Rafael Andreu y Josep M. Rosanas, Profesores del IESE de la Universidad de Navarra
¿Transmitir valores en silencio?
Es muy frecuente en la actualidad que cualquier problema que resulta de la mala conducta de alguien quiera resolverse poniendo normas. Normativas europeas y leyes en el terreno político y normas de conducta en organizaciones, aplicadas de manera estricta, para evitar tener que juzgar casos individuales. Los que creemos que la dirección de organizaciones tiene necesariamente (y afortunadamente) elementos subjetivos, siempre hemos sido escépticos sobre todas estas normativas como herramientas de dirección. Y nos parece por tanto refrescante que un profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard (M. Anteby) proponga el silencio como manera de transmitir valores, desde los valores morales a todas aquellas prácticas individuales que se consideran "buenas". En uno de sus ejemplos, Anteby critica que, cuando se pretende instilar un espíritu de trabajo en equipo en una organización, muchas veces se hace un programa de formación en el que se trata de ir dando instrucciones y consejos a los empleados para que trabajen en buena armonía con sus compañeros y que puede servir de bien poco. Él prefiere el silencio, el "silencio vocal" en su vocabulario, que consiste en "dar señales" sobre cómo hay que comportarse, pero no predicando, sino haciendo. Hasta aquí, no podemos estar más de acuerdo. En cualquier organización, mucho más importante que lo que la dirección predica es qué tipo de comportamientos alienta y premia, no necesariamente en metálico, como él sugiere (un bono para los logros de los equipos que sean capaces de hacerlo mejor, y después darles discrecionalidad para contratar y promover). Parece lógico: si el premio monetario es por equipos, el equipo se encargará de contratar y promover de manera que su funcionamiento mejore. Pero los bonos tienen un problema: con frecuencia inducen comportamientos disfuncionales que pueden ser peores que el bien que se pretende conseguir. Hay otros medios que pueden ser más eficaces e igual de silenciosos, o más: la aprobación del jefe (más importante de lo que se cree) y el progreso en la organización de los que hacen lo que deben y se comportan como jugadores de equipo; y el no progreso (o despido) de los que no lo hacen y se aprovechan de los demás, por muy estrellas que puedan ser. Es un mensaje muy elocuente, que llega mucho antes que los cursos de formación.