Ricardo Fernández Gracia, Director de la Cátedra de Patrimonio y Arte navarro
Los trabajos y los días en el arte navarro (7). Otras imágenes de oficios y profesiones
El carácter urbano de las ciudades desde la Baja Edad Media vino definido por la presencia en las mismas de mercaderes y artesanos. Estos últimos constituyeron un grupo social estable y activo cuyo fin era el de crear mercancías, demandar materias primas y consumir los productos del avituallamiento. Con el paso del tiempo, los que trabajaban en el mismo oficio se agruparon en gremios para defender sus intereses, con la exclusividad de producción y de enseñanza de la profesión.
Un elemento tan activo y sedentario, como el constituido por artesanos y otras profesiones, dejaron su huella en numerosas obras artísticas de distinto carácter y con fines también diversos, desde el retablo de un gremio dedicado a su santo patrono, en donde podremos contemplar cómo se trabajaba en un determinado campo, hasta una portada o una pintura en donde se representan a los artesanos con otros fines de didáctica y adoctrinamiento.
En el siglo XIX, con la popularización del belén en España, los distintos oficios de la sociedad preindustrial encontraron una ambientación colectiva en donde hacerse presentes. Zapateros, molineros, carpinteros, ganaderos, cazadores, herreros, panaderos, alfareros o carniceros serían plasmados en barros granadinos y murcianos adquiriendo un especial protagonismo en el ambiente de auténtico microcosmos festivo en el que se desarrolla el nacimiento de Cristo. Paralelamente, algunos fotógrafos y pintores dejarían también su particular visión de algunas de aquellas profesiones.
La interpretación de algunos conjuntos
La portada de Santa María de Sangüesa y la del Juicio de la catedral de Tudela, así como un conjunto de canecillos de la iglesia de la Magdalena de esta última ciudad ofrecen unos buenos conjuntos de representaciones de diversos oficios en distintos contextos y con diferentes lecturas. La presencia del diablo en los canecillos de la Magdalena junto a un cantero, un zapatero, una costurera y otros oficios da a entender que el trabajo se vinculaba al triunfo de Satanás, como secuela del pecado original, obedeciendo a una interpretación negativa de los trabajos allí presentes. En cambio, las representaciones en la puerta del Juicio de la catedral tudelana de ciertos pecados en tenderos o cambistas obedece más a la condena de la mala práctica en aquellas actividades que a las mismas propiamente dichas.
Socialmente, muchos oficios arrastraron en las personas que los practicaban una consideración social muy negativa. Ello explicará, en parte, las escasas representaciones en las artes figurativas. Piénsese que hubo que esperar a una Real Cédula de 1783 por la que se declaraba como “oficios honrados” a curtidores, zapateros, sastres, herreros y carpinteros, dictaminando que su ejercicio no envilecía “la familia, ni las personas del que los ejerce, ni la inhabilita para obtener los empleos municipales de la república en que estén avecinados los artesanos o menestrales que los ejerciten”.
Zapateros y alpargateros
Contamos con un buen número de imágenes de zapateros desde el Románico al Barroco. Al maestro Esteban se adjudica un altorrelieve que se conserva en el Museo de Navarra y procede de la catedral de Pamplona y se data entre 1101-1127. En la portada románica de Santa María de Sangüesa, de la segunda mitad del siglo XII, encontramos la figura del zapatero repetida en sendas imágenes, en dos momentos de la realización de un zapato.
La parroquia de Lumbier conserva el relieve que debió presidir el retablo de los zapateros, dedicado a San Crispín y San Crispiniano. Su fecha correrá paralela a la del establecimiento y aprobación del gremio en la localidad, en 1628 y 1629 respectivamente, algo que se aviene perfectamente con su estética tardorromanista, con incipientes rasgos de realismo de sus figuras. Otros retablos dedicados a los santos Crispín y Crispiniano no se centran en la escena de la realización de zapatos, sino que glosan su martirio, como ocurre en el de la parroquia de San Miguel de Estella (1602), aunque entre los atributos que suelen lucir siempre hay un zapato o una bota.
En Pamplona, la cofradía de los zapateros, denominados como maestros de obra prima, contó con diversas ordenanzas y estuvo bajo la advocación de San Eloy al que rendían culto en San Nicolás y San Crispín y San Crispiniano, venerados en la de San Lorenzo. Pese a que en 1757 hubo que reformar las ordenanzas para restringir la entrada en la cofradía por ser excesivo el número de tiendas de zapatos en la ciudad, la consideración social de sus miembros era muy peyorativa.
Hubo localidades en donde la fabricación de otra tipo de calzado más humilde, las alpargatas, fue en el pasado fundamental en su economía. En una relación de 1799 de Fitero, conservada en la Real Academia de la Historia, leemos al respecto: “el gremio de alpargateros está más pujante. Consume al año en su manufactura mas de 6 o 7000 arrobas de cáñamo con el que se fabrican más de 210.000 pares de alpargatas, de las cuales, después de proveer al pueblo (que corrientemente usa este calzado) llevan lo restante a Pamplona, Tudela, Estella y otras pueblos y aún a los fronterizos de Francia. Mantiene este gremio en las diversas operaciones de su oficio como 260 o 280 personas”. Hace poco menos de un siglo Florentino Andueza recogió en unos dibujos a los alpargateros de Fitero trabajando en sus bancos de madera, haciendo gala de una buena captación de los mismos, en sus posturas y acciones con las manos al conformar y coser las alpargatas.
Panaderos
Los horneros y panaderos veneraron en Pamplona a San Fermín, como patrono y protector, como ocurriera en Francia, en sintonía con un relato legendario de que la familia del santo poseía la principal panadería de la Pamplona de su tiempo. A este respecto, tengo recogido un canto de Fitero, cuya letra reza: “San Fermín está en Pamplona con un pan debajo del brazo y los niños de la escuela se lo comen a pedazos”. Ignoro si la imagen del santo que los horneros veneraban pudo tener el pan como atributo especial. En 1602 los horneros y panaderos pamploneses eran 13 y 47, respectivamente. En 1619 redactaron sus ordenanzas en las que se recogen los cultos dedicados por el citado oficio al santo.
La representación más importante del oficio de panadero figura en la puerta del Juicio de la catedral tudelana. En la parte de los condenados encontramos a un demonio sujetando a una panadera que manipula la masa del pan, entre llamas. En unos momentos en que el pan era básico en la alimentación, su precio y manipulación estaba vigilado y controlado por las autoridades para evitar su engaño en peso, calidad y precio. Precisamente, la representación de la dovela alude a las prácticas especulativas y fraudulentas de algunos panaderos sin escrúpulos, lo que les hacía merecedores del fuego infernal.
En Navarra se conservan delicadas figuras de barro policromado destinadas a colocarse en los belenes y pertenecientes al siglo XIX Y XX, representando hornos de pan, panaderos y panaderas, así como mujeres con su tabla sobre la cabeza en la que se contienen panes recién cocidos.
Carniceros y pañeros
La portada de Santa María de Sangüesa, obra del último tercio del siglo XII, nos presenta a tres personajes que se disponen a sacrificar a un cerdo, una cabra y un conejo. En la del Juicio de Tudela la mala praxis del carnicero, engañando en el peso y quizás en el propio género de carne, es protagonista de una de sus dovelas en donde al igual que en el caso de los cambistas se da cuenta del pecado de la avaricia, intentando obtener ganancias ilícitas. El carnicero pone la mano en la balanza, inclinándola a su favor, además de que la carne que vende puede ser la del perro que se encuentra a su lado. Se censura, de este modo, a los mercaderes que manipulan calidad y peso, amén de la mentira y el perjurio, a fin de obtener ganancias superiores a las debidas. Así se justifica con la representación próxima del castigo a los carniceros, en que dos personajes con grandes cuchillos introducen las manos en la boca de un ser infernal, que como ha identificado B. Mariño, hace las veces de Bocca della Verità que, como la de Roma, se cierra sobre la mano de los perjuros.
En una de las claves del mensario del claustro catedralicio pamplonés, correspondiente al mes de noviembre, volvemos a encontrar la matanza del cerdo, a cargo de un hombre que se dispone a golpear al animal con la parte trasera de un hacha, del mismo modo que en Sangüesa.
En la portada del Juicio de la catedral de Tudela y con el mismo motivo que en los carniceros, para representar al avaricioso, se nos reconoce a unos pañeros falseando la medida, y poco más allá su castigo, ya que son obligados a cargar con un pesado fardo mientras un diablo les toma medida a ellos en sus espaldas con una vara.
Del devenir del gremio de cortadores o carniceros en Pamplona que tenían como patrona a la Virgen del Rosario en el siglo XVI y más tarde a San Fermín, dan buena cuenta los libros que se conservan en San Saturnino de Pamplona que abarcan desde 1582 a 1847. Los cultos los tenían en las diferentes parroquias de la ciudad.
Cambistas
Los cambistas y banqueros no podían faltar en varias dovelas de la misma puerta tudelana para expresar el pecado capital de la avaricia y las penas severas por su práctica. En una de ellas dos hombres con sendas bolsas de monedas colgadas al cuello se queman en una caldera. Si hemos visto anteriormente a carniceros, pañeros y panaderos condenados, no les esperaría mejor suerte a los que mercadeaban con el dinero, como los prestamistas, cambistas y banqueros. En otra dovela un banquero sedente e identificado por las monedas y la balanza de su mesa, se quema y es torturado por sendos demonios. En otras representaciones del mismo conjunto, la tabula numularia o tabla de cambios identifica a los cambistas que son conducidos por el diablo o incluso sufren tormento en su lengua a causa del fraude, usura y engaño en sus transacciones.
Criadas y lavanderas
Las representaciones de criadas en las artes figurativas están ligadas, de ordinario, a las escenas del nacimiento del Bautista o la Virgen. Parteras, domésticas y otras asistentas encontramos en bellos ejemplos de nuestra pintura y la escultura, que nos han dejado testimonios muy elocuentes, entre los que destacan por sus detalles los ejemplos del siglo XVI: Pedro de Aponte en Santa María de Olite, retablo del Bautista en la Victoria de Cascante o los relieves de Torralba del Río, Mendavia, catedral de Pamplona, Esquíroz, Dicastillo o Santa María de Tafalla.
Capítulo especial merecen las lavanderas, cuyas representaciones en barro policromado tuvieron su gran representación en los belenes tradicionales que eran fiel espejo de la sociedad preindustrial. En Navarra, algunas pinturas de fines del siglo XIX, así como delicadas instantáneas de destacados fotógrafos nos sitúan ante una profesión harto dura y de la que hay testimonios escritos, como la instancia que las lavanderas dirigieron al ayuntamiento de Pamplona en 1881 para que se construyese un lavadero cubierto “la construcción de un lavadero aun cuando fuese de tabla donde las exponentes puedan hacer sus labores con alguna comodidad”.
La pintura de Inocencio García Asarta, fechada en 1895 y estudiada en su monografía del pintor por I. Urricelqui, es un testimonio colorista y simpar de un grupo de aquellas mujeres esforzadas a las que se representan alegres, como ajenas a su duro trabajo, en un delicado paisaje junto al río Arga, en el que muestran todo su instrumental. La gramática formal de la pintura se adecua a su segunda etapa formativa que transcurrió entre 1891 y 1897, en donde se aprecia un enriquecimiento de su paleta, aclarándola, y una técnica más suelta.
En 1895 fecha J. M. Muruzábal la pintura de Puente de la Rochapea, obra de Natalio Hualde, en el que se representa el citado puente pamplonés con las lavanderas en sus orillas, mientras que las murallas del actual Portal Nuevo y la Taconera se sitúan al fondo.
Entre las fotografías destacan las recogidas en su blog por P. Mendiburu, así como una de Nicolás Salinas que tienen como protagonistas a mujeres tudelanas junto al Ebro en 1905, vista que se popularizó poco más tarde en postales incluso coloreadas. Una larga fila de lavanderas con el puente al fondo y unos carreteros en un plano intermedio conforman la composición ordenada del afamado fotógrafo tudelano. Otras instantáneas de lavanderas se divulgaron entre colecciones de postales con temas patrimoniales y costumbristas hace ya casi un siglo, en Estella (Roisin) o Altadill (Pamplona, 1903).