12 de diciembre de 2011
Conferencia
CICLO DE NAVIDAD
El ciclo de Navidad en las catedrales y monasterios de Navarra
D. Ricardo Fernández Gracia.
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
El ciclo festivo de la Navidad es rico. Sus manifestaciones materiales con numerosa iconografía en todas las artes, así como las inmateriales constituyen un tema muy a propósito para conocer cómo se vivía ese periodo de acuerdo con unas mentalidades y unos contextos particulares. La catedral de Pamplona y la colegial de Tudela –catedral desde fines del siglo XVIII- vivieron en el pasado con gran intensidad y solemnidad una liturgia rica sus formas, en lo sensible, y con profundos mensajes en el fondo. Por su parte, los conventos y monasterios –particularmente los de clausura femeninos- han guardado hasta tiempos recientes una serie de costumbres, otrora generalizadas en la sociedad en general, que son un testimonios únicos y simpares de realidades históricas del pasado.
Entre todo ello hay que referirse a una serie de de ritos y costumbres que en los grandes templos y en los monasterios de clausura tenían lugar a lo largo del periodo litúrgico de la Navidad, de modo especial en torno a los días de Navidad, Inocentes y Reyes. La liturgia y las costumbres de aquellos días nunca olvidaban la enseñanza y la catequesis en torno al misterio de la Navidad, conmoviendo y provocando los afectos, siempre más vulnerables que el intelecto.
La catedral de Pamplona celebraba con especial solemnidad los Maitines de Navidad en la noche del día 24 con villancicos interpretados por los miembros de su capilla de música, con voces e instrumentos, adorno especial del altar mayor y del templo en general. La noche tenía cierta connotación de alborotos, tanto por el abuso de vino, como por la presencia de elementos que aprovechaban el evento para mostrar sus particulares protestas. La fiesta de Navidad era, desde la Edad Media en la seo pamplonesa de las denominadas “excelentísimas”, equivalente a las festividades que más tarde se denominarían dobles de primera clase y con ceremonial de seis capas, con el mismo rango que la Pascua de Resurrección, Pentecostés y la Asunción de la Virgen, titular del templo catedralicio.
La Nochebuena poseía otras connotaciones más populares en los monasterios de franciscanos. En Tudela los propios religiosos realizaban una procesión alrededor del templo portando al Niño Jesús para colocarlo en un portal que se encontraba preparado al lado del altar mayor, cobijando a San José y la Virgen. En Olite la corporación municipal, con el tradicional traje de golilla, acudía a la Misa del Gallo en los Franciscanos y, al finalizar, se hacía descender desde la mismísima cúpula del crucero, mediante una tramoya, una especie de alcachofa que se abría, dejando ver al Niño Jesús en su cuna, ante cuya imagen danzaban los pastores de la localidad.
En día de Inocentes, los infantes de la catedral de Pamplona o la entonces colegiata de Tudela eran los verdaderos protagonistas. Como es sabido aquellos jóvenes cantores vivían colegiados y en su capillita celebraban sus propias funciones y novenarios, para cuyo efecto componían, a su modo y con sus conocimientos, gozos, canciones y motetes. Al igual que en otras catedrales españolas, la fiesta de Inocentes constituía, por excelencia, el día de aquella pequeña comunidad de niños, que conocemos por documentación decimonónica, cuando se suprimió gran parte de lo que quedaba de las denominadas fiestas “del mundo al revés”.
La fiesta de Reyes en la catedral de Pamplona era de las denominadas “Principales”, entre las que se incluían también la Ascensión, Trinidad, Corpus, San Juan Bautista, Purificación, Anunciación, Dedicación de la catedral, Santos Pedro y Pablo, la Corona de Cristo, Santiago, San Agustín, Natividad de la Virgen, San Miguel, San Fermín, Todos los Santos y San Martín. Dos peculiares costumbres se daban cita en el primer templo diocesano. La primera aún pervive con ligeras modificaciones: la adoración de la reliquia de los Reyes Magos y la procesión estacional en el claustro ante las imágenes de los Magos labradas a comienzos del siglo XIV por Jacques Perut. La segunda, suprimida en 1899, consistía en el montaje de un túmulo delante de el altar mayor, en recuerdo de los Reyes de Navarra, precisamente en el lugar en el que estuvo la lápida sepulcral que hoy se encuentra a la salida del claustro sobre el muro, que ha sido identificada con la de doña Blanca, hija de Carlos III y fallecida en Olite en 1376 o a la princesa doña Magdalena, madre y tutora de Francisco Febo. Más allá de la identificación del personaje real de la tumba y si ésta es la que hoy se encuentra en la puerta del sobreclaustro, lo verdaderamente importante es la constatación de que en la capilla mayor había al menos una sepultura pétrea de la casa real Navarra, lo cual abre caminos e hipótesis en relación con la monarquía y el primer templo diocesano. En 1899 el cabildo acordó no continuar con aquella práctica secular, con la protesta airada del canónigo e historiador don Mariano Aridita.
La vida de las clausuras en aquellos días, por su parte, se nos revela como acervo de espiritualidad y rica vivencia, que constituye un todo coherente, donde aún se pueden rastrear características de la piedad de épocas pasadas. Seculares costumbres de la época navideña tenían su complemento en la instalación del belén, que no permanecía de modo igual, mientras estaba montado, ya que sus figuras cobraban protagonismo y vida, según la fiesta a celebrar. A los pastores les recibía Dios hecho niño en el pesebre, sobre las humildes pajas, pero a los Reyes, como Rey de Reyes, en el regazo de su Madre, como “Sedes Sapientiae”, o sentado en un pequeño sillón. Procesiones conventuales, celebraciones de fiestas particulares como la Corte del Rey Jesús en las Salesas, o la danza pastoril de las Carmelitas Descalzas a los sones de unos versos de pie quebrado musicalizados son testimonios harto singulares para estudiar el ciclo navideño en aquellos espacios en los que habitaban quienes habían abandonado el mundo. Los belenes, figuras y escaparates conservados en las clausuras navarras constituyen un referente destacadísimo dentro de su género y nos acercan, si los interrogamos debidamente, a una verdadera recreación del pasado en clave cultural por poseer, como cualquier otro bien patrimonial, un verdadero carácter condensador.
Tabla de la Epifanía. Siglo XVI. Catedral de Pamplona
Mendigos y viudas del belén de las Agustinas Recoletas de Pamplona. Siglo XVII-XVIII
Pliego para recortar las cédulas para la fiesta de la Corte del Rey Jesús en las Salesas. Comienzos del siglo XIX
La conferencia, organizada por la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro y el Ateneo Navarro, tuvo lugar en el salón de actos del Civivox Condestable de Pamplona, a la que asistió un elevado número de público que completó el aforo de la sala.