28/02/2021
Publicado en
Diario de Navarra
Roberto Cabezas |
Director Career Services Universidad de Navarra
Vivimos un momento en la historia muy disruptivo. Este punto de inflexión es extraordinariamente diferente a otras épocas de cambio. Y en el mundo de la educación la revolución en gran medida será digital. Lo que aprendemos hoy lo más seguro es que no sea válido en algunos años más.
Tenemos que saber y asumir que hay nuevas generaciones que tienen un nuevo relato y nuevas necesidades que van de la mano de la tecnología. Ahora bien, esto no es solo un cambio tecnológico. Es una transformación mucho más profunda. Esto nos obliga a salir de nuestra zona de confort. ¡A todos!
El crecimiento exponencial de la conectividad digital, la globalización y la información global, la generación Z y la crisis sanitaria y económica están impulsando cambios sociales profundos en las dinámicas y modelos tradicionales de trabajo en todo el mundo. Algunos aún invisibles. Para sobrevivir en este nuevo mundo, las empresas y las universidades debemos replantearnos muchas cosas. Muchas formas de hacer y estructuras se están poniendo en jaque y nos están obligando a plantearnos transformaciones más potentes.
Nuestros estudiantes han cambiado. Los profesionales jóvenes han cambiado. Estamos viviendo un momento desafiante. Las reglas del juego son diferentes y estamos obligados a responder a este nuevo escenario.
Los profesionales jóvenes ya no buscan un trabajo para toda la vida. Aunque a los que peinamos canas nos parezca algo sorprendente. Viven la vida profesional como si estuvieran jugando a la videoconsola, pasando etapas cortas y muy intensas. No se les puede plantear proyectos profesionales a largo plazo porque no les van a encajar. Solo con trabajos ajustados en el tiempo se conseguirá motivarles e ilusionarles.
Como todo está cambiando y no se sabe si lo que se enseña/aprende ahora servirá para el futuro, la clave del cambio está en reforzar la formación en competencias (y en virtudes) para alimentar el pensamiento crítico y los valores fundamentales, y así ofrecer perspectiva amplia y visión integral a la persona, que ayude a construir un mundo más justo, más humano y, sobre todo, un mundo mejor.
Supone un reto interesante responder con contundencia a las nuevas necesidades y tiene que ver con poseer una formación académica muy sólida, muy sintonizada con los cambios. Debemos adquirir la flexibilidad para ofrecer estudios que respondan a las demandas del mercado. No sabemos qué va a pasar en 20 años, pero tenemos la capacidad de formar a nuestros estudiantes en competencias que cimenten una estructura sólida que les permita responder con una mayor fortaleza a estos cambios.
Estoy convencido de que las empresas necesitan profesionales con formación humanística. Esta formación cobra una importancia enorme en estos tiempos, porque hay muchas empresas que buscan talento, pero las mejores quieren encontrar a buenas personas con talento.
Este concepto, como todo, ha cambiado. El talento no es solo inteligencia, es también aptitud como factor determinante. Tiene que ver con capacidades que el mundo laboral valore y que estén al servicio de la organización. También con la actitud. Yo les diría a las empresas: "No contratéis por habilidades, contratad por actitud, las habilidades siempre se pueden enseñar". No hace falta ser un genio para ser genial, ¿no?
Atraer talento siempre va a ser importante, pero retenerlo, de manera casi obsesiva, no. Muchas empresas insisten en destinar muchísimos recursos a esta práctica. Una estrategia que está en vías de extinción, sin duda. La progresión del desarrollo profesional de los jóvenes va a ser distinta. Mi abuelo tuvo solo un trabajo, mi padre tres y yo voy por el sexto. Mis hijos no sé cuántos van a tener. No hay que tenerle miedo al cambio, al desarrollo profesional. Esto nos obliga a mirar la retención del talento desde otra perspectiva. Ya no hablamos de un empleado, sino de un profesional al servicio de la sociedad, del mundo. Esto supone un cambio del modelo. Las tendencias no se dirigen a retener, sino a otra modalidad donde el oleaje de profesionales que pasan por un proyecto es mucho mayor. Hay que saber elegir al mejor pero también dejando que este se marche.
Entenderemos mejor a estos jóvenes si logramos mirarles y seducirles desde la inspiración y no desde la obligación, desde el afecto y no desde la imposición. En cada uno de ellos hay algo interesante por descubrir. Solo con una mirada apreciativa lograremos mover sus corazones y veremos valor en esta nueva forma de interactuar con el mundo.
El verdadero talento se encuentra en lo más profundo. Tiene que ver con ser buenas personas. La sociedad necesita, más allá de expedientes notables, profesionales que salgan de las aulas de todas las universidades del mundo con proyectos que iluminen y que inspiren