Gerardo Castillo Ceballos, Profesor de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra
El declive de la lectura: de la bibliofilia a la bibliofobia
La pérdida de interés por la lectura (sobre todo en los jóvenes) está aumentando a pasos agigantados. Cuatro de cada diez españoles son “inmunes a los encantos del libro”. Esa es la conclusión principal del Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en la España de 2017, perteneciente a la Federación de Gremios de Editores de España.
Cada vez hay menos bibliófilos (amantes de los libros y de la lectura) y más bibliófobos (temerosos de los libros debido a experiencias lectoras negativas; también por verlos como algo obsoleto que choca con los nuevos modos de información). En algunos ambientes se está considerando la lectura de libros como una simple moda del pasado, no como un medio para satisfacer la necesidad permanente de saber y de ser una persona más culta.
Actualmente se realizan todo tipo de encuestas y estudios para averiguar por qué muchos jóvenes de ahora suelen evitar la lectura de libros. Se suele culpar a los padres por no valorar la lectura en su familia.
Antonio Mingote dibujó a un padre pragmático aconsejando a su hijo:
“Primero tienes que hacerte un hombre de provecho, con una educación esmerada, sólida formación y firmes principios. Luego ya podrás leer algún libro”.
La mayoría de los estudiantes de hoy se limitan a las lecturas obligatorias exigidas por los profesores. Esto es un error, ya que lo que más desanima a leer es hacerlo sólo por obligación. Si lo convertimos en una tarea será vista como algo tedioso.
La afición a la lectura no se consigue por imposición ni por competición; da más resultado tener libros en casa sobre temas diversos, incluidos cómics; que estén al alcance de los hijos; ver leer a los padres y hermanos; visitar librerías juntos: permitir la libre elección del libro, dentro de los que está aconsejado para cada edad según criterios psicológicos y éticos.
No se suelen mencionar dos causas del desinterés por la lectura que, en mi opinión, son muy importantes. La primera es el apresuramiento que caracteriza a la vida actual. Los jóvenes aman la excesiva velocidad, pero hay algo más preocupante: la prisa. Lo peor no es que se quemen las etapas en un viaje por carretera, sino que se quemen las etapas de la vida misma. Esa es una vida en la que se tiene la impresión de que no tenemos tiempo para leer un libro o para mantener una conversación sosegada con un amigo. Creemos que basta con enviarle un WhatsApp. Se prefiere visualizar un video sobre un personaje histórico a leer su biografía, porque esto último exige reflexión y dedicar más tiempo.
Una segunda causa: los medios de comunicación digital y la amplia oferta de entretenimientos en sus plataformas, al alcance de cualquiera y sin ningún esfuerzo, hace que los estudiantes hayan ido perdiendo el hábito de lectura. Ello origina deficiencias en el vocabulario, en la ortografía y en la expresión oral y escrita que están muy relacionadas con el fracaso escolar.
En mis tiempos de estudiante universitario, en la década de los 60, viajar en el Metro de Madrid era como desplazarse en una biblioteca rodante. La mayoría de los viajeros, sobre todo los más jóvenes, permanecían embebidos en la lectura de un libro todo el trayecto. No volví a tomar ese Metro hasta 15 años después; observé con estupor y pena que casi todos los viajeros, estaban enganchados no a un libro, sino a un teléfono móvil.
Muchas personas ignoran que la lectura continuada, reposada y reflexiva de un libro nos aporta mucho más que leer mensajes fugaces en el “móvil”. La adquisición de conocimientos a través de la lectura de libros tiene un valor único, debido a que mantiene la mente activa y estimula diversos procesos cognitivos. Por eso, ha sido muy elogiada por grandes escritores. Dos ejemplos:
“Que otros se jacten de las páginas que han escrito. A mí me enorgullecen las que he leído” (Jorge Luis Borges).
Para la poetisa Wislawa Szymborska, la magia de la literatura radica en que nos hace (al menos por un rato) más libres. “Leer libros es el más glorioso pasatiempo que la humanidad ha ideado”.
Sugiero a los jóvenes poco aficionados a los libros que lean dos conocidas novelas. Una es “Matar un ruiseñor”, de Harper Lee; la otra se titula “La isla del tesoro”, de Robert L. Stevenson. Son dos joyas literarias que atrapan al lector desde el principio. Se han llevado al cine, con gran éxito.
Este puede ser el primer paso para crear una relación con miles de nuevos amigos que siempre tienen tiempo para quien llama a su puerta: los libros.