Ricardo Fernández Gracia, Director de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
Santo Tomás de Aquino y las artes
La insigne figura de Santo Tomás (+1274), como referente de varias escuelas de pensamiento, por haber sido una de las grandes personalidades de la filosofía y la teología, posee también un sobresaliente interés en relación con las artes, ya que los partidarios de la escolástica lo consideran el mayor filósofo y estético de la misma. Así lo avala el hecho de haber teorizado sobre la belleza en el momento estelar del Gótico. Su relación con las artes se acrecienta por sus numerosas representaciones desde la Baja Edad Media hasta nuestros días, por parte de sobresalientes artistas, en distintos periodos históricos y con diferentes estilos, entre los que destacan Filipino Lippi, Fra Angelico, Rafael, Pedro Berruguete, Velázquez y Zurbarán en su famosa Apoteosis del santo destinada a su colegio sevillano, en 1631.
Santo Tomás escribió en momentos de florecimiento de las ciudades, cuando se asentaron los fundamentos de la cultura moderna, con la renovación de los conocimientos científicos, literarios y filosóficos que impartían las prósperas universidades, cada vez más pujantes y con criterios más amplios.
La estética en el tomismo
La belleza, junto a la captación de quien contempla las obras artísticas, han sido dos puntos importantes en el proceso creativo de las obras de arte, que han tenido muy en cuenta mentores y artistas. Los sucesivos periodos históricos han aplicado a la belleza distintos parámetros, conscientes de que se trata de una cualidad presente en la mente de los seres humanos, que produce un placer intenso y proviene de manifestaciones sensoriales. Platón incluyó a la belleza junto a la verdad y la bondad en el conjunto de los principios divinos. El arte griego y romano propugnaron la simetría y la proporción como normas de estética San Agustín insistió en los principios de unidad, número, igualdad, proporción y orden.Filósofos y artistas han escrito sobre la belleza. Leonardo afirmó: "La belleza perece en la vida, pero es inmortal en el arte" y Unamuno dejó escrito: "¡Belleza, sí belleza! Pero la belleza no es eso, no es la del arte por el arte, no es la de los esteticistas. Belleza cuya contemplación no nos hace mejores, no es tal belleza.
Para Santo Tomás "Pulchra sunt quae visa placent" (bellas son las cosas que agradan a la vista), afirmando que bellas son aquellas cosas cuya percepción, en su misma contemplación, complace: "Pulchrum est id cuius ipsa aprehensio placet", lo que está en relación conl a vista, como sentido más perfeceto que sustituye al lenguaje del resto de los sentidos.
Concretando su visión estética nos presenta tres principios. El primero la "integritas" o perfección, porque no puede ser bello aquello que tiene deficiencias. Lo que está deteriorado, o incompleto es de por sí feo. El segundo en base a la "consonantia" o proposición adecuada, orden y mesura. Trata de la debida armonía y relación entre las partes del objeto mismo, pero sobre todo, en torno a la conexión entre la obra y quien la percibe. Por último, en tercer lugar, se refiere a la luz-nitidez o "claritas" concepto que sería sustituido, siglos más tarde, por lo relacionado con el lujo y la ostentación.
Todas esas ideas, encajaban perfectamente en las manifestaciones del arte de la Baja Edad Media, cuando se repiten insistentemente los conceptos de "bien y belleza", y "estética de la luz" como reflejo divino y signo inmaterial.
Por otra parte, Santo Tomás, al tratar de la eutrapelia, redescubriendo a Aristóteles, elaboró una doctrina en torno a la citada virtud integrada en la ética cristiana, por la que justificaba la risa y la delectación que proporciona la vista, siempre de modo moderado. Como la sonrisa de la vírgenes góticas de la Île de France y la del Buen Dios de Amiens, su doctrina sobre la diversión y la distracción inauguraron, en perfecta convergencia, una nueva era de la teología moral, pese a que no sería muy seguida por los teólogos de tradición rigorista, exceptuando a San Francisco de Sales, que amplió los contenidos tomistas en materia de risa y de comedia dirigida a las honnêtes gens del siglo XVII.
Música y Eucaristía
En el siglo XIII, para contrarrestar la negación de la presencia real eucarística de cátaros y valdenses, se produjo un ascenso de la devoción y adoración al misterio eucarístico, entre cuyas consecuencias figura el origen de la fiesta del Corpus en la ciudad de Lieja (1247), y la oficialización de la misma, desde 1264, en época de Urbano IV. Los textos del Oficio Litúrgico de la festividad fueron obra de Santo Tomás, y constituyen uno de los más bellos del Breviario.
Algunas de las letras del citado Oficio han tenido ecos singulares en la música. El Pange lingua
-cuyas primeras palabras son obra del poeta latino Venancio Fortunato- y muy particularmente, las dos últimas estrofas que comienzan con Tantum ergo han sido musicalizadas, desde la Edad Media hasta nuestros días, en bellísimas partituras a voces y con acompañamiento de diferentes instrumentos, que abundan en los archivos de música de nuestras catedrales. El himno Pange lingua es el de vísperas de la fiesta del Corpus y expresa la doctrina de la transubstanciación, según la cual el pan y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo. Alcanzó una amplísima difusión entre el pueblo al cantarse en las, cada vez más frecuentes, exposiciones del Santísimo Sacramento: su primera parte -Pange lingua- antes de la bendición y tras la misma, la última parte, Tantum ergo. Desde la época renacentista y más aún desde el siglo XVII, las capillas de música de catedrales y colegiatas experimentaron un notable crecimiento, contando con nuevos órganos, excelentes maestros, instrumentistas y cantores, capaces de interpertar delicadas partituras.
Respecto a los ministriles que interpretaban música instrumental, hay que hacer notar que, al principio, formaron un conjunto independiente de la capilla de cantores, para intervenir en ocasiones puntuales; si bien, más tarde, se introdujeron en la interpretación polifónica, primero como apoyo armónico para sustentar las voces, luego duplicando las voces. Así lo muestran distintas versiones musicalizadas del Tantum ergo.
Sus imágenes
En 1323 fue canonizado y más tarde elevado a la categoría de doctor de la Iglesia, en 1567. Fue usual calificarlo como Doctor angelicus, Scholarum princeps, Lumen Ecclesiae. En su numerosa iconografía se le representó en diversos pasajes de su vida, tanto en los históricos, como en otros con los que distintas leyendas engalanaron su figura.
Esculturas, pinturas con su imagen, ciclos narrativos y sobre todo triunfos, lo han representado solo o entre Aristóteles, Platón, otros filósofos, doctores, fundadores, apóstoles y santos. En otras ocasiones, lo encontramos venciendo a los heréticos Arrio y Sabelio que impugnaron con Averroes la verdad revelada. Los dominicos encargaron a los pintores numerosas alegorías triunfales "ad maioren ordinis Praedicatorum gloriam", llegando a popularizarse su figura no corpulenta como era en realidad, sino adelgazada, sometida a un proceso de idealización.
Su identificación iconográfica resulta fácil. Viste el hábito de los dominicos que consiste en una túnica blanca larga hasta los pies ceñida por correa, escapulario del mismo color, esclavina con amplia capilla (capucha) y capa coral negra.
Como es sabido, el hábito, además de ser un elemento unificador para quienes lo llevan dentro de una comunidad, también identifica, en buena medida, sus ideales espirituales, que generalmente están relacionados con su origen, con las personas que fundaron cada orden y con las reglas que los rigen. En el caso de los dominicos, su carisma viene definido por el estudio de la verdad, la universidad, la filosofía, la conjunción de la vida contemplativa y apostólica, la predicación y la profunda oración.
Entre los atributos propios de Santo Tomás de Aquino figuran el libro y la pluma, la maqueta de una iglesia, el sol, el rosario y las alas, acompañándose en numerosas ocasiones de la Paloma del Paráclito. El libro -generalmente abierto- y la pluma hablan de su faceta de escritor infatigable, su sabiduría y la doctrina revelada, fruto de su inteligencia y tesón. La revelación vendrá significada por la presencia de la paloma del Espíritu Santo. Su pecho suele estar adornado por un sol sostenido por rico collar, en alusión a que con su doctrina ilumina a todos, del mismo modo que el astro rey, con sus rayos, da luz a toda la tierra. El sol, desde fechas tempranas, poseía carácter divino y junto al santo de Aquino su luz universal se hacía paralela a la doctrina de sabiduría y verdad de su doctrina.
El rosario es propio de la orden de los dominicos por haber colaborado a su difusión y al culto de la Virgen del Rosario. La maqueta alude a su condición de doctor de la Iglesia, ya que es atributo de fundadores y doctores. Por último, las alas hacen referencia a su condición de doctor angélico y a la posesión de las mismas cualidades de los ángeles: inteligencia, sabiduría y pureza.