Ricardo Fernández Gracia, Director de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
Los trabajos y los días en el arte navarro (28). San Fermín en las artes suntuarias
Junto a las esculturas y pinturas de San Fermín, se conservan un buen número de piezas pertenecientes a las denominadas artes suntuarias, si bien debió haber muchas más, porque eran precisamente las que, por su valor y tamaño, estaban más al alcance de los hogares y junto a las personas en tiempos pasados, cuando el fenómeno religioso estaba tan unido a la sociedad. Una medalla para llevar o un grabado para colgar en la pared doméstica fueron piezas muy presentes en la vida cotidiana hasta el siglo XX. Asimismo, son reseñables algunos objetos de plata y vidrieras, en este caso más ligados al patrimonio eclesiástico, al igual que moldes de barro policromado del segundo tercio del siglo XVII para realizar pequeñas imágenes del santo con el escudo de Navarra.
Los modelos iconográficos son los de las artes figurativas del momento. La caracterización del santo es muy sencilla: un obispo con vestiduras e insignias episcopales, anillo, báculo y la mitra. La capa pluvial de color rojo alude a su martirio. El rostro moreno no fue exclusivo del busto relicario de su capilla, su imagen oficial, sino que se repitió en otras obras. Respecto a los tipos iconográficos, únicamente contamos con la imagen aislada como obispo y en cuanto a las escenas de su vida, hay que hacer notar que son escasas, destacando las representaciones de su martirio.
Las estampas devocionales
Las estampas grabadas constituyeron, en tiempos pasados, un medio fundamental a la hora de difundir devociones, ya que por un módico precio se podía satisfacer el deseo de empatizar con unos iconos de referencia. En el caso de San Fermín de la parroquia de San Lorenzo, una versión un tanto libre del mismo, nos la proporciona el grabado que ilustra las Constituciones de la Real Congregación de San Fermín de los navarros, obra de Juan Francisco Leonardo de 1684 y que también se tiró aparte. El grabador reprodujo un busto relicario más alargado que el modelo pamplonés y con el relicario dispuesto horizontalmente respecto a su eje.
La primera estampa suelta conservada, como tal, fue realizada por el platero pamplonés Fermín Galindo a fines del siglo XVII y reproduce el busto de la parroquia de San Lorenzo. No se debió tirar con profusión y el único ejemplar que conocemos se custodia en la Biblioteca Nacional de Madrid.
Otra versión más libre, con gesto declamatorio ofrece el grabado de Bernard Picart, realizado en 1714, cuya plancha regaló el baztanés don Norberto de Arizcun a la ciudad de Pamplona para estampar cuantas imágenes hicieran falta. El ayuntamiento la adoptó como imagen oficial del santo, al prevenir, por acuerdo municipal de 1715 a todos los impresores de la ciudad que siempre que necesitasen sacar retratos del patrón, lo hiciesen con la citada matriz. Su éxito fue notable y las estampaciones fueron aprovechadas en diferentes momentos por las autoridades para requerir fondos y preseas para el adorno de la capilla. En ocasiones se estamparon tafetanes y sedas destinadas a autoridades civiles y eclesiásticas. Además, su plancha fue copiada literalmente por José Dordal, sobresaliente grabador aragonés, en 1798, a costa de una carmelita descalza, posiblemente Fermina de la Santísima Trinidad (Berrueta), del convento de San José de Pamplona, fallecida en 1806.
En 1721 el platero establecido en Pamplona, Juan de la Cruz, abrió una plancha dedicada a la Virgen del Camino. En su parte inferior aparecen San Fermín y San Saturnino. Fue retocada en numerosas ocasiones y sirvió como modelo para lienzos y otras obras en bordado en Navarra, España e incluso Nueva España.
El grabador de las ilustraciones de los Anales de Navarra, en su edición pamplonesa de 1766, José Lamarca, realizó una gran plancha reproduciendo el trono del santo en su capilla en 1756 que serviría de modelo para lienzos, como el rubricado por Pedro Antonio de Rada del Archivo Municipal o la versión neoclásica de la parroquia de Irañeta, firmada por Miguel Sanz Benito en 1849.
Aunque no fueran realizadas en Navarra, hay que citar, por su proyección, las planchas que la Real Congregación de San Fermín de los navarros encargó en Madrid en el siglo XVIII a insignes artistas como Juan Bernabé Palomino, Manuel Espinosa o fray Matías de Irala. En algunos casos, como en la estampa de Palomino, la composición se completa con figuras de convertidos, tullidos e, incluso al fondo se da cabida al sepulcro del santo, de donde parten luces que atraen a diversos enfermos.
En la edición de los Anales de 1766: dibujo preparatorio y prueba de estado
La edición ilustrada de los Anales de Navarra de 1766 incorporó, en las cabeceras de sus libros, diversas escenas. Se han conservado los dibujos preparatorios y las pruebas de estado y, en algunos casos, las propias planchas, lo que posibilita un estudio acerca del proceso creativo.
En el libro tercero figura el hallazgo e invención del cuerpo de San Fermín. A partir de un texto repleto de detalles del Padre Moret, el pintor y grabador aragonés José Lamarca plasmó la escena en un dibujo a plumilla y acuarela, en donde figura un obispo y su cortejo, el pueblo en torno a la tumba del santo, iluminada por luces celestiales. Sin embargo, los diputados del Reino, examinadores del dibujo, estimaron que se debían añadir “unos clérigos, muchas flores, la tierra movida, el resplandor del trono hasta la tierra y borrando el pedestal, se ha de hacer un país y tres géneros de árboles, uno con flor, otro con botones de la fruta y otro con fruta sazonada, algo inclinadas las ramas con el peso de ella”. Así se hizo, corrigiendo y añadiendo todos estos detalles anecdóticos del texto de Moret y que tanto iban a ayudar al lector, pues tenía a su alcance el paralelismo entre el texto y la imagen. No parece que Lamarca se inspirase para esta escena en cuadro alguno, aunque lo pudo hacer en algunas de las pinturas que entonces decoraban la capilla de San Fermín en la parroquia de San Lorenzo.
Copatrono en grabados y medallas
Las imágenes de los copatronos de Navarra hay que contextualizarlas en pleno periodo de la Reforma Católica, cuando corrían renovados ideales de santidad y la Diputación del Reino de Navarra, en 1621, recibió como patrón a Javier, proponiendo que las Cortes, como institución que encarnaba al propio Reino, ratificara el patronato, algo que sucedió en 1624. En Navarra, los javieristas, muy influenciados por los jesuitas, estuvieron sustentados por las propias instituciones del Reino -Cortes y Diputación-, entre cuyos miembros había ex-alumnos de la Compañía, en tanto que los ferministas fueron apoyados por la ciudad de Pamplona y el cabildo de su catedral, junto a un clero bastante receloso con el poder e influencia que estaban alcanzando los hijos de San Ignacio. El pleito llegó a la Curia Romana y finalizó con un Breve Papal de 1657, por el que se declaraba a San Fermín y San Francisco Javier aeque patroni principales del Reino.
Entre las obras que por su carácter de portada de libro alcanzaron una enorme difusión y sirvieron para modelo a escultores y pintores, hemos de citar dos estampas que acompañan a sendas obras del Padre Moret, cronista del reino y autor de las Investigaciones históricas de las antigüedades del Reyno de Navarra (1665) y de los Anales (1684).
Muchos retablos incorporaron a los copatronos en sus calles laterales. Uno de ellos, el mayor de Ujué, fue grabado por Miguel Gamborino (h. 1800) y con su plancha se estamparon muchos ejemplares. Desde Ujué se distribuyeron también medallas a lo largo del siglo XVIII, realizadas en bronce dorado e importadas desde Roma, en las que figuraba la Virgen en el anverso y los copatronos San Fermín y San Francisco Javier, en el reverso. Más tarde, a fines del siglo XVIII y comienzos de la siguiente centuria, se dejaron de importar, llegándose a encargar a una “platera” de Tafalla.
Una medalla realizada en Roma en 1731
A fines de la tercera década del siglo XVIII y comienzos de la siguiente estuvo en Roma el arcediano de la Cámara de la catedral pamplonesa, como agente del cabildo, don Pascual Beltrán de Gayarre. De aquella estancia guarda ricos legados la catedral. Entre los encargos que hizo en la Ciudad Eterna destacan sendos grabados de la Virgen del Sagrario y una medalla de la misma imagen que tiene en el reverso a San Fermín, realizada hacia 1731. Algunas de aquellas medallas viajaron a Ultramar, junto a estampas de la Virgen del Sagrario y de San Fermín, como regalo del cabildo a don José de Armendáriz, marqués de Castelfuerte y virrey de Lima. San Fermín aparece como obispo, con capa pluvial y mitra, de medio busto, bendiciendo con la mano derecha y con el báculo en la izquierda. La medalla es rarísima, un ejemplar conserva el Archivo Municipal de Pamplona y su realización hay que contextualizarla en unos momentos en los que la medalla religiosa alcanzó gran éxito en España y en otras naciones católicas.
Vidrieras, platería y bordado
La presencia del santo en vidrieras cuenta con algunos ejemplos, destacando las de la catedral (nave y Barbazana), su capilla en San Lorenzo, el ayuntamiento o la colegiata de Roncesvalles. En cuanto a platería, hay que destacar el busto argénteo de la catedral, varios relicarios en lugares de culto que incorporan pinturas en miniatura del santo y la capa (1687) y relicario (1572) del propio busto de la parroquia de San Lorenzo. La espectacular peana argéntea de esta última imagen reproduce en sus relieves algunas escenas de su vida como el martirio. El autor de su diseño fue el célebre grabador y pintor aragonés, Carlos Casanova, y su realización corrió a cargo del platero pamplonés Antonio Ripando en 1736.
El frontal y la credencia de plata de la capilla del santo, obras de destacados orfebres pamploneses como José Yábar, Antonio Ripando y Juan Antonio Hernández (1725 y 1733), incorporan la figura episcopal de San Fermín en el centro, entre las alegorías del mérito y el premio.
Las sacras de la capilla son obra del mencionado José de Yábar (1774) y entre sus medallones dorados destacan los de los escudos de Pamplona y Navarra, así como las representaciones de San Saturnino, San Francisco Javier y San Fermín. Para estas dos últimas se acudió a copiar directamente los modelos de medallas romanas, en el caso de San Fermín de la de 1731, antes mencionada.
Las capas de los ternos de la catedral de Pamplona y de la parroquia de San Lorenzo, incorporan la imagen bordada del santo de cuerpo entero que, inusualmente, aparece barbado. El terno catedralicio fue enviado en 1786 por el arzobispo de Zaragoza, don Agustín de Lezo y Palomeque (obispo de Pamplona entre 1779 y 1783) y fue realizado por el bordador José Lizuain, que fue también el autor del terno de San Lorenzo (1788), estudiado por Alicia Andueza.
Junto al bordado culto, existen también bordados más populares, algunos de ellos realizados por las alumnas de colegios, que copiaban dibujos sacados de estampas. En la exposición Pamplona y San Cernin 1611-2011 se pudo contemplar un bordado realizado hacia 1840 por una chica de quince años y dedicado a sus padres, en el que con diseño del pintor de Sangüesa Marcos Sasal, la inspiración viene del grabado de la Virgen del Camino con San Saturnino y San Fermín de 1721, antes mencionado.
Litografías para estampas y los programas y carteles de las fiestas
Ignacio Urricelqui señala que la imagen del santo apenas fue tratada en el cartel sanferminero, sobre todo si se compara con el repertorio de imágenes ligadas al encierro o las escenas de baile, gigantes y cabezudos. Algunas excepciones hay en las últimas décadas.
A fines del siglo XIX las litografías coloreadas de la prestigiosa casa Portabella de Zaragoza reprodujeron composiciones de varios autores, como la del programa de 1899 firmada por Istúriz, en donde aparece el santo en la procesión, en unos momentos en que el color cautivaba en cartelería e incluso en las pequeñas estampas del santo.