25 de enero de 2012
Conferencia
Presencia de Rodin en Pamplona: "El pensador" y "Los burgueses de Calais"
D. José Javier Azanza López.
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
Entre el 11 de enero y el 19 de febrero de 2012, el espacio urbano de la Plaza del Castillo acogió la exposición itinerante “Auguste Rodin en Pamplona”, compuesta por siete esculturas monumentales procedentes del Musée Rodin de París: El Pensador, y los seis estudios correspondientes a las figuras que componen el conjunto de Los Burgueses de Calais. La muestra se integra dentro del programa Arte en la Calle, impulsado por la Obra Social “La Caixa”, y contó con el apoyo y colaboración del Ayuntamiento de Pamplona.
Auguste Rodin (París, 1840-Meudon, 1917) es considerado uno de los grandes escultores, artista atemporal cuya obra rompe con los cánones académicos y resulta imposible de clasificar en ninguna tendencia. Tras una formación inicial en el taller de Albert Carrier-Belleuse, en 1874 emprende un viaje por Italia que le llevará a conocer la obra de Miguel Ángel, de quien toma varias enseñanzas concretas: gusto por el desnudo; admiración por la fuerza y la musculatura; belleza de lo inacabado; y reflejo del sentimiento interior. A su entender, la figura humana debe encarnar los sentimientos del personaje, y lo hace con tal intensidad que algunas de su figuras se erigen en auténticos símbolos; de ahí que un crítico definiera a Rodin como “un Miguel Ángel que ha escuchado a Wagner”.
Además de la plasmación del sentimiento, otros rasgos caracterizan su obra: plasmación del movimiento, conseguido mediante el estudio de la obra de Jean Baptiste Carpeaux; y el estudio de los efectos de la luz sobre la superficie, traduciendo las vibraciones atmosféricas. De hecho el propio inacabado, además de remitir a Miguel Ángel, conecta con la pintura impresionista y su desprecio por la apariencia superficial del acabado (recordemos su amistad con Monet y la exposición conjunta de ambos en 1889, en la Galería Georges Petit de París).
Una de las obras de la exposición es El Pensador, concebida originariamente para coronar las Puertas del Infierno, y que más tarde se convierte en escultura autónoma. Elevada sobre un pedestal que obliga a admirarla en contrapicado, constituye una figura de dos metros de altura y 650 kilos de auténtica tensión muscular en bronce. Traduce la actividad de pensar en la tensión de cada uno de los músculos, dando expresión sensible al trabajo intelectual. Decía Rodin a este respecto: “Siempre he tratado de expresar los sentimientos internos a través de la tensión muscular… sin la vida, el arte no existe”. Y el poeta Rainer Maria Rilke, que fue durante un tiempo su secretario, describía así El Pensador: “Todo su cuerpo se ha vuelto cráneo, y toda la sangre de sus venas, cerebro”.
El Pensador
Con sus poderosos pies y manos, este “deshonroso pitecántropus”, como lo definió una parte de la crítica, se erige en un auténtico símbolo al que se le han buscado diversas interpretaciones: símbolo de la Democracia y de los Derechos Humanos; concentración de los pensamientos de toda la Humanidad; acto de rebeldía del hombre, que se eleva sobre la condición animal y alumbra su primer pensamiento, adquiriendo así la condición humana. Sea como fuere, existen precedentes en el arte, desde el Torso del Belvedere (Apolonio de Atenas), hasta las figuras de Lorenzo de Médicis en Florencia, y del Profeta Jeremías en la Capilla Sixtina, ambas de Miguel Ángel. Todo ello, sin olvidar que en Pamplona tenemos nuestro propio “Pensador” en el Monumento a los Muertos (Vida y Muerte) ejecutado en 1922 por Ramón Arcaya durante su pensionado en París, donde conoció la obra de Rodin y asistió a clases de uno de sus discípulos, Antoine Bourdelle.
En cuanto a Los Burgueses de Calais, el monumento conmemora un acontecimiento histórico de mediados del siglo XIV, cuando seis hombres notables de la ciudad francesa decidieron sacrificar sus vidas para salvar las de sus conciudadanos. En la fase previa a la composición del grupo definitivo, Rodin realizó estudios individuales de cada uno de los seis personajes, primero desnudos, y más tarde vestidos; éste es el motivo por el cual en la exposición dos de las figuras – Jean d’Aire y Jean de Fiennes- aparecen desnudos.
Eustache de Saint Pierre
Los seis burgueses parten desde la Plaza del Mercado de Calais con dirección al campamento del rey inglés Jorge III, conscientes de que van a la muerte. Un conjunto de diferentes estudios psicológicos se despliega ante nuestra vista, donde son exploradas con inmediatez las reacciones humanas ante la certeza del destino que les espera. Rodin analiza cada respuesta individual: la dignidad no exenta de cierta pesadumbre de Eustache de Saint Pierre; la rabia contenida de Jean d’Aire; el gesto decidido, valiente y animoso de Pierre de Wissant; el orgullo, mezclado con un atisbo de duda y temor, de su hermano Jacques de Wissant; la juventud sacrificada en un acto heroico de Jean de Fiennes; y la desesperación e impotencia ante la muerte, al punto de no querer mirarla de frente, de Andrieu d’Andres, que cierra un cortejo fúnebre en el que cada uno de sus componentes ocupa su posición según el grado de heroísmo que manifiestan.
Jean d'Aire
Aunque en sus primeros bocetos planteó la posibilidad de colocarlo sobre un alto pedestal, Rodin dispuso finalmente al grupo casi al nivel del suelo, para que el espectador se introduzca en la tragedia y aprecie cada detalle de las reacciones humanas en su lenta procesión hacia la muerte. Los estudios lumínicos, con la luz resbalando sobre las superficies, dotan a la obra de una técnica impresionista; y a su vez, la superficie rugosa y el deterioro de las anatomías de los personajes –en su ejecución tomó parte Camille Claudel- anuncian las vigorosas deformaciones del Expresionismo.
Pierre de Wissant
Jacques de Wissant
Jean de Fiennes
Andrieu d'Andres