6 de octubre de 2010
Ciclo de conferencias
ARTE Y ARTISTAS EN CASCANTE: SIGLOS XVI-XVII
Un taller de retablos en Cascante: los Serrano
D. Ricardo Fernández Gracia.
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
Al igual que en otras localidades navarras que obtuvieron el título de ciudad en el siglo XVII, maestros de diferentes especialidades artísticas desarrollaron una amplia actividad en Cascante, llegando a contar con talleres bien en la propia ciudad.
Entre los maestros con cierto renombre de la ciudad destacan la dinastía de pintores de los Urzainqui, establecidos en Zaragoza y originarios de Cascante. Uno de ellos, Andrés, legó en su testamento de 1672 tres lienzos con destino a la parroquia de la Asunción. Natural de Cascante fue asimismo el arquitecto de los palacios reales de Granada, Francisco Aguado, con cuyos planos se levantó la Capilla del Cristo a la Columna a partir de 1779, tras haber sido alumno en la Real Academia de San Fernando a partir de 1767. Dignos de mención en el siglo XVIII, cuando en Navarra no había pintores de caballete, hay que destacar a los Díaz del Valle (Ignacio y Diego), especialmente Diego, establecido en Cascante, desde donde atendía encargos para diferentes lugares del Reino como Lodosa, Pamplona, Olite, Sangüesa o Fitero, así como de otras localidades aragonesas y castellanas. Díaz del Valle había nacido en torno a 1740 en Cascante y falleció en Viana en 1817. Entre los que llegaron a trabajar o recibieron encargos los destacados maestros foráneos: el arquitecto carmelita fray José Alberto Pina, el grabador aragonés Carlos Casanova, el retablista Domingo Larripa y el pintor Mateo Cerezo.
El taller de los Serrano, a caballo entre Cascante y Tudela, lo conformaron de modo especial José Serrano y Jiménez, fallecido en 1699 y su hijo José Serrano y Argáiz, que trabaja durante toda la primera mitad del siglo XVIII, con taller abierto en Cascante y la capital de la Ribera. La gran obra del primero es el retablo mayor de la basílica del Romero de su localidad natal de Cascante, a punto de finalizar cuando le sorprendió la muerte, tras haber trabajado en Tudela, Zaragoza, Mallén y otras localidades navarras. José Serrano y Jiménez se había formado con su padre de profesión carpintero, y más tarde en casa del maestro de Lerín establecido en Tudela Francisco San Juan y en la capital aragonesa, antes de realizar su preceptivo examen en 1673. En sus obras utilizó las columnas salomónicas a gran escala decoradas con uvas y parras, amén de un rico repertorio decorativo inspirado en formas vegetales. Al igual que ocurre con su hijo, este maestro realizaba en su taller las esculturas de bulto redondo de sus retablos, extremo éste que no se comprueba en otros talleres navarros del momento, por encargarse de esas piezas maestros no siempre de los talleres que recibían los encargos.
Retablo mayor del Romero de Cascante, obra de los Serrano, fines s. XVII
Mayor proyección tuvo su hijo José Serrano y Argáiz, nacido de su segundo matrimonio con María Argáiz, en 1682. Sus obras se sitúan en una generación más tardía y los soportes preferidos de sus retablos serán las columnas de fuste liso decoradas y los estípites. Trabajó para nobles como los Aperregui en Tudela, distintos patronatos parroquiales como los de Ablitas o Cascante, cofradías y el monasterio de Fitero. Entre sus obras no sólo encontramos retablos, sino yeserías, tornavoces de púlpito, andas procesionales y otras piezas de ajuar litúrgico. Tras tener taller abierto en Tudela, vivió los últimos años de su vida en Cascante, en donde desarrolló un papel de primera línea en la organización y devenir de la cofradía de San José de los carpinteros de Cascante.
A sus relaciones con los maestros tudelanos del momento, especialmente con Baltasar de Gambarte, hemos de sumar su estancia en Tierra Estella, en donde conoció a Juan Ángel Nagusia, el verdadero protagonista de la etapa decorativa en el retablo de aquella zona, y a otros maestros como José de Lesaca y José Baldán, natural de Lerín y con amplia trayectoria en tierras burgalesas, en donde realizó el destacado retablo de la iglesia del colegio de los jesuitas, a partir de 1725.
En la mayor parte de los contratos que suscribió para la realización de sus obras aparece mencionado como “arquitecto y escultor”, a diferencia de otros maestros del momento que también se dedican al pingüe negocio del retablo, que aparecen como arquitectos y tallistas. Con ello nos indica que era consciente de la importancia e identidad del escultor propiamente dicho, en pleno Siglo de las Luces, cuando la escultura iba a pasar a ser considerada dentro de las artes liberales, al igual que ocurrió con la pintura en la centuria anterior.
Entre sus obras conservadas destacan el retablo de la Virgen del Rosario de Ablitas contratado en 1727 y el de Santa Teresa del monasterio de Fitero del que se hizo cargo en 1730, en ambos casos con amplio y rico programa escultórico. Pieza excepcional por el escaso número en su tipología en tierras navarras, son las andas procesionales de Nuestra Señora de los Ángeles de Cascante, contratadas en 1734 y conservadas actualmente en el coro bajo de la basílica del Romero
Retablo de Santa Teresa. Iglesia parroquial de Fitero. 1730.
Autor: José Serrano y Argaiz
Andas de la Virgen del Romero. 1734. Basílica de Nuestra Señora del Romero.
Autor: José Serrano y Argaiz