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Por un ocio juvenil responsable y saludable

24/12/2020

Publicado en

Diario de Navarra

Pedro Antonio de la Rosa Fernández Pacheco |

Investigador del proyecto ‘Educación de la afectividad y la sexualidad humana’ del Instituto Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra

Desde que comenzó la pandemia, hemos podido comprobar cómo muchos jóvenes han hecho grandes esfuerzos por respetar las normas para garantizar su seguridad y la de su entorno. Hemos aplaudido iniciativas como las redes de voluntariado para llevar alimentos y medicinas a personas mayores, o el aumento de donantes de sangre.

Desafortunadamente, además de esas historias positivas, los medios han contado otras noticias sobre conductas vergonzantes de algunos jóvenes. Algunas de las imágenes que se nos han quedado grabadas mostraban discotecas llenas a la vez que se anunciaba el cierre de universidades, fiestas clandestinas que superaban el aforo permitido -y con exceso de alcohol-, botellones para festejar el inicio de curso, etc. Obviamente, la mayor parte de esos lamentables acontecimientos se saldaron con el escándalo público y una multa nada despreciable.

En la epidemiología del consumo de sustancias, es sabido desde hace tiempo que en la juventud abunda una sensación de invulnerabilidad que incita a no evitar -o, al menos a no considerar- los riesgos de determinados comportamientos. A esto hay que añadir que el cerebro de un consumidor está entrenado para justificar y excusar su conducta consumidora, llegando a negar la gravedad de riesgos que son evidentes para los que no consumen. Esperemos que la sanción recibida haya ayudado a los protagonistas de estas noticias a poner los pies en el suelo.

Hay que destacar que estas informaciones representan tan solo la punta del iceberg de lo que ha ocurrido. La mayoría de los jóvenes ha permanecido en la intimidad de los hogares durante el confinamiento y ha reducido su actividad fuera de casa en los meses posteriores, lo que también ha incrementado el consumo digital. Un estudio realizado por mis colegas del grupo ‘Jóvenes en transición’ del ICS ha revelado que quienes utilizaron de forma moderada las pantallas (dos horas o menos al día) reportaron mayor bienestar personal.

Con el uso de los dispositivos digitales ocurre como con el alcohol: si no se educa apropiadamente, puede derivar en comportamientos abusivos que, incluso cuando no hablamos de adicciones, pueden interferir con la vida diaria y resultar muy nocivos para el desarrollo de la persona.

Esta pandemia nos ha mostrado la necesidad de colaborar entre todos para afrontar los retos que afrontamos como sociedad. También ha puesto en evidencia la necesidad de orientar a la juventud hacia un ocio responsable y saludable, lo que comienza en la familia. Por suerte, el confinamiento ha traído nuevas oportunidades de comunicación entre padres e hijos. Aprovechemos esos cauces abiertos.