Francisco Errasti, Director general, CIMA Universidad de Navarra
¿Nos van a salvar los recortes? Por supuesto, no
Existe la percepción de que navegamos a la deriva en un mar revuelto y no son pocos los que, desconcertados, contemplan el paso de este año 2012 con renovado temor. Los datos objetivos que avalan esta situación nos golpean todos los días con insistente desfachatez: la lacra del paro sigue aumentando, se incrementan los impuestos (lo último en el copago de fármacos), la prima de riesgo sube y baja pero por la banda alta, la bolsa, noqueada, se tambalea en un cuadrilátero sin saber en qué lado apoyarse. La firmeza con que el gobierno asienta sus reales para convencernos de que todo esto es necesario, no se confirma con los mensajes que nos llegan desde el exterior que, sencillamente, no se fían de nosotros, quiero decir, de nuestro país. ¿Tiene una explicación todo esto?. Desde luego, aunque no hay una sola.
El gobierno parece dotado de una firme voluntad para tomar medidas que no son populares -poco común entre los políticos y, por tanto, loable- pero al mismo tiempo se percibe la falta de una estrategia global. De otro modo no se entiende la improvisación con la que se están llevando a cabo las restricciones presupuestarias en educación y sanidad y la que se ha adoptado en relación con la investigación. De modo especial en sanidad, las medidas quedan lejos de resolver un problema que se agiganta. El reciente anuncio de que el déficit del año 2011 ha sido superior al esperado pone en entredicho, para los mercados, la fiabilidad de las cuentas españolas.
Unos de los problemas de mayor visibilidad es el que se refiere a la falta de unidad entre las autonomías para atajar seriamente el déficit. La pérdida de una parte del poder político, por parte del partido en el gobierno, en las recientes elecciones regionales, alimenta la falta de credibilidad para que las medidas sean efectivas. Diversas voces han alertado sobre la necesidad de que el gobierno central recupere algunas transferencias e incluso de suprimir el estado de las autonomías (una locura y, además, imposible) Cuando se analiza despacio el incontrolado gasto al que nos ha llevado nuestro sistema autonómico, no deja uno de asombrarse de la inconsciencia con la que estamos siendo gobernados.
Los mercados, es decir, los analistas que aconsejan y toman decisiones, responden positivamente ante la transparencia y un futuro que se vislumbra claro. Cuando eso no sucede, responden en consonancia. No son, por tanto, de extrañar las turbulencias diarias a las que, lamentablemente, nos vamos acostumbrando.
Sin embargo todo lo que antecede, siendo real y de considerable importancia, no forma parte del meollo de esta situación. La pregunta para la que nadie tiene una respuesta definitiva y cierta es cómo salir de esta crisis y cuánto va a durar. Porque muchos no acaban de ver la salida del túnel y la esperanza se difumina en una lejana bruma de promesas incumplidas.
El gobierno trata de convencernos de que las medidas que está adoptando -el país está acogotado, esperando desayunarse cada día con nuevas restricciones- son las adecuadas para salir del maremagnun. Pero otros -entre los que me cuento- consideran que estas medidas, por sí solas, nos precipitan a una crisis mayor. Estas dos posiciones responden, a su vez, a otras tantas concepciones de la política monetaria y fiscal: la que aplican los EE.UU. que puede definirse como expansiva: en período de crisis, el gobierno debe invertir y facilitar el crédito con el fin de alentar la demanda. Por el contrario, la que aplica Europa -podría decirse la que obliga Alemania- conduce a reducir el déficit y el gasto improductivo para ganarse la confianza del exterior que nos conducirá a la senda del crecimiento. El exceso de deuda (no es el caso de España) y de déficit (en esto estamos peor) acumulados se perciben como impuestos que hemos de pagar en el futuro y por ello, una reducción importante de estos dos componentes presagian un futuro mejor que ayudaría a la inversión y al gasto y, por tanto, a la recuperación.
Este argumento que, en su formulación, parece impecable, carece de algo que le hace inviable o dicho de otro modo, no permite la tan deseada recuperación: el acceso a la financiación por parte del sector privado y el modelo de crecimiento que queremos para nuestro país. Sin estas dos premisas unidas -a las que hay que añadir la reciente reforma laboral- las medidas restrictivas nos conducirán a un mayor paro, menor consumo, más cierre de empresas, etc. Y seguiremos con la desconfianza del exterior.
¿Otras soluciones? Es muy sencillo: trabajar más con el mismo salario o cobrar menos trabajando lo mismo, porque dejaremos de vivir como hemos vivido hasta ahora durante bastantes años. En definitiva, aumentar la productividad que también puede conseguirse con más investigación y desarrollo sostenible, mayor innovación. Lo que se desvíe de esto es pura palabrería, el silencio en la noche.