7 de marzo de 2007
Ciclo de conferencias
PINTURA E HISTORIA
Imágenes para la historia de Navarra
Dr. Ricardo Fernández Gracia.
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
El tema de la historia ilustrada resulta complejo e interdisciplinar y se presta a múltiples enfoques e interpretaciones desde ángulos históricos y figurativos pero de indudable interés y novedad. Junto a pinturas de reyes en monasterios, catedrales e instituciones, presentados socialmente como benefactores y fundadores, Navarra cuenta con unos conjuntos iconográficos destacados sobre su historia, realizados en el siglo XVIII.
El objetivo concreto de la conferencia consiste en mostrar dos conjuntos singulares y hasta hace poco inéditos, que tienen como protagonistas a los reyes privativos de Navarra, que se destinaron a las ediciones ilustradas de una obra singular, los famosos Anales de Moret y Alesón, fundamento de todas las historias de Navarra hasta el siglo XX, la primera malograda y nunca difundida, por haber sido destruida por orden de las Cortes del Reino y la segunda, editada en Pamplona, en 1766.
Aquellas reediciones se han de entender en un contexto muy concreto, el de una Navarra que veía peligrar su status, ante las reformas centralistas de los Borbones. En el siglo anterior, la primera edición de los Anales obedeció a contrarrestar los intentos centralizadores de la monarquía de Felipe IV, al rescate de un pasado glorioso, como cimiento de un renovado “foralismo”, así como a una evidente apuesta por la reivindicación de la memoria histórica propia, gravemente alterada por autores foráneos, en unos momentos en que los fueros parecían correr cierto peligro, en última instancia, la propia entidad del reino. En pleno Siglo de las Luces, los “fueros” constituyeron una señal de identidad para los navarros, como señal de identidad colectiva, en unos momentos, en que para muchos el status de Navarra constituía un incómodo arcaísmo, especialmente, en el reinado de Carlos III, cuando los ataques contra los “fueros” se convirtieron en una actitud permanente y, de manera muy especial, a partir de 1766, cuando el conde de Aranda subió al poder y Campomanes no discutía asuntos concretos de tipo económico o militar, sino el mismo fundamento del régimen foral. La Diputación del Reino, debió pensar que los libros de Moret y Alesón vendrían muy bien como soporte histórico en aquel contexto, en el que el espíritu ilustrado iba calando poco a poco en algunas élites sociales. Además, la publicación se iba a ilustrar, con lo que la propaganda y persuasión estaban, si cabe, más aseguradas. Hay que tener en cuenta que el tema de las imágenes del pasado, gestas y retratos de los monarcas privativos navarros, ya no volverían a tratarse en la figuración artística hasta justamente un siglo después, en otro contexto muy diferente pero con alguna similitud. Nos referimos a la decoración del Salón del Trono del Palacio de Diputación, obra que se acometió cuando Navarra había pasado de Reino a Provincia, tras la convulsión de la Guerra Carlista, cuando, en virtud de la Ley Paccionada aún se conservaron numerosas singularidades en base a un pasado peculiar, que bien vendría la pena recordar con motivo de la visita de la reina Isabel II a Pamplona, que, por cierto, no se realizó.
No deja de ser significativo el hecho de que para ambas reediciones se pensase en ilustrarlas, si tenemos en cuenta la historia del libro en el Siglo de las Luces, cuando instituciones, como la Real Academia de San Fernando, impulsarán todo lo relacionado con la renovación de las artes y del grabado, en particular, obteniendo como resultado magníficas ediciones, cuidadas, lujosas y primorosas, según el gusto francés, tanto en obras literarias, como histórico o de carácter científico.
José Lamarca, Sancho VII el Fuerte. Serie grabada de los Reyes de Navarra
(1756)
Retratos simbólicos de los monarcas y de sus gestas forman un conjunto excepcional en el panorama del libro ilustrado hispano y navarro del siglo XVIII. En especial, los dibujos y pruebas de estado, realizados por el maestro aragonés José Lamarca por encargo del editor Miguel Antonio Domech, destacado impresor, hombre culto y de negocios establecido en Pamplona.
José Lamarca, Reconquista de Zaragoza por Alfonso el Batallador. Dibujo preparatorio y prueba de estado (1766)
El mensaje que hemos de leer bajo todas las ilustraciones de la edición definitiva de 1766, es múltiple, siempre con la intencionalidad de resaltar unos hechos y, sobre todos, unas ideas sobre las distintas etapas y reinados. En primer lugar, encontramos algunas imágenes que significan el arraigo de la fe, la cimentación sobre la Iglesia de toda la realidad del Reino, llegando a representarse hasta hechos milagrosos, como el hallazgo del cuerpo de San Fermín o la batalla de Simancas. No faltan las alusivas a la configuración geográfica del Reino y a la reconquista, a la preeminencia de los reyes cristianos sobre los musulmanes, e incluso las que van más allá de nuestras fronteras, como la participación en cruzadas y las Navas de Tolosa. En otras se exalta la valentía de los navarros, puesta de manifiesto en batallas, cercos de ciudades y otros hechos de armas singulares y, como no podía ser menos, el amor y respeto del pueblo por sus soberanos, a los que se pinta, nunca mejor dicho, como adornados de todas las virtudes cristianas y morales. Todas esas claves se descubren en la plasmación de determinados hechos, intencionadamente buscados, que ponen de manifiesto el deseo de cantar glorias y excelencias de soberanos, pueblos y ejércitos.
José Lamarca, Pamplona engrandecida por Sancho el Sabio. Dibujo preparatorio y prueba de estado (1766)