18 de junio de 2009
Ciclo de conferencias
VI JORNADAS BARROCAS EN CORELLA
Escenografías doradas para las imágenes: Retablos barrocos en Corella
D. Ricardo Fernández Gracia.
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
La conferencia, que tuvo lugar en una de las salas del Museo Arrese de Corella, antigua capilla del Convento de la Encarnación, trató del origen y desarrollo de los retablos, ejecutados a cabo en Corella a iniciativa de personas particulares, cofradías, gremios, conventos y el patronato de las parroquias de San Miguel y el Rosario.
A comienzos del siglo XVII los retablos ya se habían convertido en enormes máquinas que cobijaban bajo sus estructuras, denominadas por algunos maestros navarros como “edificio de arquitectura”, ciclos de pintura y escultura con temas variados. Los ejemplos conservados en Corella son un testimonio más de cómo durante los siglos del Barroco, el género alcanzó su mayor grado de plenitud.
Todos los retablos corellanos de los siglos XVII y XVIII se realizaron en madera, generalmente de pino, material especialmente dúctil para la talla y, sobre todo, susceptible de recibir una capa de oro que los convertía en una verdadera ascua de luz. Con el colorido y el dorado -operación en la que se empleaban panes de oro de subidos quilates- el retablo, iluminado por la luz mortecina de las velas, refulgía como una brasa en la penumbra de los templos, insinuándose a la vista del público como una aparición celestial.
Además, con la vibración de sus formas, lo tupido de su decoración y la multiplicidad de sus imágenes confería a los templos españoles de la época, casi siempre de muros rígidos, inertes y cortados en ángulos rectos, una sensación de movilidad y expansión del espacio del que estructuralmente carecían. Los retablos provocaban así un ilusionismo muy característico del Barroco, en que la dicotomía entre fondo y figura, entre superficie y realidad quedaba sólo engañosamente resuelta.
Los diferentes momentos artísticos y tipos de retablos se pueden contemplar en las iglesias de la localidad. Así destacan los clasicistas de la primera mitad del siglo XVII, tanto para albergar pinturas como esculturas, destacando los del Carmen (1639), trazados por fray Alonso de San José, que siguen modelos del convento de la Santa en Ávila y alguno con notables lienzos como el de la capilla de los Escudero, obra de Orente. La unidad a la que tendieron estos modelos ligados al arte conventual acabaron con la tradición de retablo dividido en calles y cuerpos, a los que aún estaban apegados los maestros locales.
La gran novedad del retablo barroco salomónico y con rica decoración carnosa se impuso en el retablo de la parroquia del Rosario, obra de Sebastián de Sola y Calahorra (1671-79) y que incorporó las columnas torsas por haberse utilizado en otros retablos de la parroquia, como los de San Antonio (1671) o San Pascual Bailón (1672), éste último obra de Francisco San Juan.
Retablo mayor de la parroquia del Rosario de Corella,
por Sebastián de Sola y Calahorra (1671-79)
La gran mayoría de aquellas piezas salieron de manos de los maestros establecidos en Tudela y también en Corella, que a lo largo de algunas décadas, entre fines del siglo XVII y comienzos del XVIII, mantuvo verdaderos talleres activos en la ciudad. Entre las excepciones en que los retablos fueron obra de autores foráneos, destacan el mayor de San Miguel y el de las Benedictinas. El primero fue realizado entre 1718 y 1722, bajo la dirección de Juan Antonio Gutiérrez, y con la participación de una serie de tallistas jerarquizados en atención a su especialidad y consecuentemente con un sueldo proporcional. Se trata de un ejemplo novedoso en Navarra tanto por su esquema, como por su repertorio decorativo y se ha de relacionar con las influencias francesas y europeas que también se hicieron visibles por aquellos mismos años en el retablo de las Calatravas de Madrid, obra de José Benito Churriguera.
Retablo mayor de la parroquia de San Miguel de Corella. Juan Antonio Gutiérrez (1718-1722)
El retablo mayor de las Benedictinas, fue costeado por los herederos del virrey Armendáriz, los marqueses de Castelfuerte que tenían una religiosa pariente en el convento. Fue trazado por el veedor de obras del obispado de Pamplona José Pérez de Eulate y realizado por el maestro tudelano José de Gambarte entre 1741 y 1744.
Entre ambos retablos foráneos se encuentran también los de las Carmelitas Descalzas de Araceli, Retablo mayor de las Carmelitas de Araceli de Corella, obras carmelitanas de la colaboración de fray José de los Santos y fray Marcos de Santa Teresa, fines de la década de los veinte del siglo XVIII.
El periodo rococó no produjo obras de la categoría de las anteriores y, en parte estuvo bajo la influencia del riojano Diego de Camporredondo, autor de las trazas de los colaterales de la parroquia de San Miguel.
Antiguo convento de la Encarnación de Corella (actual Museo Arrese)