Jesus Miguel Santamaria Ulecia, Catedrático en Química Analítica Director del Instituto de Biodiversidad y Medioambiente | Universidad de Navarra
Efectos secundarios del COVID-19
La contaminación atmosférica constituye una amenaza global para la salud humana y los ecosistemas. Actualmente es percibida por los europeos como el segundo problema ambiental más importante después del cambio climático.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, cada año mueren en el mundo 7 millones de personas de forma prematura debido a una deficiente calidad del aire, lo cual supone una pérdida total de 323.430 años de vida. En España, el número de muertes anuales provocadas por la contaminación atmosférica asciende a 10.000 personas y el coste sanitario asociado supera los 3.600 millones de euros.
Todos estos fallecimientos, al igual que los producidos por el coronavirus, afectan principalmente a los ancianos y a las personas con patologías previas, pero no ocurren de forma explosiva, sino que tienen lugar de forma escalonada. Precisamente, esta puede ser la razón por la que todavía no se ha producido una respuesta política y social unitaria similar a la generada por el COVID-19 ante la elevada mortalidad causada por la contaminación.
Las medidas de confinamiento adoptadas por la mayor parte de países de la Unión Europea (exceptuando Países Bajos y Suecia) durante la crisis del COVID-19, han provocado, de forma indirecta, una reducción significativa de las concentraciones de los principales contaminantes ligados al tráfico, tales como el dióxido de nitrógeno (NO2) y las partículas de tamaño inferior a 10 micras (PM10).
Figura 1. Porcentaje de reducción de los niveles de NO2 y PM10 en Europa y España antes y después del confinamiento. Mapas elaborados a partir de los datos suministrados por distintas estaciones de vigilancia de calidad del aire ubicadas en Europa (576) y España (80).
A escala europea, el país que mayor caída ha experimentado en los niveles de NO2 es España, con un 47% de reducción, seguida de Estonia (43%), Croacia (42%) y Grecia (41%). En el extremo contrario se encuentran Lituania (2%), Hungría (1%) y la República Checa, que lejos de disminuir ha sufrido un aumento del 3%.
En España, todas las provincias del país han mostrado una clara mejoría en los niveles de fondo de NO2, siendo Castilla La Mancha (71%) y las Islas Canarias (68%) las Comunidades con mayor reducción de la contaminación (71 y 68% respectivamente). En otras Comunidades como Valencia, Madrid, La Rioja y Murcia, el porcentaje de mejora supera el 61%. Por el contrario, las comunidades más septentrionales (Galicia, Aragón, País Vasco, Cantabria y Asturias) son las que menor descenso en los niveles de NO2 (29%) han exhibido, hecho relacionado probablemente con su mayor actividad industrial.
En cuanto al material particulado (PM10), el descenso de los niveles de este contaminante no ha sido tan elevado como se podía prever. Ello se debe a que durante la segunda quincena de marzo varias comunidades sufrieron la intrusión de masas de aire africano cargadas de polvo, lo cual ha enmascarado ligeramente el descenso de PM10 provocado por la restricción del tráfico. En cualquier caso, los niveles de PM10 han disminuido globalmente un 31%, siendo Valencia, Madrid, Castilla La Mancha y Murcia las comunidades con mayor descenso (superior al 43%) tras las Islas Canarias, donde la reducción en las concentraciones de PM10 ha superado el 72%.
Puesto que tanto NO2 como PM10 son dos de los trazadores más importantes del tráfico rodado, los resultados obtenidos indican que la mejora en la calidad del aire después del comienzo del estado de alarma se debe a la significativa reducción de esta fuente de contaminación, que ha caído un 55%.
Todos estos resultados demuestran que en apenas un mes los niveles de contaminación se han reducido de manera evidente en las distintas ciudades europeas y ello nos debe animar a reflexionar sobre el papel que cada uno de nosotros puede desempeñar para mejorar nuestra calidad de vida.
La crisis del coronavirus constituye una excelente oportunidad para concienciarnos del poder que tienen nuestras acciones, que también pueden ser útiles para mejorar la salud ambiental. Los ciudadanos tenemos en nuestra mano la posibilidad de lograr cambios transcendentales, lo cual será necesario en los próximos años en un contexto de cambio global. La frase “piensa globalmente y actúa localmente” resulta más válida que nunca.
Puesto que el cuidado de nuestro planeta es una carrera de fondo que requiere la adopción de medidas sostenidas en el tiempo, debemos aprovechar las enseñanzas derivadas de los efectos secundarios del COVID-19 para ser solidarios, responsables y luchar por mejorar la calidad de vida de las ciudades y la salud del medioambiente; nuestros mayores y nuestros hijos nos lo agradecerán.