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A vueltas con la “lanza en astillero” de Alonso Quijano / don Quijote

26/08/2024

Publicado en

Diario de Navarra

Carlos Mata |

Grupo de Investigación Siglo de Oro (GRISO)

Estos días vuelve a estar de actualidad el supuesto “enigma filológico” de la “lanza en astillero” de Alonso Quijano / don Quijote de la Mancha (“… no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua…”, Don Quijote, I, 1), que habría quedado resuelto por el archivero e investigador José Cabello Núñez, con una explicación adoptada por Andrés Trapiello en su más reciente versión al español actual del Quijote, como ʻlanza a punto de ser usadaʼ y, por tanto, “lanza en ristre”. En la nota difundida por la agencia EFE el pasado 8 de agosto, firmada por Alfredo Valenzuela (“Archivero resuelve el enigma filológico de ʻlanza en astilleroʼ del principio del Quijote), y reproducida después en varios medios, leemos: “El malentendido con el significado de ʻen astilleroʼ tardó en resolverse porque es una expresión que no registra el Diccionario de Autoridades. Y, como explica el propio Trapiello con cierta ironía en el prólogo a la última edición de su traducción, publicada este año, él mismo se fió de las notas de los filólogos que aseguraban que ʻastilleroʼ era un armero para guardar astiles y armas. ʻAlgunos de esos filólogos lo ilustraban incluso con un dibujico de lo más lindo. Reconstrucción pintiparada de lo que a su juicio era un ‘astillero’ del que no faltarían adargas, lanzones y demás chatarraʼ. Lo añade Trapiello con la ironía que caracteriza tantos de sus escritos”.

Ahora bien, para ser precisos hay que indicar que “astillero”, con esa acepción literal, sí figura en los diccionarios de época, concretamente en el Tesoro de la lengua castellana o española (1611) de Sebastián de Covarrubias. Cierto que no aparece como tal voz, “astillero”, pero sí se registra entre los diversos derivados de “lanza”, en la subvoz “alancearse”: “Lancera, que por otro nombre se dice astillero, de asta, es un estante en que ponen las lanzas, adorno de la casa de un hidalgo en el patio o soportal, con algunos paveses, arma defensiva española antigua”.

Definición de “lancera” o “astillero” en el Tesoro de la lengua castellana o española (1611) de Sebastián de Covarrubias, s. v. alancearse.

Testimonio, por lo demás, nada novedoso, pues ya había sido aducido por muchos de los anotadores del Quijote. Ya Ignacio Arellano, en una entrada de su blog El jardín de los clásicos del 23 de julio de 2015, “La lanza en astillero —que no olvidada—de don Quijote”, exponía con muy sensatas razones, tras recordar la definición de Correas (estas palabras eran respuesta a la interpretación original de Trapiello ʻlanza olvidadaʼ): “Así que alguien sabe qué es un astillero. Y siendo este un adorno —es decir, un exhibido símbolo de calidad social— de la casa de un hidalgo, no es verosímil que la lanza estuviera en olvido: era, eso sí, una lanza antigua, arma de los antepasados de don Quijote, mucho tiempo inactiva, pero la colocación en el astillero revela precisamente que su dueño quiere dejar clara su hidalguía y su vocación militar. Era, no se olvide, aficionado a la caza, ejercicio sustitutorio de la guerra. Una lanza olvidada se coloca en un desván, en el establo, en el vano de una escalera, con otros objetos inservibles. Pero no es esto lo que sucede con la de don Quijote. Cada día, al salir de su casa o al entrar en ella, el ingenioso hidalgo vería su lanza en astillero, su adarga antigua —tampoco olvidada—, dándole voces silenciosas, y algo en su interior iría acumulando la energía suficiente para que por fin embrazara su escudo, empuñara esa lanza que todos los días atraía su mirada, y saliera a correr sus aventuras por el antiguo campo de Montiel y por todo el universo mundo. No, la lanza de don Quijote no estaba en el olvido. Estaba exactamente en el astillero”.

Astillero con lanzas en el Torreón del Gran Prior (Alcázar de San Juan, Ciudad Real). Foto: Carlos Mata Induráin (2019).

En sentido semejante se expresaba Enrique Suárez Figaredo en un artículo publicado en Lanza Digital. Diario de la Mancha el 1 de mayo de 2019, “La interpretación pertinente de ʻlanza en astilleroʼ”: “¿Por qué leer en sentido figurado lo que tiene una lectura recta? El astillero (no de ʻastillaʼ, sino de ʻastaʼ) para una lanza es algo similar a lo que se emplea para los rifles de caza. […] ¿Acaso había de tenerlo en el fondo de un armario sepultado por los abrigos? Que un hijo-de-algo aldeano tenga una vieja lanza en su astillero, no ʻdetrás de la puertaʼ, evidencia el melancólico y orgulloso recuerdo de los hechos de sus antecesores”.

Queda claro, pues, a tenor de la definición que brinda el Tesoro de Covarrubias (recordemos su fecha: 1611), que los astilleros ʻestantes para colocar las lanzasʼ existían en la realidad; y no olvidemos el dato que aporta de que eran “adorno de la casa de un hidalgo”, como lo era Alonso Quijano, un hidalgo —eso sí— que soñaba con ser caballero andante.

Tampoco estará de más recordar —aunque sea una obviedad— que una palabra o una expresión pueden tener distintos significados, dependiendo del contexto y de la situación en que se empleen. Que una palabra signifique algo no quiere decir que lo signifique siempre y en todo lugar. Pondré un ejemplo sencillo: la palabra “banco”, entre otras varias acepciones más, puede significar ʻentidad financieraʼ o ʻlugar donde sentarseʼ. El contexto y la situación nos llevan a entender cosas distintas si alguien dice: “Voy al banco, porque necesito sacar dinero” o “Voy al banco, porque necesito descansar”. Pues bien, algo similar pasa con la expresión “estar o poner algo en astillero”.  Cierto que en la carta de un comisario real de abastos, de 1595, localizada por Cabello Núñez donde se habla de harina y trigo “puestos en astillero”, la expresión vale efectivamente ʻestar listos, preparados para ser recogidosʼ; y lo mismo en los pasajes aducidos por Trapiello como por ejemplo “ya tenéis vuestro libro en astillero”, de El pasajero (1616), de Cristóbal Suárez de Figueroa. Pero la expresión, en otros contextos, puede significar otra cosa distinta. Una sencilla consulta al Corpus diacrónico del español (CORDE, en línea) basta para localizar numerosos ejemplos de la expresión “en astillero”, entre ellos la definición que da Gonzalo de Correas en su Vocabulario de refranes y frases proverbiales (1627): “Estar en astillero. Lo ke no está en perfezión, komo las naves akabadas de fabrikar de madera sin averlas akabado de adornar” (mantengo las grafías que deseaba Correas para su texto). Me parece que esta definición no se ha señalado, al menos en las declaraciones y entrevistas de estos últimos días.

Por otra parte, varios de esos ejemplos que trae el CORDE, correspondientes a pasajes de novelas picarescas, testimonian el significado ʻcon apariencia deʼ que tiene la expresión “ponerse en astillero”. Por ejemplo, en Aventuras del bachiller Trapaza, quintaesencia de embusteros y maestro de embelecadores (1637, título significativo), leemos: “Una de las cosas que se lo estorbaban a Trapaza era haberse puesto en astillero de tan gran caballero en Madrid, huyendo no poco de verse donde estuviesen portugueses; porque, como la Corte es grande, érale fácil excusar las ocasiones de encontrarlos, por obiar el que se quisiesen informar de su persona, de quien había de dar mala relación si le preguntaban cosas de África”. El contexto necesario para entender este pasaje es que el pícaro Hernando protagonista de la novela, el bachiller Trapaza, finge ser un noble portugués de posibles, don Vasco Mascareñas, para contraer un matrimonio (que él cree muy ventajoso) con la viuda Estefanía: el pícaro se ha puesto “en astillero” de caballero, es decir, ha adoptado la falsa apariencia de caballero y no desea encontrarse con personas (los portugueses) que podrían desenmascararlo. Y en La niña de los embustes, Teresa de Manzanares, del mismo autor, tenemos la misma expresión, “poner en astillero”, con el mismo significado de ʻadoptar una apariencia falsa o engañosaʼ: “Marcela me decía que yo me tenía la culpa con que estaba, pues había dado alas a la hormiga para volar; esto era haber puesto en astillero de dama a quien era esclava”.

No quiero decir, ni mucho menos, que este último sea el sentido operativo en la famosa frase del comienzo del Quijote, tan solo pretendo mostrar que la expresión “estar o poner en astillero” puede significar distintas cosas dependiendo del contexto y la situación en que se utilice. Y, sí, la lanza de don Quijote perfectamente podía estar material y literalmente en el astillero de su casa de hidalgo, siendo adorno de la misma (como matizaba la definición de Correas), no todavía ʻen ristreʼ, pero sí ejerciendo ya esa callada llamada a las aventuras caballerescas que comentaba Arellano, sensata y sencilla explicación por la que —permítaseme el juego de palabras— rompo ahora una lanza.