21 de marzo de 2006
Ciclo de conferencias
LOS JEROGLÍFICOS DEL AYUNTAMIENTO DE PAMPLONA. IMAGEN Y CEREMONIAL REGIOS
Protocolo fúnebre pamplonés en la Edad Moderna
D. José Luis Molins Mugueta.
Archivero Municipal de Pamplona
José Luis Molins Mugueta, Archivero Municipal, abordó el análisis del protocolo fúnebre dedicado por la Ciudad de Pamplona a las personas de estirpe real, a lo largo de los siglos XVI al XVIII.
Partiendo de antecedentes que remontó a la antigüedad clásica romana, el ponente se detuvo en el análisis de las exequias de los monarcas navarros de la dinastía Evreux, Carlos II y, singularmente Carlos III, como hitos importantes en la conformación del ceremonial posterior. Señaló que la catedral de Pamplona, escenario de coronaciones y sepelios en el ocaso de la Edad Media, quedó entonces determinada como el ámbito religioso de elección para las celebraciones que las instituciones del Reino -Virrey con el Consejo Real y Tribunales, de una parte, y Regimiento de la Ciudad, de la otra-, dedicaron a los monarcas fallecidos, cónyuges o personas de su familia, pertenecientes a las dinastías Austria y Borbón, reinantes sobre Navarra. Hizo luego mención a la denominada “soledad de los reinos”, circunstancia que se produce en las Monarquías de la Edad Moderna, cuando la agregación de diversos reinos y territorios determina necesariamente para los más el alejamiento de la Corte, que sólo puede radicar en uno de ellos. El “rey ausente”paradójicamente se hace “presente”con motivo de su fallecimiento, pues da ocasión a la protocolaria y teatral puesta en escena de instituciones, personalidades y pueblo, en rituales fúnebres intensamente codificados y cargados de hondo sentido simbólico. A través de los ejemplos de París y Roma expuso el fin propagandístico y de imagen que este tipo de funerales pretendía alcanzar en Cortes extranjeras.
A lo largo de la exposición pudo apreciarse cómo la abundante documentación conservada en el Archivo Municipal permite reconstruir fidedignamente el protocolo fúnebre pamplonés. Singularmente el manuscrito denominado Libro de Ceremonial y Funciones da cuenta de los pormenores de este proceso, en el que preocupaban providencias tales como la adopción de los lutos, el apronte de cera y el levantamiento del túmulo, propiedad del Regimiento y pieza principal de los funerales que organizaban Virrey, Consejo y Tribunales y, en jornada siguiente, la Ciudad. Las calles eran entonces testigos de tres apesadumbrados cortejos: de pésame, al palacio real de la Navarrería; de víspera y misa de exequias, a la catedral. Todos, con principio y término en la casa consistorial.
El catafalco fue objeto de especial tratamiento, tanto en su tipología y evolución en el tiempo, como en su carácter simbólico. Así, adujo el conferenciante razones para considerar el túmulo como expresión política y social de la Monarquía, edificio simbólico de virtudes personales del difunto, plasmación de la dinastía y personalización del soberano; y, como tal, objeto atestiguado de honores y deferencias.
Finalizó su disertación José Luis Molins aludiendo al conjunto de 101 “jeroglíficos” conservados en el Archivo Municipal, pintados sobre papel, correspondientes a cuatro series de emblemas simbólicos, que ilustraron los túmulos de Felipe V, Bárbara de Braganza, Isabel de Farnesio y Carlos III. Por su rareza este conjunto navarro es de una importancia singular, si se tiene en cuenta que, por lo que se refiere a la Monarquía Hispánica, prácticamente la totalidad de los originales de este tipo han desaparecido a uno y otro lado del Atlántico. En reciente fecha han sido objeto de una completa labor restauradora, previa a la difusión de su conocimiento.