13 de marzo de 2007
Ciclo de conferencias
LECCIONES DE ARTE CONTEMPORÁNEO EN NAVARRA
Centro y periferia en la pintura del periodo de entre siglos
Dr. Ignacio J. Urricelqui Pacho.
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
Durante el tránsito del siglo XIX al XX, en España se asistió al mismo proceso de modernización pictórica que se produjo en Europa y que planteó un cambio de orientación estética. A la confirmación del eje Madrid-Roma que había tenido lugar durante la centuria se planteó como alternativa otro que, partiendo de escenarios periféricos de la Península, miró directamente a otros centros europeos como París o Bruselas.
Nicolás Esparza, Ayudando a la lectura, 1895. Museo de Navarra
Navarra presenció este proceso desde un posicionamiento estético más cercano a la tradición que a la modernidad, fiel a la estética decimonónica e influído por el naturalismo en la representación de los temas y en el uso del color, de la pintura española del XVII. Frente al desarrollo de los ismos en las primeras décadas del siglo XX, diversas voces reivindicaron una pintura de corte académico, centrada en la figuración, el uso correcto del color –aplicado éste sin estridencias-, y la importancia del dibujo y del modelado, aprendido del contacto directo con escuelas y academias oficiales donde la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid cobró un protagonismo claro. Igualmente, otros ámbitos como Barcelona o Bilbao ejercieron también su influencia.
Jesús Basiano, Otoño, 1928. Museo de Navarra
La modernidad de la pintura navarra del período de entre siglos vino del contacto de varios artistas con focos europeos, en particular con París aunque también otros, que se tradujo en la apertura hacia una gama cromática más generosa, una pintura más abocetada, y la atención a efectos lumínicos que tratan de captar el instante representado. En este sentido, fue la deuda impresionista la que mayor peso tuvo, a lo que hay que añadir el empleo por parte de varios artistas, de un colorido expresivo y empastado. Desde el punto de vista de los temas, al retrato de herencia decimonónica se fue uniendo un creciente interés por el paisaje y las escenas costumbristas. Así sucede, al menos en algún momento de su itinerario con Inocencio García Asarta, Andrés Larraga, Javier Ciga, Jesús Basiano, a los que hay que unir a otros pintores como Julio Briñol, Lorenzo Aguirre o Emilio Sánchez Cayuela, que a través de Madrid, tocaron de cerca una estética más moderna.
La Guerra Civil marcó un punto de inflexión en este proceso trayendo consigo la confirmación de un tradicionalismo estético, aunque no exento de interés plástico. Un capítulo sobresaliente al respecto lo constituye el cartel festivo y, en particular, el sanferminero, que alcanzó en la década de 1930 un notable sello de calidad y personalidad a través de firmas como Urzainki, Muro Urriza, Elvira, Lizarraga o Crispín Martínez.
Julio Briñol, Paisaje castellano, c.a. 1930. Museo de Navarra