El anuncio de Twitter, en un post sin firma en su blog oficial, de que comenzará a bloquear contenidos de manera selectiva en aquellos países en los que las autoridades lo demanden, ha provocado una oleada de protestas sin precedentes en la plataforma.

Los planes de expansión internacional de la empresa le llevarán a "entrar en países que tienen diferentes ideas acerca de los límites de la libertad de expresión", y Twitter se dispone a transigir poniendo en riesgo un prestigio merecidamente alcanzado tras su contribución a las revoluciones de La Primavera Árabe y a las protestas globales de 2011.

Hay dos aspectos positivos en este anuncio tan descaradamente pragmático: los tuits se bloquearán únicamente en los países cuya legislación transgredan, pero serán accesibles para el resto del mundo, y las decisiones de bloqueo serán transparentes para todos los usuarios, además de que se notificará a los afectados.

En el otro lado de la balanza, hay que situar la preocupación, ya expresada por Reporteros Sin Fronteras, de que este paso "privará a los internautas de países con gobiernos represivos de una herramienta crucial de información y movilización".

Por otra parte, tampoco es descartable que los países democráticos que se están dotando de marcos legales que penalizan los enlaces a archivos protegidos por derechos de autor, puedan valerse de esta puerta abierta por Twitter para extender su persecución a los internautas.

Ocurre que hay algunas puertas que cuando se abren ya no se pueden volver a cerrar.