se aburren buscan más botellas y se emborrachan, se drogan más, consumen y navegan más; huyen a espacios artificiales, psicodélicos y digitales donde combaten el aburrimiento a través de un hiperentretenimiento que les descontrola y les narcotiza la atención" (García Sánchez, E.: El aburrimiento: fenómeno social en los jóvenes del siglo XXI, Revista Semana, 2012)
El aburrimiento no se debe esencialmente a factores externos, sino a factores internos. Los hijos no se aburren de ninguna cosa en concreto, sino de sí mismos: no se ven como seres interesantes, lo que les incapacita para el ocio.
El aburrimiento existencial de muchos adolescentes se inició en el momento en el que sus padres cedieron a su exigencia de entretenimiento instantáneo. Incluso en las comidas familiares muchos niños manejan el móvil y la tableta de sus padres. Lo correcto habría sido animarles a jugar y divertirse sin esa dependencia, con iniciativa propia. Por no haberlo hecho así los hijos de cualquier edad se desconciertan cuando un día cualquiera se estropea la tableta o el móvil: es la expresión de un nuevo síndrome de abstinencia.