Antonio Aretxabala Díez, Geólogo y Director técnico del Laboratorio de Edificación, Profesor de Geomorfología y Geotecnia
Otro terremoto superficial catastrófico: Van (Turquía)
Cada vez más voces se alzan reclamando planes urbanísticos específicos en zonas sísmicas, el paradigma centrado en la optimización de las normas sismorresistentes considera que los terremotos actúan solamente sobre las "partes" del sistema: los edificios, en vez de sobre el verdadero escenario sísmico: la ciudad.
¿Pero qué está pasando? desde la destrucción de Bam, patrimonio de la UNESCO en Irán en 2003, l'Aquila en 2009, Lorca este año y ahora Van en Turquía, terremotos cuyos focos no llegan a los 10 kilómetros de profundidad parecen estar asolando la superficie de Europa y la parte que tectónicamente compartimos con Oriente.
La configuración de todos ellos se sitúa entre las Azores, Gibraltar, Italia, Grecia, Turquía y llega hasta la India, ahí las placas y sus pequeñas piezas europeas, asiáticas y africanas practican el peligroso juego de la fricción, como fichas de dominó empujadas por el dedo de Poseidón y su mal genio; movimientos sísmicos catastróficos y reactivación de volcanes como otra vez el Etna o el Hierro, o los de Islandia, etc., cada día una sorpresa telúrica.
Lorca (4,4 y 5,1) y l'Aquila (5,8) ni siquiera llegaron a 6 en la escala de Richter, Bam (6,2) y Van (7,2) tienen todos algo en común: son superficiales y cercanos a núcleos urbanos. Un evento de escala 8 en los Monegros sería menos temible, sin duda. Así que la magnitud tampoco es ya por sí sola una explicación de la violencia de Poseidón.
Cuanto más afinamos en la disposición de normativas de construcción resistentes a los terremotos, cuanto más invertimos en construcciones reforzadas y calculadas para no entrar en resonancia con las ondas sísmicas, más muertos y más desgracias parecen acecharnos. O algo no hacemos bien o cada vez Poseidón está más enfadado.
¿No será que estamos planteando mal el problema? Cada vez que se produce un terremoto en cualquier parte del mundo, los informes inmediatos realizados que apuntan a las causas de las víctimas (como en Lorca al 100%) muestran que los edificios que han matado, presentan diseños identificados en experiencias previas como no adecuados para zonas sísmicas, así como asentamientos humanos construidos sobre auténticas cajas de resonancia o lupas sísmicas, capaces de duplicar e incluso triplicar la fuerza de las ondas sísmicas.
Una cosa debemos tener clara: las normas de construcción sismorresistentes no han sido, ni son ni nunca serán suficientes para salvar vidas.
Los reglamentos urbanísticos son los que determinan el marco volumétrico (normalmente por optimización del espacio) de un edifico, sin planes de diseño anti-sísmico; consideran que los terremotos actúan solamente sobre las "partes" del sistema (por ejemplo NCSE-02 o EHE), es decir, los edificios y sus estructuras, en vez de sobre el verdadero escenario sísmico: la ciudad.
Salvarán más vidas los planes urbanísticos en concordancia con la realidad sismotectónica, la educación de la población antes, mientras y después de un sismo, el diseño correcto de la parte no estructural de los edificios (cornisas, balcones, antepechos, vuelos...) y la concienciación de que desde Azores hasta la India, en especial todo el territorio que asoma al mediterráneo, deberá constar en el futuro de planes especiales de distribución del territorio. Aplicable sobre todo a esas áreas históricas con una densidad patrimonial destacable, algunas ya arrasadas, como Bam, Lorca o l'Aquila, pero también deberán desarrollarse planes urbanísticos adecuados en aquellas ciudades cercanas a fallas activas.
El problema es que no se ha invertido mucho en conocerlas. Aún el plan general de Lorca paradójicamente contempla al segmento de la FAM (Falla de Alhama de Murcia), a su paso por el Guadalentín, como un punto de interés científico a preservar. Lo malo del desconocimiento del medio es que ese punto de interés sí que puede afectar a la ciudad, y mucho.
Este debate ya estaba muy presente en Turquía desde el terremoto de Mármara de 1999. Mostró que el 60% de los edificios turcos eran vulnerables al sismo. Dos investigadores: Handan Türkoglu y Seda Kundak recientemente presentaron un trabajo titulado "la transformación urbana como herramienta para la mitigación de desastres" hoy aplicándose en Estambul, ciudad de 9 millones de habitantes que esperan un gran terremoto en los próximos 30 años. El gobierno turco ya se ha planteado el urbanismo como la primera herramienta para mitigar los desastres sísmicos en el futuro ¿qué haremos los demás?
Deberemos despertar y avanzar más en esta línea, está claro, no seguir únicamente sustituyendo unas normas de edificación por otras cada vez más exigentes, las restricciones para construir edificios en zonas sísmicas reconocidas son ya muchísimas y muy pocas las urbanísticas, casi las mismas que en zonas no sísmicas, menos aún se tiene en cuenta el patrimonio histórico, aunque peor estamos si somos honestos y pensamos lo poco que sabemos sobre esas fallas "escondidas".