Víctor Pou, profesor del IESE de la Universidad de Navarra
Putin y la integración europea
En la atormentada historia de Rusia se producen periódicamente grandes derrumbes seguidos de grandes reconstrucciones, tal como explica el analista político Robert D. Kaplan en su libro La venganza de la geografía. Así ha sido desde los inicios de la Rus de Kíev, matriz de Rusia, nacida en Ucrania a mediados del siglo IX y destruida por los mongoles el siglo XIII, hasta nuestros días con la implosión de la URSS en 1991 y los intentos de Putin de recomponer el imperio soviético perdido. La conocida opinión de Putin sobre el fin de la URSS es tan terrible como terminante: "Se trata de la mayor tragedia del siglo XX".
A partir de tan inquietante premisa, Putin se muestra firmemente dispuesto a la acción, y así lo demostró con la masacre de Chechenia o la intervención en Georgia, y actualmente con la anexión de Crimea, las presiones sobre las regiones prorrusas del este de Ucrania, la adopción de una ley que faculta la obtención de la ciudadanía rusa a los rusoparlantes o con las declaraciones de su ministro de Asuntos Exteriores sobre el derecho a defender a los rusos allí donde se encuentren.
Estamos siendo testigos de los sucesos geopolíticos más importantes desde los atentados del 11-S. Las relaciones entre Washington y Moscú son tensas y ya se han impuesto sanciones y la suspensión de la presencia de Rusia en el G-8. El comentarista Timothy Gaston Ash escribe que Europa se encuentra ante un resorte gigante: el resentimiento de la Madre Rusia por ver disminuido su imperio.
La reciente y chapucera anexión de Crimea le ha salido de momento bien a Putin, aunque probablemente la comunidad internacional habría terminado aceptando un tratado de retrocesión con las garantías justas entre Ucrania y Rusia. De lo que quizás Putin no sea consciente es que sus maneras de actuar son recibidas en Bruselas como una bendición disfrazada, por cuanto son exactamente lo que la UE necesita para relanzar el proceso de integración. Las comunidades europeas fueron creadas para garantizar la reconciliación, la paz y la prosperidad en el continente y crear un espacio de libertades frente al expansionismo soviético. A Europa le hacía falta un enemigo identificable y detestable por sus prácticas. Ya lo tiene: la Rusia de Putin. La unión política que Europa necesita está más cerca. En Bruselas le dan las gracias.