Juan Echeverria Trueba, Arquitecto y director del departamento de Construcción, Instalaciones y Estructuras de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra.
Arquitectura y envejecimiento de la población
El autor reflexiona sobre la incidencia del envejecimiento de la población en la arquitectura y especialmente en los instrumentos de prevención de incendios
La Semana de la Prevención de Incendios, que se celebra entre el 26 y 30 de octubre en Pamplona, está dedicada este año al impacto del riesgo de incendio en el colectivo de la tercera edad. Según datos estadísticos contrastados, el riesgo medio de fallecer en un incendio en viviendas se multiplica por 1,8 entre los 65 y 74 años, por 2,5 entre los 75 y 84 años y por 3,7 en personas mayores de 85 años. Esta realidad pone de manifiesto la relación que el envejecimiento de la población tiene con el entorno construido, y constituirá un buen argumento para reflexionar sobre cómo deben ser los edificios de un mañana muy próximo.
Dos son las conocidas causas del inevitable fenómeno del envejecimiento: una muy baja tasa de natalidad y una esperanza de vida cada vez mayor. Ante unas proyecciones escalofriantes, expertos de muchos campos avanzan desde hace tiempo el impacto que el problema tendrá en aspectos sociales tan críticos como la sanidad o las pensiones. Otros sectores, sin embargo, aunque conscientes del problema, parecen esperar con el capote su inevitable embestida.
La Arquitectura, que organiza el entorno construido de las personas, parece encontrarse aún en este grupo de tímidos previsores. Y no hay razón para ello, pues precisamente le corresponderá jugar un papel crucial ante un fenómeno que le tocará de lleno.
No se trata solamente de resolver correctamente edificios ade
cuados para la gente que hoy es mayor, como residencias, centros de día u hospitales, ni de avanzar decididamente en materia de accesibilidad, aspecto en el que se ha experimentado un cambio notabilísimo. Se trata de anticipar el escenario, como siempre lo hicieron los grandes arquitectos, previendo qué características y necesidades reales tendrá esa complejísima sociedad envejecida.
¿Cómo serán la forma y la organización funcional de unos edificios que requerirán hacer frente a muchas más prestaciones que las exigidas ahora, incluyendo servicios sanitarios, higiénicos y alimentarios ¿Cómo será el transporte en el interior de los mismos, no solamente vertical por medio de ascensores, sino también horizontal utilizando pequeños vehículos eléctricos
¿Cómo tendrán que ser las ventanas para personas que i deberán permanecer sentadas o en cama una gran parte del tiempo ¿Cómo deberán ser los pavimentos, si sabemos que las caídas en ese colectivo causan muchísimas víctimas ,¿Cómo serán los centros de ocio y reunión para una población que desea seguir muy activa ¿Tendrá sentido la relación actual entre los grandes hospitales y las viviendas o deberá organizarse la atención sanitaria de forma más atomizada ¿Cómo serán las calles de las ciudades llenas de ancianos ¿Serán el aire que respiramos y el agua que bebemos aceptables para un colectivo tan envejecido ¿Cómo influirá en los mayores el cambio climático, con el aumento de la temperatura , ¿Deberán cambiar las normativas de edificación para hacer frente al problema
El envejecimiento de la población constituye un reto gigantesco a todos los niveles, pero también una gran oportunidad. Ambos, reto y oportunidad, parecen comparables a los que enfrentaron y disfrutaron aquellos arquitectos que, casi sobre la marcha, diseñaron las modernas ciudades que acogían un éxodo rural masivo.
Las oportunidades, a veces erróneamente mal vistas en nuestra sociedad, son el único cauce posible para afrontar los retos. Oportunidades de trabajo para los profesionales de la Arquitectura que sean capaces de anticipar ese escenario y darle respuesta. Oportunidades para muchas empresas que desarrollen ideas innovadoras. Oportunidades para promotores, públicos o privados, que resuelvan un problema social, pero que den respuesta también a la demanda de un mercado privado con enorme potencial económico. España puede estar llamada a ser la Florida de Europa, atrayendo a una población de edad que está dispuesta a gastar sus ahorros en nuestro país. Tiene todas las características para ello: clima, comunicaciones, servicios sanitarios, etc. La idea puede gustarnos o no, tras la amarga experiencia sufrida con el ladrillo. Paradójicamente, es una auténtica oportunidad para nutrir la pirámide de población en su base con una inmigración cualificada que venga a prestar los innumerables servicios que serán necesarios. En definitiva, más mayores para tener más jóvenes.
En esta labor, que debe ser transversal, la investigación que se promueva desde las Escuelas de Arquitectura tiene un papel fundamental. Esperamos, por tanto, que esta Semana de la Prevención de Incendios sirva como foro para poner en común estas inquietudes, mentalizando a la sociedad de su importancia.