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11 de abril de 2008

Conferencia

Sesma, su patrimonio artístico y sus artistas

Dña. María Concepción García Gainza
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

Pocos lugares en Navarra, por no decir ningún otro, reunieron en el mismo tiempo entre sus hijos tantos hombres preclaros y creadores como Sesma que tuvo en el siglo XVIII, cuatro obispos y cuatro artistas unos, hombres de inteligencia y santidad que ejercieron diversos cargos y encomiendas y presidieron distintas diócesis otros, escultores creativos y al día que asumieron el riesgo de trasladarse a Madrid a trabajar en durísima competencia con otros artistas y a formarse en las últimas tendencias del arte. Los primeros como mecenas y los segundos por medio de proyectos y ejecución de obras artísticas convertirían la parroquia de Sesma en un pequeño museo de escultura en el que puede seguirse paso a paso la evolución del retablo y de la imagen modulados por los vaivenes del gusto, en un siglo abierto a las corrientes internacionales.

Cuatro obispos
Abre la lista de prelados sesmeros don Juan Antonio Pérez de Arellado nacido en 1694 y obispo de Casia (in partibus infidelium). Es probable que se deban a su mecenazgo las tres excelentes esculturas que hay en la iglesia de Luis Salvador Carmona, –San Rafael, Nuestra Señora del Rosario y San Francisco de Asís–, a quien habría conocido en la congregación madrileña. Regalo suyo es el relicario de San Blas con inscripción y escudo del obispo. Los otros tres obispos de Sesma debieron pertenecer a la misma familia porque tienen en común el apellido Escalzo. El primero, fue don Matías Escalzo y Acedo, nacido en 1690, llegó a ser obispo de Astorga. Don Juan José Martínez Escalzo, fue obispo de Segovia en cuya catedral está enterrado y finalmente don José Cipriano Escalzo y Miguel, nacido en 1718, que fue obispo de Cádiz-Ceuta en 1783. Los obispos Escalzo habrían favorecido también la parroquia de su villa natal seguramente con la ejecución del conjunto de los retablos neoclásicos como el de San José.

 

Luis Salvador Carmona, "San Rafael"

Luis Salvador Carmona, "San Rafael", c.a. 1747

 

Cuatro artistas
La figura de Roque Solano, nacido en Sesma en 1654, ofrece el interés de aparecer como escultor y vecino de Madrid, según menciona Ceán Bermúdez y disputando en compañía de otros de su oficio ante el Consejo de Castilla el pago de la contribución para las milicias. Los escultores ganaron el pleito ya que aquel supremo tribunal declaró que la escultura estaba exenta de toda contribución como arte liberal. Sorprende la participación del de Sesma en este debate avivado por pintores y escultores de la época para conseguir la consideración de su oficio como arte liberal, producto de una actividad intelectual y no solo manual. La escultura tardaría más en conseguir este reconocimiento que la pintura ya que por su manejo de materiales y utillaje requería una elevada dosis de esfuerzo físico. Escultor, por tanto, al día de las grandes cuestiones de la época, su arte se inscribe dentro de la tradición barroca a la que pertenece en el paso entre dos siglos. Así lo muestra en la imagen de San Fermín, titular de la congregación de San Fermín de los Navarros, de la que fue congregante o en el busto de la Dolorosa de Sesma firmada por Roque Solano en Madrid en 1703, justo un año antes de su muerte, obra en la que sigue las Dolorosas de la escuela granadina bien representadas por las de Pedro de Mena que podían contemplarse en los conventos madrileños de las Descalzas Reales o de las Mercedarias de don Juan de Alarcón. Un cambio sensible se produce con la actividad de Silvestre de Soria (1715) sin duda el artista más importante de Sesma. También lo encontramos trabajando en Madrid y en una obra distinguida, el Palacio Real una de las empresas constructivas más importantes de Felipe V y Fernando VI donde Soria figura como tallista y adornista entre los numerosos artistas que trabajan en el obrador real, en el programa escultórico. Allí aprendió un arte de corte de exquisito diseño y refinamiento que trajo a Navarra cuando se produjo la diáspora de artistas al llegar Carlos III de Nápoles y mandar interrumpir los trabajos de Palacio. Ya en Navarra, Soria se hará con el mercado artístico no sin antes pasar por la humillación de tener que examinarse en el gremio de San José de Pamplona como modesto carpintero y ensamblador, términos de otra época ya pasada. A partir de ahí lo veremos implicado en proyectos de arquitectura como en San Gregorio Ostiense donde actúa como tasador o en la catedral de Pamplona donde renovará el templo al gusto rococó en la Sacristía de los canónigos, la Biblioteca Capitular y el proyecto del trascoro (1760) que no llegaría a realizarse. Habilísimo en el arte del diseño sus retablos ofrecen líneas movidas en lo estructural y exquisitez en el ornamento como puede apreciarse en los de San Gregorio Ostiense –arte de corte en lo alto de un monte–, Azpilcueta o Goizueta y varios en Vizcaya. Gozó de gran éxito en su época y trabajó también para Sesma en el proyecto de la capilla del Cristo y probablemente en los retablos de Santiago y San Francisco de Asís. A Silvestre de Soria se debe por tanto el viraje en el retablo y en la imagen que se produce en Navarra a partir de 1760, justamente cuando en Madrid se inicia el camino del clasicismo.

Para agotar el tema aún faltan otros dos escultores nacidos en Sesma, los Villodas, Dionisio de Villodas y Ramón Villodas, padre e hijo. Por no romper con la tradición local y quizá aconsejado por Soria, Ramón marcharía a Madrid donde como alumno de la Academia de Bellas Artes conseguiría un segundo premio en el concurso trianual de 1732, con la escultura del Gladiador en barro cocido donde muestra el estudio del cuerpo humano inspirado en la estatuaria antigua. Algunas esculturas de la parroquia de Sesma como el Crucificado de la capilla del Cristo son de Ramón Villodas al igual que el San José del retablo neoclásico de esta advocación cuya traza se debe al académico Juan de Villanueva, el arquitecto del Museo del Prado.