20 de abril de 2011
Curso
LA CATEDRAL DE PAMPLONA. UNA MIRADA DESDE EL SIGLO XXI
Intervenciones en la Catedral entre 1940 y 1946
D. Ricardo Fernández Gracia.
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
La configuración del espacio interior de la catedral actualmente acusa en gran parte las consecuencias de la intervención llevada a cabo en la postguerra, entre los años 1940 y 1941, cuando se optó por la retirada del coro de la nave central y del retablo de su presbiterio, propiciando un falso histórico con la colocación de la sillería en la cabecera y la ubicación del presbiterio en pleno crucero de la nave gótica.
Entre las causas que llevaron a aquella intervención que hoy juzgamos más que discutible se encuentran unas lejanas en el tiempo y otras más próximas. Entre las primeras destacan algunas actuaciones del obispo Juan Lorenzo Irigoyen y Dutari (1768-1778), como su deseo de ampliar la capilla mayor o su negativa a dar la bendición desde su silla en el coro. Al poco de su fallecimiento llegaría la estética del Academicismo con la construcción de la fachada y la intervención de Ventura Rodríguez y de Santos Ángel de Ochandátegui. Al finalizar el proyecto, este último planteó al cabildo la supresión del coro y otras reformas de menor calado que, de momento quedaron en el archivo, pero en ningún caso olvidadas. Todo lo que propuso Ochandátegui estaba en sintonía con lo que proponía en las Reflexiones sobre la arquitectura, ornato y música en el templo (Madrid, 1785), obra de don Gaspar de Molina y Saldívar, marqués de Ureña, arquitecto, ingeniero, pintor, poeta y viajero gaditano de la Ilustración.
Las causas próximas se han de filiar con el movimiento litúrgico de las décadas centrales del siglo XX y con las tendencias de restauración en estilo que se impusieron tras la guerra civil. De un primer proyecto encargado por el obispo Tomás Muñiz Pablos (1928-1935) al arquitecto Francisco Iñiguez, apenas sabemos de su existencia. Los planes del beneficiado catedralicio don Onofre Larumbe, secundados por otros muchos hicieron que el obispo Marcelino Olaechea tomase el asunto como cosa propia, delegando el cabildo todo en manos suyas y las de su secretario don Santos Beguiristáin.
Respecto a los aires de renovación litúrgica, hemos de citar el libro del obispo Manuel González García Arte y Liturgia que conoció varias ediciones desde 1932. Sus ideas vienen a ser, un exponente preclaro de la renovación artístico-litúrgica de la España del primer tercio del siglo XX. Las frases que se dedican a los coros de nuestras catedrales, así como a los retablos mayores en un capítulo que titula “Del engreimiento del Arte sobre el Altar”. Muchos de los párrafos de esta publicación parecen estar directamente sobre las actuaciones en la catedral pamplonesa. A lo expuesto por González García, hay que sumar las propuestas de Larumbe y del benedictino P. Andreu Ripol, de la abadía de Montserrat que mantuvo correspondencia con el obispo Olaechea. Este monje, que se había formado en Alemania, se especializó en liturgia y fue el gestor de la remodelación de la citada abadía catalana.
En cuanto a las tendencias de de intervención en los edificios por aquellos años entre los arquitectos hay dos grandes corrientes. La primera “restauradora”, mayoritaria y en seguimiento de lo ejecutado por Vicente Lampérez, era partidaria de las restauraciones en estilo. La segunda, más en sintonía con las nuevas tendencias era la denominada “conservadora” encabezada por Leopoldo Torres Balbás. Tras la Guerra Civil ganaron posiciones los partidarios de las restauraciones en estilo.
La intervención no estuvo exenta de tensiones con los responsables de Bellas Artes de Madrid, ya que tanto don Manuel Chamoso como don Francisco Iñiguez cruzaron con el obispo de Pamplona cartas, cuyo contenido deja bien claras las desavenencias y el criterio de Chamoso e Iñiguez contrario a hacer desaparecer el retablo y eliminar la sillería de su lugar. La mediación del marqués de Lozoya, la propuesta para que Yárnoz se hiciese cargo de las obras, a una con el traspaso de competencias de la Dirección General a la Institución Príncipe de Viana hicieron posible el fin con cierto sosiego de las obras, aceptando los canónigos y el obispo la colocación del segundo orden la sillería coral en el presbiterio, ya que se había desmembrado el conjunto, colocándose en otras dependencias catedralicias.
Las obras fueron recibidas con el parabién de los periódicos de la ciudad. Así se expresaba en Diario de Navarra, en 9 de abril de 1940, alabando unas obras tendentes a “resaltar la belleza del templo y dejarán a la vista su espléndida realidad, su esbeltez y gallardía, porque en primer lugar se verá libre de su actual coro, antiestético, mamotreto extraño a su fábrica y , en segundo término, porque la desaparición de estos tres tabiques chabacanos….”.
Las obras se fueron realizando sin un proyecto general, más bien por el contrario, los criterios cambiaban de día en día, eso sí, siempre en aras a ensalzar la parte medieval del templo, aunque fuese a costa de todo su exorno y dejar el interior de la catedral cual iglesia devastada o por donde parecían haber pasado las tropas revolucionarias en la Francia de fines del siglo XVIII. Algunas fotografías, antes de colocarse el baldaquino neogótico, en 1946, muestran el descarnamiento del interior catedralicio.
Con los criterios actuales de intervención, no podemos sino lamentar aquella verdadera persecución hacia elementos tan propios de las catedrales hispanas, como el retablo y el coro. No podemos sino recordar que desde presupuestos de las distintas sensibilidades de actuación y restauración de conjuntos catedralicios, lo ocurrido en la seo pamplonesa no se hizo con el rigor que exigía el monumento, en su doble visión de obra histórica y artística. Desde el punto de vista histórico, porque no respetó todas las transformaciones de tantos siglos, perdiendo la autenticidad e identidad del documento histórico –unicum- del monumento, y desde el artístico, porque el resultado no coincide, ni mucho menos, con los planes originales del edificio, ni desde el punto de vista formal, expresivo o sensitivo. A todo ello hemos de agregar la falta de un plan claro de intervención en el conjunto, algo que ya se constató en el mismo año de 1940, al comprobar como se desmontaban los conjuntos, sin orden ni concierto y se improvisaba absolutamente todo, sin una única dirección coherente y técnica.
Plan de Ochandátegui para la reforma interior de la Catedral de Pamplona en 1800
Trascoro de la Catedral de Pamplona antes de la intervención de 1940
Vista de la reja del coro desde el presbiterio antes de la intervención de 1940
Desaparecido retablo de San Martín. Catedral de Pamplona
Desmontaje de la reja del coro de la Catedral de Pamplona