¿Qué trascendencia tiene el hecho de que Benedicto XVI conserve el tratamiento de Su Santidad?
-No tiene mayor trascendencia. Hay que recordar que no se trata de un oficio, sino que se limita a ser un tratamiento. Estamos ante una situación nueva y excepcional, porque en 700 años no se había producido una renuncia. No contamos con una praxis al respecto, por lo que ahora es el momento de tomar decisiones. Evidentemente, si hubiéramos contado con precedentes inmediatos, tendríamos mayor experiencia. Lo cierto es que, hasta ahora, tratamientos como Su Santidad habían quedado reducidos exclusivamente para referirnos al Romano Pontífice. Con todo, los patriarcas de Oriente reciben el tratamiento de Su Beatitud. Quizás, podría pensarse que el tratamiento más propio sería el de Su Eminencia, pero me parece correcto.

¿Se mantendrá su condición cardenalicia?
-Me inclino a pensar que sí, pero muchos otros expertos creen que no es posible porque, en el momento en que haga efectiva su renuncia, pasaría a ser obispo de Roma emérito y dejaría de ser cardenal. El cometido del cardenal es ayudar al Santo Padre, por lo que esta condición decaería. Quizá, esta posición es la más razonable, porque el sentido mismo del oficio cardenalicio está centrado en ayudar al Papay elegir al Romano Pontífice, dos funciones que abandonará. Sin embargo, desde el punto de vista de la dignidad cardenalicia, esta condición se podría mantener.