18 de julio de 2007
Ciclo de conferencias
EN TORNO A LA EXPOSICIÓN FITERO: EL LEGADO DE UN MONASTERIO
Platería y artes decorativas
D. Ignacio Miguéliz Valcarlos
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
El monasterio de Santa María la Real de Fitero conservó gran parte de su patrimonio artístico gracias a que la iglesia pasó a convertirse, tras la desamortización del gobierno de Mendizábal en 1836, en iglesia parroquial del pueblo.
La situación de Fitero entre tres reinos propició la llegada de maestros de múltiples lugares. Además el hecho de no pertenecer a Diócesis alguna favoreció la llegada de artistas de distintas procedencias que no tenían que justificar su presencia ni ante autoridades diocesanas ni ante gremios. Igualmente el hecho de que la dignidad abacial se proveía por el rey en virtud del patronato real, trajo consigo la llegada a Fitero de ilustres personajes que respiraban aires ajenos a la tierra y, en general, más en contacto con las novedades artísticas, lo que hizo que el monasterio atesorase una serie de piezas singulares que se salían de lo estrictamente regional. Así mismo el hecho de que las rentas del cenobio se dividieron en 1566 en tres partes, una para el Abad, otra para la comunidad, y otra para la fábrica, hizo que esta última se adjudicase unos ingresos nada despreciables para sufragar los gastos de nuevas obras.
"Arqueta eucarística", h. 1220
Entre el rico conjunto de obras de arte que se conservaron en la iglesia, destaca el patrimonio argénteo, con una nutrida selección de piezas que abarcaban desde las fechas fundacionales del cenobio hasta el siglo XIX. Sin embargo la mayor parte de la rica colección de objetos que recogen los inventarios a lo largo de los siglos no se ha conservado, en parte por haber sido fundidos para hacer piezas nuevas, pero sobre todo debido a la venta que los ayuntamientos del siglo XIX hicieron de tales obras en momentos de excepcionales circunstancias, siendo uno de los más importantes en 1811, en plena francesada, cuando se requiso la plata del monasterio para sufragar los gastos de guerra, llevándose a cabo tres ventas. A pesar de estas ventas, todavía han llegado hasta nuestros días obras de capital importancia, algunas de ellas procedentes de talleres foráneos, como pueden ser la urna relicario de filigrana de plata salida de talleres cubanos, o la naveta de plata con una copa de nautilo, pieza germana datable en el último cuarto del siglo XVI, y que responde a una tipología que gozó de gran aceptación a partir de mediados de dicha centuria, difundiéndose por extensas zonas de Europa, al compás que crecía el gusto por atesorar objetos raros, exóticos y exquisitos, naturales o artificiales, ligados al coleccionismo ecléctico y a las cámaras de las maravillas propias del Manierismo. Junto a estas obras se muestran en la presente exposición piezas argénteas procedentes de otras instituciones pero que tienen relación con San Raimundo de Fitero, fundador de este monasterio, como pueden ser las dos arquetas relicario de plata procedentes del ochavo de la catedral de Toledo y del monasterio de Calatravas de Moralzarzal, realizadas hacia 1721-1722, junto a una tercera hoy perdida, para repartir las reliquias del santo conservadas en el monasterio de Montesión.
"Naveta", tercer cuarto del s. XVI
Considerada como una de las obras cumbres de la orfebrería esmaltada en Navarra es una arqueta eucarística tardorrománica, fechable hacia 1200, que presenta un tratamiento desigual en la calidad de factura de sus diferentes caras, por lo que pudiera ser tanto un trabajo en serie en los fecundos talleres de Limoges, como obra de un taller itinerante que aplicaría la técnica lemosina entre Silos y Navarra. De gran importancia resulta también la colección de arquillas medievales, que forman un conjunto excepcional de piezas datadas entre los siglos IX y XIV, compuesto por cuatro arquetas o cajas, dos de marfil hispanomusulmanas y dos de madera, una románica y otra gótica. Varias de estas piezas se encontraron en 1927 en el interior de dos arcas de madera doradas y estofadas, realizadas en torno a 1592 por Felices de Cáceres y otros colaboradores del taller de Roland de Moys, arcas que se hicieron ex profeso para conservar estas arquetas relicario y que eran subidas a la torre de la iglesia desde la Santa Cruz de mayo hasta la de septiembre para espantar las tormentas veraniegas.
"Terno", segundo cuarto del s. XVII
Numeroso es también el conjunto de ornamentos conservado en la iglesia, reflejo de la rica colección existente antaño, recogiéndose su existencia, así como la donación de cuantiosas piezas en los diferentes inventarios y documentos del monasterio. Punto de inflexión fue la compra a mediados del siglo XVII de numerosos frontales de altar para los nuevos retablos que se hicieron en estos momentos. Pieza interesante es el terno realizado por las madres Carmelitas de San José de Pamplona, en cuya realización las madres pusieron gran énfasis, destacando la madre Graciosa de los Ángeles, hasta el punto de que el Padre Provincial en una de sus visitas tuvo que prohibir a las religiosas que se levantasen a las cuatro de la madrugada a trabajar en el mismo. Hay que señalar como este terno costó la astronómica cifra de 1.000 ducados de hechuras, cuando el retablo mayor, obra de Roland de Moys tuvo un costo de 2.200 ducados. Junto a éste se exponen otras piezas, como una colgadura eucarística de 1770, una de las obras bordadas del setecientos más sobresalientes que se conservan en Navarra, o un terno de mediados del siglo XVIII procedente del monasterio de Calatravas de Moralzarzal, y que según es tradición en el convento fue estrenado el día de la consagración del retablo y altar de San Raimundo de dicho cenobio.