Gerardo Castillo Ceballos, Facultad de Educación y Psicología
El virus tecnológico
Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) están cada vez más integradas en nuestra vida personal y laboral, lo que ha beneficiado tanto a las empresas, que pueden disponer de una mejor gestión de la información, como a las personas, que podemos tener acceso a gran volumen de información y a comunicarnos en cualquier lugar y momento. Pero, sin embargo, han derivado en situaciones de riesgo para quienes las utilizan de forma inadecuada.
Cuando concebimos las tecnologías no como un instrumento, sino como un fin en sí mismas, tendemos a usarlas sin mesura. Caemos así en estados de sobreinformación que nos desbordan, fatigan y estresan. Surgen trastornos psicológicos que se engloban en el término tecnoestrés. Lo acuñó en 1984 el psiquiatra norteamericano Craig Brod para designar «una enfermedad de adaptación causada por la falta de habilidad para tratar con las nuevas tecnologías del ordenador de manera saludable».
Otros autores definen el tecnoestrés como una psicopatología relacionada con la excesiva dependencia y el difícil uso de las TIC o con el miedo a no estar a la altura de su desarrollo en el futuro. Los casos de estresados por las TIC suelen tener mucha relación con un contexto social en el que hay exceso de información, demanda de conocimiento y necesidad de estar siempre conectado y localizable.
El filósofo Byung Clul-Han considera que el bombardeo incesante de información anula la capacidad de análisis de las personas: «la hipercomunicación destruye el silencio que necesita el alma para reflexionar y para ser ella misma. Se percibe solo ruido, sin sentido ni coherencia».
Un informe del Observatorio de Prevención de Riesgos Laborales advierte que el uso excesivo de las tecnologías de la información en el trabajo produce efectos psicosociales negativos, como irritabilidad, nerviosismo, ansiedad, trastornos del sueño, fatiga visual, conflictos familiares y pérdida de amigos. Esos males se acrecientan cuando a nuestros ordenadores llegan virus tecnológicos, especialmente los de tipo informático.
Un virus informático es un programa que se carga en un equipo sin conocimiento o permiso de su usuario habitual. Algunos virus son simplemente molestos, pero la mayoría son destructivos y están diseñados para infectar y tomar el control de sistemas vulnerables.
La conectividad constante es un peligro. Microsoft ha publicado un informe sobre el tecnoestrés basado en una encuesta a 20.000 trabajadores en más de 20 países europeos. El 79% respondieron que las TIC les distrae y perjudica su rendimiento, en vez de hacerlos más productivos.
La irrupción de teléfonos móviles, e-mails y redes sociales en la vida diaria ha generado que el tecnoestrés, que inicialmente afectaba sólo los ejecutivos de empresa, actualmente lo sufran muchos adolescentes y jóvenes. Los potenciales riesgos de sufrir tecnoestrés afectan particularmente a quienes trabajan en los ámbitos de la comunicación, las finanzas, la administración, la ciencia y la tecnología. Son sectores muy expuestos a la presión por los cambios tecnológicos y la sobrecarga y velocidad informativa.
Mar Sabadell, profesora de un máster universitario de Prevención de riesgos laborales, y experta en teletrabajo y tecnoestrés, da algunos consejos para prevenir el tecnoestrés: hay que tomar una actitud positiva y confiar en las capacidades adaptativas personales para afrontar nuevos retos; hay que ser proactivos y fijar los límites de nuestra disponibilidad en espacio y tiempo, tanto en el ámbito laboral como en el personal; se deben usar técnicas de relajación muscular y practicar algún deporte para evitar episodios de fatiga.
Otros expertos recomiendan las estrategias siguientes: utilizar las TIC solo para lo estrictamente necesario; priorizar la comunicación interpersonal; no llevar el trabajo a casa. Desconectar. No estar pendiente del móvil o el portátil; poner límites a nuestra conexión con las TIC, estableciendo «siestas digitales» entendidas como periodos libres de nuevas tecnologías; buscar aficiones ajenas al ordenador.
La prevención del tecnoestrés debe empezar en la infancia. Tanto la familia como la escuela deben limitar el tiempo que niños y adolescentes dedican al teléfono móvil y a los videojuegos, fomentando en su lugar hábitos de juego presencial, lectura y cultivo de hobbies.
Unas palabras de Albert Einstein (1879-1955) fueron premonitorias de lo que ocurriría un siglo después: «Se ha vuelto terriblemente obvio que nuestra tecnología ha superado nuestra humanidad».