9 de noviembre de 2010
Curso
LAS CLAUSURAS FEMENINAS DE NAVARRA EN EL ÁMBITO HISPANO.
Patrimonio, Arte y Arquitectura
Proceso fundacional, urbanismo y arquitectura de las clausuras femeninas: el caso de Navarra
D. José Javier Azanza López.
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
Navarra se convierte en los siglos XVII y XVIII en escenario de innumerables fundaciones religiosas, tal es así que ciudades como Pamplona, Tudela o Corella transforman su fisonomía urbana y se muestran como auténticas ciudades conventuales. En este marco general, el estudio de las clausuras femeninas permite abordar una serie de aspectos relacionados con el proceso fundacional, el emplazamiento, y la configuración arquitectónica y espacial de los conjuntos conventuales.
El capítulo dedicado a los fundadores y patronos nos lleva a reflexionar sobre las características especiales que presenta la financiación de la arquitectura conventual, tanto por el fuerte desembolso económico que requería, como por el activo papel que en la mayoría de las ocasiones desempeñaron sus promotores, que no se limitan únicamente a sufragar los gastos de la obra, sino que adquieren protagonismo en el proceso constructivo del edificio conventual mediante la elección arquitectos y maestros de obras a los que imponen las pautas del diseño del edificio, desempeñando así una función que se aproxima en cierta manera a lo que refiere Francis Haskell para la Italia del Barroco. En Navarra, es principalmente la nobleza e hidalguía la que a lo largo de los siglos XVII y XVIII concede un mayor interés a la erección de nuevos monasterios en suelo navarro. Algunos de estos nobles están domiciliados en el propio territorio navarro, donde se enriquecen mediante la administración de sus tierras y negocios. Otros conjuntos conventuales fueron construidos merced a los caudales enviados por aquellos navarros establecidos en la Villa y Corte, cuyo poder e influencia se basaba en los puestos que ocuparon en la administración real como tesoreros, secretarios, intendentes o ministros, en su trabajo como asentistas o en los diversos y prósperos negocios que regentaron. Finalmente, algunas clausuras conventuales tiene su origen en las fortunas amasadas por aquellos navarros afincados en Indias que prosperaron tanto en la carrera militar como en las relaciones comerciales.
Don Juan de Ciriza, fundador de las Recoletas de Pamplona
En cuanto a los motivos que llevan a la fundación, la respuesta a tal cuestión se encuentra en las escrituras fundacionales, documento en el que quedan recogidas tanto las concesiones como las prerrogativas que en el terreno material y fundamentalmente en el espiritual obtenían los fundadores. Y es que por medio de sus cláusulas los fundadores se aseguraban: título de fundador; sufragios y misas por sus almas y las de sus sucesores en el patronato; lugar de enterramiento para sí y para los patronos del convento; y reserva de plazas o derecho de elección de un determinado número de religiosas, ya fueran de la localidad donde se efectúa la fundación, ya del propio linaje familiar. A ello parece unirse –según algunos testimonios de la época- el prestigio social que conlleva toda fundación merced a la presencia de escudos e inscripciones en distintos puntos de la fábrica.
El análisis del emplazamiento de las clausuras femeninas pone de manifiesto su carácter urbano, que tiene su punto de partida en los acuerdos adoptados en el Concilio de Trento por motivos de seguridad. En la mayor parte se erigen en las localidades de origen de alguno de los fundadores, si bien en otros casos y por circunstancias excepcionales fundaciones inicialmente previstas fuera de Navarra acaban recalando en nuestra comunidad (Dominicas de Tudela, Carmelitas Descalzas de Lesaca). En la mayoría de las ocasiones son fundadores y patronos quienes señalan el emplazamiento concreto, condicionado con frecuencia por la necesidad de que la iglesia conventual disponga de una tribuna privada que comunique a través de un pasadizo con su vivienda particular. Excepcionalmente, esta decisión recayó en el obispo de la diócesis (Carmelitas Descalzas de Lesaca), o en el Ayuntamiento de la localidad (Carmelitas Descalzas de Corella).
Convento de Recoletas de Tafalla. Principios del siglo XX
Entre las distintas dependencias que conforman los complejos conventuales, las mayores inquietudes arquitectónicas se centraron en iglesias y claustros, organismos en torno a los cuales quedaban articulados. La iglesia conventual adquiere una importancia decisiva en el edificio, no sólo por albergar el Santísimo y el culto, sino también porque se trata del espacio que comparte la orden religiosa con el pueblo y se convierte en la imagen que pretende proyectar en los fieles. En los templos de las clausuras femeninas se opta casi siempre por la planta de cruz latina carente de capillas laterales, que en algunos proyectos de origen madrileño busca cierto equilibrio entre longitudinalidad y centralidad (Dominicas de Tudela, Clarisas de Arizcun). Excepcional resulta el organismo octogonal que organiza el templo de la Compañía de María de Tudela, de clara inspiración jesuítica. Al interior, elementos estructurales y decorativos participan de una sobriedad acorde con el espíritu de pobreza que las órdenes profesan. En su configuración espacial no faltan coros –alto y bajo- y tribunas. Al exterior, la fachada se erige en elemento señero y diferenciador, ajustándose al modelo de fachada carmelitana o viñolesca, abierta siempre que la trama urbana lo permite a un atrio o compás que crea un espacio propio dentro de la ciudad.
Por su parte, los claustros de las clausuras navarras se componen de dos o tres cuerpos de altura, dividiéndose cada una de sus crujías en cuatro o cinco tramos articulados por pilastras. En torno al mismo se distribuyen las restantes dependencias del complejo conventual, cuya ubicación se encuentra en función de las necesidades de la vida monástica, teniendo en cuenta todo aquello que exige la práctica de su regla y estableciéndose una fácil comunicación de la clausura con la iglesia y su servicio.