Isabel Rodríguez-Tejedo, Facultad de Económicas, Universidad de Navarra
Problemas de solvencia
La prima de riesgo sigue poniéndonos los pelos de punta. El número (cualquier número) en si no tiene nada de místico, lo preocupante es lo que refleja su tendencia alcista: la creciente falta de confianza en las posibilidades y el futuro de nuestra economía. Parte de la subida de la prima de riesgo se debe a la caída del tipo interés de los bonos alemanes, lo que aumenta la brecha con el nuestro, y no debería en principio causar problemas, pero claramente hay también otras razones.
Y es que las dificultades se acumulan. El gobierno garantiza el apoyo a las comunidades y escribe cheques en blanco para el sector financiero. Ni lo uno ni lo otro, llegados al punto en el que estamos, podría tener otra solución, pero esa nacionalización de deudas nos va a salir cara. Y mucho. La cifra que se repite es la que se ha puesto sobre la mesa desde JP Morgan: según uno de sus economistas principales, sostener la financiación de España hasta 2014, incluyendo la recapitalización de los bancos, supondría unos 350.000 millones de euros. El problema es (ahora sí) de solvencia. La pregunta que se hacen hoy los mercados es la que ya se hacía ayer en la calle: "¿de dónde va a salir el dinero?"
En el pasado, las muy enérgicas declaraciones de nuestros gobiernos anunciando que España no necesitaba un rescate se han basado en que nuestra capacidad de auto-financiación no se veía superada por la mala situación económica. No es fácil obviar lo evidente, y es que el discurso ha cambiado: aunque se sigue negando la posibilidad del rescate, los altos oficiales de nuestro gobierno señalan lo difícil que resulta financiarse con los tipos de interés actuales. Aún no ha bajado el telón, pero parece cada vez menos probable que el Estado sea capaz de hacer frente a las necesidades de financiación de manera autónoma y que precisaremos de algún tipo de ayuda externa.
El Mecanismo Europeo de Estabilidad podría proporcionar liquidez pero no parece una opción viable como solución, dadas la magnitud y la naturaleza del problema. Como mucho, cabría esperar que sirva como estabilizador hasta que se pusiera en marcha un plan de rescate. El rescate que ha venido ofreciendo Europa (el que recibieron griegos, irlandeses y portugueses) no es el que el gobierno quiere. Las condiciones que vienen asociadas con los planes de rescate tradicional no suponen sólo pérdida de soberanía (siempre humillante políticamente). Además, la experiencia de estos países habla de altos costes sociales y fuertes contracciones de la actividad económica. Por otro lado, visto desde fuera de nuestras fronteras, es probable que a muchos les parezca justo que sea el que ha roto los platos el que pague la cuenta y no les apetezca financiar nuestra desdicha (perdón, nuestra deuda).
Hay otra posibilidad, en principio más apetecible. Esta segunda opción se basa en la recapitalización directa de los bancos. Para entendernos: la solución pasaría por un rescate que vaya directamente al sector financiero, sin que el Estado en su conjunto tenga que pedir ayuda. Los que apoyan la medida señalan que va derecha al corazón del problema, y esquiva imponer condiciones a la economía en su conjunto. Los que se oponen dudan, primero, de que el problema esté tan contenido y, segundo, no ven con buenos ojos que se "pase el paquete" de la financiación que necesita un país al conjunto de la Unión tan por las buenas. Además, tal y como está diseñado, el Fondo de Rescate no contempla esta opción, a la que Alemania se ha opuesto repetidamente. Entre los que están a favor y los que se oponen, parece que los últimos llevan las de ganar, aunque el debate no está completamente cerrado.
Cualquiera de las dos fórmulas tendría sus consecuencias, pero las del rescate tradicional serían probablemente más duras. En todo caso, que veremos más ajuste fiscal (léase más impuestos y más recortes del gasto) parece garantizado. Podríamos esperar que los ajustes alcanzaran a alguna de las reformas estructurales que hemos venido arrastrando y siempre dejando a medias, pero a corto plazo la que lleva las de ganar es la tijera.