Javier Ibáñez Santos, Profesor de Nutrición, Universidad de Navarra
Alimentación y deporte: un binomio fundamental
Desde los antiguos Juegos Olímpicos hasta nuestros días, el control de la dieta se ha utilizado como un intento por mejorar el rendimiento físico deportivo. Los escritos de filósofos y médicos de la antigua Grecia informan de diferentes estrategias que los deportistas desarrollaban en el terreno de lo humano y lo divino, uniendo alimentación y magia, para preparar sus competiciones. Los atletas consumían carne de animales -buey, cabra, toro o ciervo-, queso fresco, trigo, higos secos, vino y algunos 'rebajes' especiales.
Hoy los deportistas siguen buscando en la alimentación, y en 'la magia' de diferentes suplementos nutricionales -como las vitaminas-, esa pequeña ventaja para mejorar una décima de segundo o dos centímetros en la marca deportiva. Una mínima diferencia que supone pasar del olvido a la gloria. No obstante, ¿puede la alimentación ayudar a triunfar en el deporte? Sin duda, sí.
Un caso claro se encuentra en el fútbol. Es un hecho aceptado que el glucógeno muscular -es decir, la glucosa acumulada en el músculo- resulta fundamental para el rendimiento del jugador. Así, para conseguir unas reservas musculares adecuadas, la alimentación del futbolista adulto debe contener unos 500 gramos de carbohidratos diarios. Lo que se traduce en una dieta variada y equilibrada donde priman la patata, el pan, el arroz, la fruta, las legumbres, los cereales o la pasta. El jugador que acumula menos glucógeno antes de comenzar el partido corre menos metros y lo hace más despacio.
Paula Radcliffe representa otro ejemplo de la estrecha relación entre dieta y deporte. Esta maratoniana británica llegaba a los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 con el récord del mundo bajo el brazo y convertida en la indiscutible aspirante al Oro. Sin embargo, no fue capaz de acabar su agónica participación. Las fuerzas se le agotaron unos kilómetros antes de la meta. Los aficionados recuerdan cómo se mantuvo siempre en cabeza de carrera, sin comer ni beber, hasta que sufrió la dichosa 'pájara': un cuadro asociado a niveles insuficientes de glucosa en el organismo que le forzó a abandonar.