Publicador de contenidos

Volver 2025_01_30_FYL_palos-velas

De palos y velas

30/01/2025

Publicado en

Alfa y Omega

Ricardo Piñero |

Catedrático de Estética, profesor del Máster en Cristianismo y Cultura Contemporánea y director del Instituto Core Curriculum

Nada de cuestas. Enero no tiene por qué ser algo que se presenta como un desnivel, como una ruta interminable en la que todo resulta costoso, pesante, fatigoso, insufrible… Cómo nos gusta el melodrama, cómo nos encanta narrar las cosas como si estuviésemos ante un precipicio… Desear que algo se acabe sólo es razonable si supone un mal cierto para nuestra vida. Somos muy injustos con el primer mes del año porque le imputamos nuestros actos desordenados como si fueran suyos, porque le echamos la culpa de todos nuestros excesos, de todos nuestros desmanes, de todo aquello que nos hemos propuesto como metas inspiradoras para un año nuevo y que, a estas alturas, por nuestra pereza, ya hemos desechado. Seamos justos: cada palo que aguante su vela…

No podríamos seguir navegando sin el peso de los palos, sin la altura de los mástiles, sin las olas que agitan el mar. Todos aquellos que hacen sus planes de singladura vital para un nuevo año deberían, al menos, echar una mirada al horizonte y tratar de ver qué se avecina. Como el arte de la adivinación del futuro no se encuentra en nuestra caja de herramientas, no vendría mal considerar que nuestra capacidad de predicción debe atender, al menos, al conocimiento de nosotros mismos y de nuestras circunstancias. Aquellos que olvidan quién son y cuáles son los principios que ordenan su vida, enseguida se atreven a fantasear sobre lo que va a ser el año nuevo, ese tiempo que re-comienza.

Lo mejor para que un velero pueda surcar los mares es estar atentos a largar las velas en el momento oportuno. He aquí la chispa de la vida: estar dispuestos a convertir cualquier instante en un momento oportuno, es decir, aprovechar cada segundo para avanzar, para crecer, para disfrutar. No hay mayor alegría que estar dispuesto a poner empeño en que las cosas funcionen, sabiendo que casi nada cae bajo nuestro dominio.

Una vida apetecible es aquella que sabe cambiar la derrota sin perder el rumbo. Cuando tenemos esa sensación de que todo empieza de nuevo es como coger aire, como tomar impulso, como sentir que todo renace y que, por tanto, aquello que pasó hemos de dejarlo atrás, para no perder ni la más mínima oportunidad de hacer que todo marche mejor.

Nosotros podemos tener palos y velas, pero no somos el viento, aunque ganando barlovento podemos surcar cualquier mar.