Alberto Fernández, Profesor del IESE, Universidad de Navarra
Cien dólares
A principios de mes diversos medios, entre ellos este periódico, recogieron la noticia de que el entrenador de los Boston Celtics, Doc Rivers, tras jugar un partido en el campo de Los Angeles Lakers en febrero, pidió cien dólares a cada jugador y a cada miembro del equipo técnico de su equipo y los escondió en un falso altillo del techo del vestuario visitante. La única manera de recuperarlos era llegar a la final de la NBA, cosa que en ese momento parecía muy difícil para los Celtics.
Se dice que lo hizo para motivar a los jugadores. El jugador que cobra menos en los Celtics cobra un millón de dólares y la media es superior a los seis millones. ¿Puede motivar a jugadores que cobran tales cantidades la posibilidad de recuperar cien dólares? Dejar cien dólares en el vestuario para un jugador que cobra un millón es equivalente a dejar dos para una persona que cobra veinte mil. O incluso puede representar un esfuerzo relativo menor si tenemos en cuenta que el que cobra poco necesita ese dinero para cubrir necesidades básicas.
Probablemente un jugador de baloncesto tiene numerosas motivaciones para conseguir llegar a las finales de la NBAde las cuales el dinero es la menos relevante. Y cien dólares, insignificante. De hecho, el anillo de campeón tiene un valor muy superior. Y seguro que tampoco era la motivación para llegar a la final y ganarla.
La motivación puede generarse en base a premios o castigos, pero éstos no deben dejar indiferente a la persona a quien se quiere motivar en caso de que suceda o no el acontecimiento buscado. La sensibilidad a un premio o castigo económico puede variar en función de la persona. Son motivaciones extrínsecas y, como tales, dependerán del nivel económico de cada uno. Un jugador de la NBA será poco sensible a perder cien dólares mientras que a un adolescente puede afectarle mucho.
Aunque quizá Doc Rivers, excelente entrenador, no estuviese tan equivocado al utilizar esa técnica de motivación. Lo que quizá pretendía Rivers era apelar al orgullo de sus jugadores, quienes dejaron en el vestuario del gran rival algo que querían recuperar. O el pensar que su entrenador no confiaba suficientemente en que pudiesen llegar a la final. Querían demostrarle que eran capaces, que podían conseguirlo. El dinero era tan sólo un medio, no un fin en sí mismo.
También nosotros nos jugamos un café en la partida de dominó con los amigos y lo que menos importa es el valor económico del café. ¿Qué nos motiva? Las ganas de vencer al otro y de ver su cara cuando paga o, en el caso de los jugadores de los Celtics, el mostrar a su entrenador que estaba equivocado y el deseo de no fallarle. Son motivaciones intrínsecas, pues el llegar a la final les podría ayudar a sentirse bien por haber conseguido el logro.
También pudiera haber algo de la motivación que en el IESE llamamos trascendente, la que tiene que ver con el bien que se hace a los demás. Quizá Rivers estuviese generando, incluso sin saberlo, un sentimiento de equipo que podría llevar a los jugadores a esforzarse más y trabajar mejor para ayudar a los compañeros a conseguir su objetivo, siendo consistentes, de paso, con la frase que luce en el vestuario de los Celtics y que dice: «Los individuos ganan partidos, los equipos ganan campeonatos».
Los Celtics finalmente alcanzaron la final, y la perdieron tras siete emocionantes partidos Recuperaron sus cien dólares. Seguro que los jugadores hubiesen dado muchos más por ganarla.