14 de abril de 2010
Curso
EL CAMINO DE SANTIAGO Y LAS RAÍCES DE OCCIDENTE
Morir en el Camino
Dª Carmen Jusué Simonena (UNED de Pamplona) y
Dª Mercedes Unzu (Gabinete Trama)
Hacer referencia a las peregrinaciones a Santiago de Compostela, supone evocar uno de los acontecimientos que más influencia ha tenido en la configuración de las estructuras socioeconómicas, actitudes mentales o vida cultural de amplios sectores de los reinos cristianos peninsulares a partir del siglo XI. Porque, lo que comenzó siendo un hecho religioso, sin perder nunca este carácter originario, se convirtió, además, en vehiculo de fecundas aportaciones demográficas, culturales, económicas...
El culto a Santiago creó el Camino. El flujo de peregrinos, comerciantes o aventureros, continuamente renovado, especialmente numeroso en los Años Santos o "años de perdonanza", ha hecho la historia de este Camino. En este orden de cosas, conviene tener en cuenta que, como hecho primordialmente religioso, la peregrinación tuvo que repercutir en la vida cristiana de los navarros. Es difícil medir su impacto en las conciencias y hábitos individuales. Son, en cambio, muy elocuentes ciertos indicadores sociales, como la renovación y proliferación de templos y otros elementos litúrgicos y piadosos y, sobre todo, las expresiones de la caridad divina en obras de misericordia.
La hospitalidad evangélica había inspirado siempre la atención a los viandantes y desvalidos en las puertas de catedrales y monasterios. El auge de las peregrinaciones animó en Navarra, como en otras partes, un incremento espectacular de los dispositivos asistenciales. Se alzaron establecimientos hospitalarios promovidos por obispos y abades, como en Pamplona e Irache respectivamente. En las entradas pirenaicas de Aragón y Navarra surgieron grandes complejos de acogida para el peregrino, atendidos por cabildos de observancia agustiniana, Santa Cristina de Somport y Santa María de Roncesvalles. No tardaron en añadirse centros de órdenes especializadas en tareas asistenciales desde sus orígenes de Tierra Santa, los Templarios y, en particular, los hospitalarios de San Juan de Jerusalén.
La asistencia religiosa no se limitaba a la lectura de textos sagrados. Los hospicios se instalaban cerca de iglesias o ermitas, o tenían capillas propias, atendidas por religiosos y la atención dispensada a los enfermos no siempre era suficiente para su restablecimiento. Si los peregrinos fallecían, era también deber de los hospitales darles digna sepultura. El carnario de Roncesvalles en la capilla de Sancti Spiritus es una de las mejores muestras de esta obra de misericordia.
Las evidencias arqueologicas relacionadas con la muerte y los peregrinos en Navarra son múltiples como puede constatarse en diversos enterramientos de San Salvador de Ibañata, Roncesvalles, Pamplona (Catedral, plaza de San José, calle Navarrería, Casa del Condestable, plaza del Castillo), Eunate, Estella, Torres del Río, Artajona, Santa María de Arlas en Peralta y Ujué.
Enterramiento femenino con concha de vieira aparecido en el antiguo convento de Santiago en la plaza del Castillo de Pamplona.
Excavaciones en el exterior del santuario de Santa María de Ujué. Bajo los enterramientos del siglo XVIII, se excavaron dos inhumaciones medievales una de las cuales portaba una concha de peregrino.