Belén Moncada Durruti, Doctora en Historia, Universidad de Navarra
Mulas en España
Son miles los jóvenes que en países como Colombia, México, República Dominicana, Centroamérica o África Occidental se ofrecen a cruzar fronteras transportando droga en su vientre a cambio de un dinero. Este "correo humano" o "mulas", como se les conoce comúnmente, está compuesto, casi siempre, por personas de escasos recursos económicos que proceden de poblaciones donde apenas existe una red pública de sanidad y educación. En la mayoría de los casos son mujeres jóvenes engañadas por el señuelo de un dinero de fácil acceso, ya que se trata de un "trabajo" que, como mucho, puede tenerles ocupadas dos meses entre entrenamientos y viaje, y que está muy bien pagado.
Una mujer puede transportar en su aparato digestivo o vagina hasta 3 Kg. de droga repartida en pequeñas cápsulas del grosor de un dedo, forradas con látex y untadas con miel para facilitar su ingestión. Con frecuencia son más "valiosas" como mulas las mujeres que los hombres y, sobre todo, las embarazadas, por las mayores posibilidades de eludir los controles de los aeropuertos.
No obstante, los resultados a veces no son los esperados: con frecuencia estas personas que ejercen de correo humano son detenidas y enviadas a la cárcel. Este mismo Diario publicó hace poco la noticia de la "mula" embarazada (más) detenida en Madrid. Otras veces, el viaje termina en la muerte, debido a la rotura en el interior del estómago de las cápsulas de droga ingeridas.
El sufrimiento de estas "mulas de vientre" antes, durante y después del trabajo es enorme desde un punto de vista emocional y social. Durante meses están sometidas a duros entrenamientos tanto psicológicos como físicos para adaptar biológica y químicamente su cuerpo a la nueva sustancia, tragarla y transportarla. Y, aunque nos parezca casi increíble, el número de "mulas" en el mundo occidental es muy elevado y crece día a día. Se estima que por cada "correo humano" de este tipo que arrestan, consiguen cruzar las fronteras muchos más. No son conscientes, me temo, de la magnitud real de la estructura de la red donde se insertan.
¿Tanta necesidad económica padecen estos países? ¿Tanto apremio al dinero tienen las jóvenes dominicanas o colombianas como para desafiar de este modo a la muerte? Seguramente será así en un alto porcentaje. Pero, lo que más sorprende, es que en los últimos años hombres y mujeres de capas sociales no tan desfavorecidas también se ofrecen como "mulas". Quizá el reconocimiento social que comporta el dinero, las oportunidades que genera en el mundo actual -donde el tener y poder gastar es lo más valorado-, hace que el mercado de las "mulas" se extienda por ambición más que por necesidad.
España ha sido siempre un territorio de paso y, como tal, vía de entrada de la droga sudamericana en Europa. En los aeropuertos de países nórdicos ya no se fían de las estudiantes españolas; los cárteles dominicanos tienen varios pisos en Madrid, Granada o Canarias; y las rutas del narcotráfico se reinventan constantemente por distintos puntos de nuestra geografía. Al igual que los cárteles de donde parten, las rutas del tráfico de droga se redibujan con rapidez, en función del mayor o menor control policial. No extraña, por tanto, que hoy en día más del 40% de la cocaína producida en los Andes llegue a Europa desde África Occidental. La estructura de las redes del narcotráfico es cada vez más compleja y difícil de descifrar.
En cualquier caso, no podemos olvidar que, si existe un cada vez más floreciente narcotráfico, se debe a que la demanda es constante por parte de los continentes con poder adquisitivo (América del Norte y Europa). Hasta que los organismos internacionales y nuestros poderes públicos no decidan combatir con firmeza la comercialización a la vez que el consumo, no podemos esperar que se extingan las "mulas" en nuestro país.