Ignacio Lopez Goni, Catedrático de Microbiología, Universidad de Navarra
Desde la ciencia: hay motivo para la esperanza
Probablemente nadie de nosotros haya vivido una situación como la actual. Es lo más parecido a una guerra que muchos de nosotros hemos estado. Las guerras no sabemos ni cuándo ni cómo acaban. Pero las epidemias empiezan, tienen un pico y terminan. En una epidemia al principio el número de personas susceptibles de infectarse es alto y el número de infectados aumenta con rapidez. Conforme va pasando el tiempo, el número de susceptibles va disminuyendo (porque se han curado, se han inmunizado, los hemos vacunado, ... o se han muerto). Cada vez hay menos gente para infectarse y llegamos al pico de la epidemia. Para que se retrase y reduzca ese pico no hay más remedio que cortar la cadena de transmisión del virus y eso, en este momento, solo lo podemos hacer con las medidas de confinamiento y aislamiento que todos estamos padeciendo. Ahora, quedarse en casa es la vacuna, ¡la vacuna eres tú!Las epidemias se pasan, y sabemos que vamos a ganar, aunque el número de bajas y el golpe sea considerable.
Pero también en estos momentos tan duros hay motivos para la esperanza. En 1918 ocurrió la que ha sido la pandemia más grande del siglo XX: la gripe de aquel año causó más muertos en 25 semanas que el VIH en 25 años, más muertos que la Gran Guerra, la Primera Guerra Mundial. Pero hoy, un siglo después podemos afirmar que jamás hemos estado tan bien preparados para combatir una pandemia. Desde que a finales de diciembre, China notificó a la OMS los primeros casos de una neumonía grave de origen desconocido, una multitud de científicos y científicas de todo el planeta se han puesto a investigar la causa, buscar una solución y a desempolvar experimentos realizados con anterioridad contra otros patógenos. Cuando en 1981 se describieron los primeros casos de SIDA, se tardaron más de dos años en descubrir al agente causante, el virus VIH. ¿Se imagina usted que estuviéramos ahora dos años sin saber quién es el causante de todo esto? Ahora, ¡en cuestión de unos pocos días!, se identificó al virus, se descubrió que era un coronavirus, el SARSCoV2, se secuenció su genoma y se desarrolló el primer kit de diagnóstico. En menos de dos meses se han desarrollado además nuevos sistemas de diagnóstico más rápidos.
Todavía tenemos muchas preguntas pendientes, pero jamás la ciencia había conocido tanto de un virus que se descubrió hace tan solo tres meses. Si uno consulta las bases de datos, ya son más de 1.400 artículos científicos publicados sobre el virus SARSCoV2 o la enfermedad COVID19. Son trabajos sobre la biología del virus, vacunas, tratamientos, epidemiología, genética y filogenia, diagnóstico, aspectos clínicos, … Estos artículos están elaborados por cientos de autores repartidos por todo el planeta. Es ciencia en común, compartida y en abierto. En 2003 cuando ocurrió lo del coronavirus SARS se tardó más de un año en obtener menos de un tercio de artículos. En estos meses, ya hay varias propuestas terapéuticas (antivirales) y vacunas contra el nuevo coronavirus. Muchas de estas propuestas vienen de grupos de investigación que llevaban años trabajando contra otros virus, especialmente contra los del SARS y MERS. Todo ese conocimiento acumulado ha permitido ahora ir a una velocidad nunca antes vista.
La OMS tiene ya una lista de al menos 41 prototipos de vacunas, algunas de las que ya han empezado los primeros ensayos clínicos. Y ya hay más de 27 ensayos experimentales con distintas combinaciones de antivirales y antiinflamatorios para bloquear al virus.La OMS ha lanzado un ensayo clínico mundial para probar la eficacia de algunas de estas vacunas y para evaluar algunos de los tratamientos para curar la enfermedad. Un ensayo clínico en el que participan varios países y se comparte conocimiento. De momento son tratamientos experimentales, pero que suponen una esperanza para los casos más graves y severos.Todavía no existe ningún antiviral ni una vacuna específica contra el SARSCoV2. Todas estas propuestas de antivirales y vacunas están en fase experimental. Algunas no funcionarán, pero las posibilidades de acertar son inmensas.Es el momento de la ciencia y la cooperación.
A la ciencia le pedimos certezas absolutas, pero la ciencia no tiene todas las respuestas. Hay momentos de incertidumbre, pero tenemos que estar seguros de que la ciencia nos va a sacar de esto. Por eso es tan importante apostar por el conocimiento. Ahora más que nunca nos damos cuenta de que la investigación no es un gasto es una inversión. Si hace tan solo unos meses no hubieran pedido la opinión sobre si se deberían dedicar fondos públicos de nuestros impuestos para un grupo que investigara los virus que hay en los murciélagos, ¿qué hubiéramos dicho? Ahora miramos a los laboratorios de investigación, que hemos tenido estrangulados durante una década.
Ahora nos damos cuenta de que las amenazas son globales, también las enfermedades infecciosas, y requieren soluciones globales. Todo está conectado. Más del 60% de los nuevos patógenos emergentes o re-emergentes provienen de los animales, y los cambios ambientales y ecológicos influyen en la distribución de las enfermedades. Por eso, ahora cobra todavía más sentido la estrategia One Health (Una Salud): el trabajo conjunto entre los profesionales de la salud humana, la salud animal y el medio ambiente. Solo así podremos combatir la próxima pandemia. Quizá ha llegado el momento de que nuestros cascos azules cambien sus fusiles por vacunas. El enemigo ya no es nuestro vecino, nuestros semejantes, uno de nuestra misma especie. El enemigo es mucho más sutil, invisible y capaz de paralizar todo el planeta. Invirtamos en un nuevo ejército de médicos, sanitarios, investigadores con terapias, vacunas y laboratorios en vez de misiles y tanques.
Este virus se irá. Esta pandemia pasará. Llegará el verano y volveremos a abrazarnos, besarnos y ver a nuestros seres queridos. Ojalá el encierro saque lo mejor de nosotros mismos. Ojalá nos demos cuenta de lo importante que es para nuestra salud cuidar nuestro sistema de salud. Ojalá apostemos por el conocimiento, por la ciencia y la investigación, por la colaboración entre organizaciones públicas, privadas, civiles y filantrópicas para prepararnos contra epidemias futuras. Porque hay motivo para la esperanza.