Antonio Aretxabala Díez,, Geólogo de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra
Yesa en el punto de mira
Yesa, un grave problema que se ha posicionado en el punto de mira de la actualidad repite el patrón del analfabetismo español en cuanto a lo que la gestión de crisis por amenazas naturales o provocadas se refiere. Han sido desalojadas forzosamente sesenta familias, dos urbanizaciones pueden quedar irrecuperables, las imprevisiones y la falta de un conocimiento adecuado del medio han triplicado el presupuesto. Aún hoy no poseemos un modelo geológico fidedigno de la estructura cortical que sustenta la presa de Yesa. Pero lo peor de todo es la posible amenaza que se cierne sobre una ciudad histórica: Sangüesa, la ciudad de Sancho Garcés I, Rey de Pamplona.
Sangüesa se sitúa unos diez kilómetros aguas abajo de una presa que se apoya sobre terrenos inestables en movimiento. En los últimos meses la ladera derecha que sustenta dos urbanizaciones se ha movido unos veinte centímetros, el movimiento se produce, como siempre ha sucedido, por la delicada actuación de la mano del hombre, y tradición histórica sobre ello no falta. Desde 1930 las inestabilidades siempre las ha desencadenado el ser humano. Esta vez no ha sido distinto. En la base de esas urbanizaciones para acoger las nuevas obras de recrecimiento se han excavado más de trescientos metros, como siempre después de ese descalce toda la ladera ha decidido moverse, como un iceberg a la deriva.
Pero esta vez es más grave, no sólo porque afecta a sesenta familias, el empuje actúa también sobre la misma presa que antes abrazaba, protegía, y después de este invierno el pantano rebosa y aún no ha comenzado el deshielo. Históricamente los movimientos se abortan quitando peso de la parte alta, y así se ha hecho, aliviar las partes superiores supone desacelerar el deslizamiento. Esta vez como ya se viene haciendo desde los años sesenta, dicha solución pasajera ha funcionado, pero es pasajera.
En efecto, tenemos un problema. Aunque las imprevisiones son normales en la obra civil, y para eso estamos los humanos, para corregirlas, esta vez el haber quitado tanto peso, primero para descalce y después para alivio, puede haber supuesto un rebote elástico de la tan manipulada ladera derecha. Es decir, la montaña al verse aliviada de tanto peso se levanta y con ella se alza todo lo que sustenta, entre otras cosas parte de la propia presa. Se ha detectado un levantamiento de casi un centímetro y medio en esa zona, lo cual es seguramente lo peor; mejor es nada por supuesto, mejor podría ser que todo se moviese por igual. Todos estos datos son de carácter público y están recogidos en los últimos informes de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE). Eso, debería haberse saber comunicado a cada ciudadano de Sangüesa desde que se supo.
Sin embargo ha saltado la alarma en Sangüesa no por el conocimiento de esos inquietantes datos, sino por la comparecencia de un geólogo en las Cortes de Aragón, Antonio Casas, que ha tachado los mismos de "dramáticos" y han sido los medios los que lo han subrayado. Sin embargo, lo que es verdaderamente dramático es que en España después de lo de Lorca, la Loma de Úbeda, Tous, Sanabria, Biescas, El Carmel..., no hayamos aprendido a gestionar socialmente las crisis y amenazas como la que hoy puede sobrevolar la ciudad de Sancho. El abandono institucional vuelve a sonrojar, los ciudadanos deben saber que los seres humanos a estas alturas de la historia somos muy capaces de cambiar el entorno y deberemos aprender a convivir con ello. Pero a los sangüesinos nadie se lo ha dicho. La cultura y la pedagogía ya no tiene cabida en las grandes obras de infraestructura, ahí se ha olvidado.
Y sí, la labor es pedagógica y es cultural, tan importante o más que la geología o la ingeniería, el no hacerlo conlleva siempre confusión y perjuicios evitables tan sólo con el fluir de la comunicación, la desinformación es el caldo de cultivo de las sospechas, de las conspiraciones, de alarmas infundadas, de las leyendas urbanas... El sistema es mucho más que una sola pieza inestable, pues la presa de Yesa es tan sólo eso: una pieza del sistema. La inestabilidad y el riesgo son reales, pero no sólo son geológicos, son también sociales, institucionales, personales. Los pisos han bajado su precio, los ansiolíticos desaparecen de las farmacias... Nadie ha dado una charla de cómo y cuánto ha cambiado el entorno en donde la ciudad de Sancho Garcés se asienta, y es mucho. La amnesia, pasividad, desidia de nuestras instituciones ponen otra vez en evidencia la manera nuestra de gestionar amenazas y catástrofes. Ahora en Lorca, Tous, Biescas o Sanabria ya se dan charlas y se realizan simulacros, siempre hay que esperar a una desgracia para ponerlos en marcha.
La desinformación campa a sus anchas ante la mirada pasiva de los científicos y técnicos involucrados. Ha cambiado el paisaje natural y social, pero no se ha cambiado la mentalidad. Incapaces de seducir, comunicar, echar una mano, los técnicos y dirigentes que han podido desencadenar semejante amenaza no comunican sus inquietudes, ni siquiera el riesgo (con apellido) que es real. Puede ser el síndrome de l'Aquila, pero actuando así se es cruel, una crueldad por pasividad que no justifica ningún éxito profesional. Ahora una vez más se le echa la culpa al mensajero, a quien con toda la buena voluntad ha traducido esos documentos a Román Paladino, el geólogo Antonio Casas que sólo leyó en voz alta los informes oficiales. Nunca cambiaremos.