Gerardo Castillo Ceballos, Profesor de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra
El estudio inteligente
¿Para qué estudiar? Para saber más, ser una persona culta, con nuevos horizontes, más libre, con posibilidad de tomar más decisiones propias, entre ellas poder elegir la carrera y el trabajo que más gusta. Para despertar y cultivar talentos «dormidos», no ser manipulable y ayudar más y mejor a otros. Existe un estudio «no inteligente» muy extendido entre los estudiantes de Bachillerato. Algunos síntomas: estudiar sólo cuando se acerca un examen; estudiar para aprobar, no para saber; retener contenidos no comprendidos ni «digeridos», de forma acrítica. Estas actitudes son opuestas a las que se requieren en el posterior estudio universitario, que exige reelaboración de los contenidos con criterio propio. En cambio, sí predisponen las que propongo a continuación. Supone pasar de saberes sin pensamiento a saberes pensados, lo que evita que estudiar sea una actividad tediosa. El estudio «inteligente» no se reduce a la adquisición de conocimientos. Es un trabajo de la mente que relaciona lo nuevo con lo ya sabido, haciendo así que el aprendizaje sea signifi cativo. El estudio debe desarrollarse de acuerdo con las fases de la refl exión: descubrimiento y defi nición de problemas, búsqueda de respuestas; comprobación de la validez de esas respuestas. Harry Maddox formuló el conocido «método Robinson» (EPL2R) compuesto de cinco fases: explorar, preguntar, leer, recitar y repasar. Las preguntas y respuestas personales a lo largo de cada sesión de estudio predisponen a comprender y recordar. También es clave estructurar el contenido por medio de un esquema y/o un mapa conceptual. Para A. Millán Puelles, «aprender no es un puro recibir, sino una verdadera actividad. El incremento del saber requiere que las verdades ignoradas pasen a ser no sólo conocidas, sino también sabidas».