13 de marzo de 2007
Ciclo de conferencias
LECCIONES DE ARTE CONTEMPORÁNEO EN NAVARRA
De la tradición dieciochesca al Realismo decimonónico: la pintura del siglo XIX
Dr. Ignacio J. Urricelqui Pacho.
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
La conferencia propuso un análisis de la pintura realizada desde finales del siglo XVIII hasta el último cuarto del siglo XIX, ahondando en los movimientos y en las tendencias que tuvieron mayor presencia en Navarra. Durante el último tercio del setecientos, momento en el que a las formas tardobarrocas y al rococó se fue imponiendo el lenguaje academicista propiciado desde la Corte por la Real Academia de Bellas y Nobles Artes de San Fernando, el Reino presenció algunos interesantes trabajos que sirvieron para renovar, aunque fuera parcialmente, el ambiente artístico local. El Rococó, con su elegancia y vistosidad cromática y de formas, tuvo presencia a través de pinturas como las de Pedro Antonio de Rada en Pamplona o, más aún, Luis Paret y Alcázar en Viana. La activa presencia del corellano Antonio González en la Corte, dirigiendo durante unos años la sección de Dibujo de la Academia de San Fernando, no impulsó una actividad pictórica en su tierra natal.
Mientras que autores locales como el cascantino Diego Díaz del Valle apuraban un lenguaje retardatario en pinturas de discreta calidad, la Diputación del Reino y destacados personajes de la nobleza local consumían en el tránsito del siglo una pintura selecta encargada en la Corte. Al marqués de San Adrián lo retrataba en 1804 Francisco de Goya, mientras que la Diputación demándaría durante el primer tercio de la centuria interesantes ejemplos en el campo del retrato real, con trabajos del propio Goya, Madrazo, Esquivel, o Vicente López. La Iglesia también contribuyó a ello a través de destacadas pinturas como el retrato del obispo Leonardo Severo Andriani, firmado por Vicente López hacia 1848. Por su parte, la clientela privada, en particular la nobleza, demandó pinturas, no sólo retratos, sino también paisajes y escenas costumbristas debidas a firmas foráneas. Más discreta en este sentido fue la labor de clientela ejercida por los ayuntamientos que por lo general optaron por artistas locales de limitada calidad.
Francisco de Goya, Retrato del marqués de San Adrián, 1804. Museo de Navarra.
En el período romántico se impulsó en Pamplona una Academia municipal de Dibujo que, regentada por el soriano Miguel Sanz y Benito, constituyó un punto de referencia en la formación artística local. No obstante, la falta de implicación institucional en la formación de los artistas, de una clientela sólida y de una crítica que se comprometiera activamente, limitaron los efectos de este proceso. Esta situación explica que cuando en 1860 la Diputación del Reino decidió acometer la decoración del Salón del Trono del Palacio provincial, aprovechando el anuncio de visita de la reina Isabel II para el año siguiente, los encargos pictóricos recayeran en autores foráneos –Alejandro Ferrant, Joaquín Espalter, Francisco Aznar, Francisco Mendoza y Constancio Corona-. Tan sólo un navarro, Miguel Martín Azparren, participó en el proyecto ejecutando las pinturas del techo, en un lenguaje nazarenista, mientras que el resto de pintores se ocuparían de realizar las escenas históricas y la galería de retratos de los reyes de Navarra que completaban el programa, inspirado todo él en las pasadas glorias del antiguo Reino de Navarra. La pintura de historia, género que copó el panorama oficial de la pintura en España durante la segunda mitad de la centuria, no tendría sin embargo especial auge en Navarra.
Miguel Martín Azparren, Pinturas del techo del Salón del Trono (detalle), 1860. Palacio provincial
Ya en el último cuarto de la centuria, coincidiendo con un mayor auge del realismo pictórico y una mayor trivialización en los asuntos tratados, en Navarra se asistía a la presencia de varios pintores interesados en representar temas cotidianos con un carácter realista y ahondando en el anecdotismo de las escenas. Pintores como Eduardo Carceller, Inocencio García Asarta, o Nicolás Esparza, trabajaron en este sentido renovando el panorama de la pintura local y actualizándola en cierta medida con relación al panorama nacional.
Salustiano Asenjo, Retrato de Pablo Sarasate, 1884. Ayuntamiento de Pamplona