22 de febrero de 2008
Conferencia
La parroquia de San Miguel de Larraga: Conformación de un conjunto artístico y devocional
Dª. Asunción Domeño Martínez de Morentin.
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
La monumental fábrica de la parroquia de San Miguel, se yergue enhiesta en lo alto del cerro dominando el caserío de la villa. Aunque la iglesia que actualmente contemplamos fue erigida en su mayor parte en la segunda mitad de siglo XVI y buena parte del XVII, sin embargo, el templo tuvo un origen anterior, como ocurre en gran cantidad de edificios religiosos navarros. El aparejo de los muros es el que nos marca claramente el proceso constructivo que siguió este edificio a lo largo de los siglos. Si nos detenemos a analizar con detenimiento los cambios de piedra, de elementos decorativos y estructurales, el edificio se nos ofrece como un libro abierto.
En el cambio del siglo XII al XIII, coincidiendo con un momento de paz y prosperidad que vive la localidad, acrecentado, sin duda, por los fueros que otorga Sancho el Sabio en 1193, se construye la primitiva iglesia, protogótica, de una sola nave cuya longitud abarcaba aproximadamente hasta los actuales pilares cilíndricos del crucero, donde estaría ubicada la cabecera de trazado semicircular o pentagonal. Los tramos de la nave se cubrieron probablemente con bóvedas de crucería, como atestigua la huella del arco apuntado que se aprecia en el muro hastial, sobre el coro. A este primer impulso constructivo pertenece también el coro alto y la portada que se abre en el muro hastial, de estructura todavía románica.
Restos de la fábrica medieval en el arco apuntado sobre el coro (izda) y la portada del muro hastial (dcha)
A comienzos del siglo XVI, la iglesia se va a ampliar con la incorporación de una serie de capillas abiertas a ambos lados de la nave, aprovechando estructuras medievales como muros o contrafuertes. Esta centuria coincide en Navarra con un momento de gran esplendor que se traduce en una intensa actividad constructiva. De todas las capillas que se realizaron en esta fase constructiva, sólo se conserva la dedicada al Santo Cristo, cubierta por una bóveda de terceletes. Como testimonio de estos espacios, hoy desaparecidos, ha quedado la huella de los arcos apuntados que formaban parte de las cubiertas.
Capilla del Santo Cristo (1º mitad siglo XVI)
No cabe duda que el siglo XVI constituyó un momento de auge para la villa de Larraga, puesto que en la segunda mitad de esta centuria se lleva a cabo una segunda ampliación de la iglesia a partir de la cual, el templo va a adquirir su fisonomía actual. La ampliación consistió en la construcción, a partir de 1571, de un nuevo crucero, una cabecera -para lo cual fue necesario derribar la primitiva capilla mayor de época medieval- y una sacristía. La necesidad de agrandar los espacios de culto vino dada por varios factores como el importante aumento del crecimiento demográfico, la bonanza económica consecuencia de la estabilidad política que se vive en estos años, el fervor religioso o la llegada de algunos canteros guipuzcoanos, considerados como los mejores maestros de toda la península.
La remodelación de 1571, siguiendo las trazas del maestro Juan de Villarreal va a otorgar un nuevo aspecto al edificio; Juan de Villarreal es, como apunta la Dra. Mª José Tarifa, “una de las figuras más sobresalientes” del panorama arquitectónico navarro del siglo XVI. Tracista, maestro de obras y veedor del Obispado de Pamplona, en su dilatada trayectoria se aprecia una evolución que arranca en el gótico final y que va a desembocar en un nuevo lenguaje, el del Renacimiento con el que se lleva a cabo la ampliación de este templo de Larraga, con columnas de fuste cilíndrico, arcos de medio punto y motivos decorativos inspirados en la Roma clásica –casetones, rosetas, frisos de triglifos y metopas…-. La realización material de la obra corrió a cargo primero del cantero Antón de Anoeta y, después, a la muerte de éste, de Juan de Aguirre. Todo este espacio respira un aire de clasicismo propio del lenguaje renacentista que se aprecia tanto en los elementos constructivos como en los decorativos. La cabecera resuelve el paso de la planta cuadrada a la circular mediante el uso de trompas decoradas con recuadramientos y rosetas; sobre ellas se dispone una bóveda de cuarto de esfera recorrida por casetones, equiparable a las conchas de las iglesias de Lerín y Viana.
Parroquia de San Miguel de Larraga. Interior
En el siglo XVII la nave de la iglesia presentaba un avanzado estado de deterioro con amenaza de ruina. Francisco de Larrañaga se encargó de sustituir los antiguos pilares y cubiertas de la nave y las capillas laterales que dispuso a la misma altura que las del crucero, además de convertir las capillas laterales en naves. De este modo, la iglesia quedaría ya definitivamente configurada tal y como hoy la apreciamos.
En la segunda mitad del siglo XVIII, comienza la construcción de una nueva torre, posiblemente por avanzado deterioro de la medieval, que fue contratada por el maestro de obras Antonio Barinaga ajustándose a la tipología de campanario riojano-alavés. Posiblemente el mismo autor realizaría el pórtico que protege la portada medieval.
Todo edificio religioso dedicado al culto, se completa con el exorno artístico, es decir, con el conjunto de bienes muebles, de retablos, imágenes devocionales, lienzos, etc., que fueron cubriendo paredes y espacios. La parroquia de San Miguel de Larraga ha ido configurando su exorno a lo largo de los siglos, a la par que se iba conformando el proceso constructivo del edificio.
De la Edad Media se conserva una de las obras más importantes desde el punto de vista devocional y artístico, el Santo Cristo del Socorro, una imagen tardorrománica del siglo XIII, que sigue los modelos de la imaginería románica y guarda bastante semejanza con otros Crucificados de la época como son los de San Pedro de la Rúa de Estella y Zizur Mayor.
Pero, la parte más importante del exorno artístico conservado, los conjuntos retablísticos, fueron realizados en época barroca, a lo largo de los siglos XVII y XVIII. De todos ellos, destaca el retablo mayor, realizado a partir de 1696 por Fermín de Larráinzar, principal arquitecto pamplonés de la época. El retablo, hoy muy modificado, constituyó una obra temprana de Larrainzar, según diseño de Fermín de Ansorena. Su estructura plana se enriquece con una profusa decoración de plásticos tallos y rizada hojarasca. La escultura corrió a cargo de Juan Bazcardo, a excepción de la talla del titular que procede del anterior retablo y la de San José con el Niño.
De este modo, a lo largo de más de ocho siglos se fue configurando un edificio y todo un conjunto de imágenes que, además de ennoblecer y enriquecer la arquitectura, constituyen un claro exponente de la piedad de cada momento.
Santo Cristo del Socorro (siglo XIII) y retablo mayor (siglo XVIII)