10 de mayo de 2005
CONFERENCIA EN COLABORACIÓN CON LA CASA NAVARRA EN ZARAGOZA
San Francisco Javier en la identidad histórica de Navarra
D. Ricardo Fernández Gracia
El objetivo de la charla fue la de mostrar de cómo se fue construyendo la figura de San Francisco Javier en la memoria histórica de Navarra, como uno de sus elementos de identidad, a lo largo de los siglos XVII y XVIII. Unas peculiaridades propias, acordes con la cultura del Barroco, convertirán al preclaro hijo de Navarra en todo un símbolo de orgullo y gloria para la tierra que le vio nacer, con unas connotaciones propias, ajenas a algunos hechos que convergerán en su figura en tiempos contemporáneos, de los que ya se ha realizado alguna interpretación.
La elevación a los altares de un hijo de una familia noble del Reino, en 1622, hizo que las Cortes y la Diputación, influenciadas por los jesuitas, lo declarasen patrono, en sintonía con los nuevos tiempos de la Contrarreforma y con unos renovados ideales y modelos de santidad. Pese a la oposición, a lo largo de algunos años, de la ciudad de Pamplona y su cabildo catedralicio, y al enfrentamiento de partidarios de Javier y San Fermín, al final se llegó a un acuerdo y a una decisión papal, en 1657, señalando a ambos como aeque patroni principales de Navarra. Aquel enfrentamiento entre pueblos, cabildos e instituciones no se circunscribió a la época, ya que en su interpretación se han vertido distintos juicios hasta tiempos bien recientes, según suscribiese la relación de los hechos un jesuita o un canónigo de Pamplona.
Las fiestas que las instituciones del Reino, el ayuntamiento de Pamplona y los jesuitas le dedicaron a Javier durante los siglos del Barroco en la capital navarra, a una con las celebraciones de su festividad y de la novena de la Gracia en numerosas poblaciones, auspiciadas por personas devotas, sus cofradías y parroquias, hizo que el conocimiento de su figura fuese creciendo en diferentes ámbitos y niveles.
Las representaciones escenificadas de su vida que se preparaban en los colegios de Pamplona y Tudela también cooperaron a la difusión de su imagen transfigurada.
De su rica iconografía destaca por su significación y lectura en Navarra, la referente al copatronato con San Fermín, ya que los dos santos aparecen haciendo pendant en numerosos ámbitos, tanto del antiguo territorio del obispado pamplonés, como del resto de zonas, bajo la jurisdicción de los prelados de Tarazona o Calahorra. Un conjunto singular con un ciclo de seis grandes lienzos flamencos decoraron la santa capilla en el castillo de Javier, convertida en lugar de peregrinación, al igual que ocurrió con San Ignacio en Loyola o Santa Teresa en Ávila, aunque sin alcanzar tanta dimensión.
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