6 de marzo de 2013
Ciclo de conferencias
ARQUITECTURA SEÑORIAL Y PALACIAL DE PAMPLONA
La Casa de la ciudad
D. José Luis Molins Mugueta.
Cátedra de Patrimonio y Arte navarro
La construcción de la Casa Consistorial de Pamplona, en un primer momento conocida como Casa de la Jurería, más tarde, del Regimiento, y en la actualidad, popularmente, como Ayuntamiento, se remonta a la promulgación del Privilegio de la Unión por Carlos III el Noble, el día 8 de septiembrede 1423. El capítulo tercero de dicho documento señala el lugar exacto para su emplazamiento –en el foso de la Navarrería, cerca de la torre llamada Galea y del portal del Burgo-, un solar en tierra de nadie sobre el que, efectivamente, se edificó. La previsible lentitud en el desarrollo de las obras lleva al legislador a adoptar distintas medidas prácticas y económicas: inicialmente se asignan setecientas libras para la fábrica, tomadas de las rentas de la ciudad. La morosidad es evidente porque medio siglo después, en 1483, todavía es necesario consignar trescientas libras a tal fin. Y en1486 los reyes Juan y Catalina amplían la cantidad a cuatrocientas. Con la redacción del primer libro de Consultas conservado en el Archivo de la Ciudad comienzan las noticias sobre la Casa del Regimiento, que, cuando menos, ya está construida antes de 1556.
Mediado el siglo XVIII se evidenció la necesidad de consolidar el edificio consistorial porque manifestaba graves problemas estructurales. Rápidamente se prefirió su demolición a la reparación y edificar nueva casa. Algún croquis, dibujado entonces con este motivo, representa la fachada lateral de la primitiva Jurería, en concreto, la correspondiente a la calle de Santo Domingo, que muestra un caserón sin elementos artísticos dignos de recuerdo y de aspecto más bien amazacotado.
Obvio resulta señalar que muchas funciones atribuidas a la corporación municipal o Regimiento requerían espacios físicos de suficiente amplitud. En su momento se centralizaron en la inmediata proximidad de los regidores, por mor de mayor eficacia y de control más cómodo, en el mismo edificio que era su sede institucional. Un caso típico es el de los abastecimientos, la harina, por ejemplo; otros, el almacenamiento y venta del aceite y del pescado en salazón; o la necesidad de disponer sitio para el peso general. Además, el inmueble contaba en su parte baja y posterior con unas cuantas botigas o tiendas, locales de propiedad municipal cuyo arrendamiento contribuía a sostener la economía del consistorio.
A lo largo de los siglos XVI, XVII y parte del XVIII se suceden noticias de reparaciones y obras en la Casa Consistorial. Unas veces, de mero mantenimiento o atención de las necesidades que van surgiendo. Pero en otras, son claros los síntomas de serios y progresivos daños en la estructura de un inmueble que, a la lentitud de su construcción, añadiría una vida relativamente corta. Significativo resulta que en marzo de 1641 hubiera de apuntalarse el caserón. Además, el paso de los años y la consiguiente mejora de las condiciones de vida fue haciendo sentir como inconvenientes los que antes no lo eran. Las incomodidades son invocadas en el auto o acuerdo de 10 de diciembre de 1732, cuando se deja constancia de la frialdad de las sesiones en la inclemente Sala del Consistorio, situada al norte –frente a la actual plaza de Santiago-, durante las noches de consultas, a pesar de que se pretenda atenuar estos rigores con dos braseros que resultan insuficientes. Así que no queda otro recurso que desalojar de trastos un cuarto inmediato y encargar la construcción allí de una cocinilla o chimenea, además de rebajar el suelo de la sala, que resulta demasiado elevado.
En 1751 se manifestó con claridad el lamentable estado del inmueble. En la consulta del 30 de octubre los regidores advierten que la escalera principal y algunos suelos y pasillos están con algún quebranto y faltos de seguridad. De manera que estiman conveniente encomendar a los maestros albañiles y veedores de edificios Fernando de Múzquiz y Manuel de Olóriz el reconocimiento minucioso de la totalidad del edificio, de sótano a tejado, para que hagan declaración jurada individual del caso, si algo amenaza ruina, y qué medidas cabe adoptar. El informe pericial, presentado a los cinco días, fue pesimista: todos los suelos, salvo el correspondiente al sobresótano, donde se hallaba el almudí y el peso general, amenazaban ruina, a causa de la vetustez y de defectos constructivos originarios.
La Corporación se apresuró a tomar providencias que se concretaron en ordenar a Múzquiz y Olóriz la redacción de un proyecto –y cálculo de su costo-, consistente en echar nuevos suelos y redistribuir las dependencias, racionalizando cargas y empujes tectónicos. De modo que el suelo del almudí, que era el único en estado aceptable, soportaría la vivienda del alcaide o conserje, además del cuarto de prisión, hasta entonces situado más arriba. Y otras piezas descenderían de altura. Así, en el piso principal se pretendía emplazar la Sala del Consistorio con su capilla, la Sala de la Audiencia (sede judicial del Alcalde), la cocinilla, acertada solución contra el frío invernal, adoptada medio siglo antes, la Secretaría y la sala Privada. En el piso tercero habría de construirse una vivienda cómoda y decente para el Secretario, quien pagaría el oportuno arrendamiento. Para el acceso a la planta noble se planearía la construcción de una buena escalera. Y como el ánimo edilicio quería resolver el asunto con el máximo acierto, evacuó consultas con diferentes técnicos o peritos. Entre ellos contó con el asesoramiento del Coronel Jefe, Ingeniero de los Reales Ejércitos de Su Majestad, don Jerónimo Marqueli, en aquel momento ocupado en la dirección de las obras de fortificación de Pamplona, quien coincidió con el dictamen de los veedores Múzquiz y Olóriz, en todo lo que a la ruina de la fábrica se refería. Levantó Marqueli cuatro planos o perfiles, con explicación pormenorizada de cuantas labores de consolidación juzgó oportunas. Y estimó que el monto económico ascendería a sesenta y siete mil reales de plata, moneda de Navarra, sin incluir determinadas obras de cimentación de nuevos pilares. Conocedor de todo ello, el Regimiento aprobó la ejecución de las obras propuestas por Marqueli en la consulta celebrada el 21 de diciembre de 1751. Queda, pues, claro que en ese momento todavía se optaba por la reparación del edificio, exclusivamente en las partes que planteaban problemas, sin perder la ocasión de redistribuir las dependencias de una manera más adecuada a las necesidades.
La primitiva Casa de la Jurería, anterior a 1753
Fig. 1: Casa consistorial de Pamplona. Plantas de sótano, baja y primera; y alzado de la fachada lateral
Anónimo, c. 1751 (AMP)
Un plano anónimo, ejecutado como los otros conservados en cumplimiento de los acuerdos de 30 de octubre de 1751 -y por tanto, cercanos a esa fecha-, resulta singularmente interesante para conocer el aspecto, distribución y funciones del caserón originario, sede de la primitiva Jurería, convertida ya para ese momento en Casa del Regimiento, cuyas plantas de sótano, baja, primera y segunda representa, además de ofrecer, en alzado, la fachada lateral recayente a la cuesta de Santo Domingo. Merece comentario, porque se trata de la única imagen conocida de aquel desaparecido inmueble, que ha sido plasmada con resabios de vetustez. Y también, porque, al margen de su calidad técnica, incorpora detalles del edificio objeto de consolidación, que no aparecen en otros dibujos. La atenta observación de las plantas y del perfil contenidos en este documento gráfico, la diferencia de volúmenes y alturas y, sobre todo, el análisis de las distintas funciones acogidas por el inmueble, hacen posible considerar, también a la luz de algún dato espigado, la construcción de la primera Casa de la Ciudad como concebida en dos bloques arquitectónicamente diferenciados; y, en cuanto a su edificación, quizá secuenciados en el tiempo. El primero de los bloques, que tiene un carácter preferentemente institucional y representativo, ocupa en planta una superficie más de dos veces superior a la del otro, además, eleva tres alturas sobre la planta de sótano. El segundo, que cobija lonjas, botigas y funciones exclusivamente de abastecimiento ciudadano, dispone únicamente de dos pisos.
La acusada pendiente del terreno elegido para la edificación, en el barranco que había sido utilizado en la Edad Media como foso entre las fortificaciones de la Navarrería y del Burgo de San Cernin, imponía un gran desnivel entre la fachada principal, abierta a la actual plaza Consistorial, y la posterior, inmediata a la de Santiago. Ello determinaba estrictamente, entonces como ahora, un semisótano, evidente en el perfil de los planos. Efectivamente, el extremo sur del sótano común a los dos bloques era totalmente subterráneo, situado bajo la cota del suelo que sustentaba la fachada principal y el zaguán; mientras que el Peso de la Harina, en el lado opuesto, se hallaba al nivel del espacio exterior.
Fig. 2: Casa consistorial de Pamplona. Detalle de la fachada lateral anterior
Anónimo (AMP)
Tres alturas se elevaban sobre este sótano en el cuerpo principal. La planta baja contaba con una puerta secundaria, en arco de medio punto, que permitía el acceso lateral a la Casa del Regimiento desde la cuesta de Santo Domingo. Este vano se abría en el muro, macizo hacia el lado de la plaza de Arriba, y perforado por cuatro ventanas rectangulares -tres de similar tamaño y una mayor-, en su costado alternativo hacia la de Abajo. A este lado se abría asimismo una espaciosa puerta de arco escarzano que, alineada con las escalinatas de Portalapea, daba paso mediante seis gradas y atravesando un corredor de cuatro tramos cubiertos por bóvedas de arista, a la belena situada en la parte opuesta. Era un portalón de servicio que atendía el aprovisionamiento de las lonjas, botigas y almudí y, en general, de cuanto se situara en el sótano. Además marcaba en forma nítida la separación de los dos bloques constructivos, institucional y de abastecimiento. Más allá, tres puertas y otras tantas ventanas franqueaban la entrada e iluminaban el interior de las tres botigas recayentes a la cuesta. Y finalmente, el muro, ciego en este punto, protegía la habitación donde se encontraba el Peso de la "Arina” que recibía luz a través de dos ventanas situadas frente al convento de los dominicos.
Fig. 3: Casa consistorial de Pamplona. Plantas baja, primera y segunda
Anónimo, c. 1751 (AMP)
Una triple portada, situada en la fachada principal, abierta a la plaza de Arriba o de la Fruta, daba acceso al zaguán, en la planta baja. Aquí una de las propuestas anónimas proponía situar sendas tiendecillas. En el proyecto comentado en primer lugar (fig. 1), tras el vestíbulo, una escalera lateral situada a la izquierda comunicaba con la planta primera o principal. Por medio de los oportunos descansillos, convertía su doble tiro de arranque en un tramo único al final. Seguían luego tres estancias rectangulares y perpendiculares al eje del edificio, que el plano define como Almudí Antiguo. A partir de aquí resulta interesante la consideración del edificio, cuya planta venía ensanchándose paulatinamente como corresponde a su forma trapezoidal, porque el plano hasta ahora analizado indica la posición del Almudí añadido, que ocupaba tanto el espacio situado encima del pasadizo travesero del sótano como el resto de la planta baja, alrededor del patio interior del semisótano. La contraposición de los adjetivos “antiguo” y “añadido” avala la hipótesis formulada de una segunda construcción adicionada al núcleo constructivo inicial. Puede indicarse que este plano coincide en todo, inclusive en las denominaciones y numeración que se adjudica a las distintas dependencias, con el atribuido a Jerónimo Marqueli.
La planta primera, que pudiera denominarse principal o noble si se tiene en cuenta que en ella se sitúan las dependencias más representativas desde el punto de vista institucional, acoge frente a la plaza de Arriba una confortable sala de estar, dotada de chimenea –cozinilla en la leyenda del plano- y, pasillo por medio, la Secretaría con un despacho anejo: el conjunto se proyecta abierto al exterior mediante tres vanos. Siguiendo hacia el fondo, se aprecian el hueco de la escalera principal, que termina en este piso, y, enfrente, el inicio de una escalera que sube hasta el superior. Avanzando hacia la plaza de Abajo a través de la Sala de Armas, que además sirve de pasillo, el visitante tendría a su izquierda la pared de separación y cerramiento de la Sala de Audienzias, lugar donde el Alcalde presidía los actos judiciales de su competencia y que compartía una Antesala común con el Consistorio, lugar de reunión de los regidores para celebrar consulta, -circunstancia que determina que al salón de sesiones se le denomine también Sala de la Consulta-.
A excepción de uno, todos los proyectos conservados dan por supuesta la segunda planta, encima de la principal, hacia la que hacen subir una escalera secundaria o esqusada; pero omiten su representación. El único plano en que aparece (fig. 3) no da ninguna explicación de la compartimentación del piso: se trataría de habitaciones para uso por parte de empleados.
Hasta aquí nos hemos ocupado del interior de la sede del Regimiento, preferentemente de la consideración de los espacios y de la distribución de sus dependencias. Ahora pueden dedicarse algunas líneas a especular sobre el aspecto exterior de la vieja Casa de la Ciudad. A tal fin ayudará la consideración de los dos alzados conservados, correspondientes a la calle o cuesta de Santo Domingo, ambos anónimos aunque uno pueda ser atribuido a Jerónimo Marqueli. Para tratar de vislumbrar vestigios remotos de un caserón que, como pronto se verá, fue demolido, resulta útil el trabajo del maestro albañil -Múzquiz u Olóriz-, competente, pero algo premioso, pegado a lo que ve, con más oficio que conocimiento de las novedades. Pero más útil en este caso que el del conocedor de las primicias presentidas o por venir, que se puede permitir teóricas normalizaciones racionales y prescindir de antiguallas de “mal gusto” (fig. 1).
La primitiva Casa del Regimiento sobresaldría claramente sobre la altura media del caserío pamplonés. Como se vio, la fachada lateral recayente a la cuesta de Santo Domingo, dejaba ver en primer lugar, sus dos volúmenes ya citados: el institucional y el de abastecimientos, bien que trabados por medio del semisótano común y por la continuidad de la planta baja. De modo que era evidente la distinta articulación en alturas: semisótano, baja, primera y segunda plantas en la parte de edificio de finalidad preferentemente representativa; semisótano y una planta superior, continuación de la baja compartida, en el Almudí o almacén de grano. Ambas partes se cubrían a dos aguas en su mayor trecho, aunque en su tramo final y más alejado del frontispicio, adoptaban la triple vertiente.
El alzado lateral presentaba, a nivel del semisótano, el portalón en arco rebajado ya comentado, que permitía tanto el tránsito por debajo del edificio, desde las escaleras de Portalapea hasta la calleja del fondo, como el servicio a las botigas, lonjas, almudí y peso real. Cuesta abajo, tres tiendecillas dibujaban en el muro sus correspondientes puertas de entrada y otras tantas ventanas. La planta baja se hacía evidente por una puerta de medio punto, tres pequeñas ventanas y una mayor, situada, en posición algo descentrada, sobre el escarzano del corredor, que daba luz al Almudí. A continuación, el muro no presentaba vanos.
Seis balcones con barandillas abalaustradas de forja se abrían en la planta primera o principal. El primero a la derecha correspondía al descansillo de la escalera principal; los otros cinco, a la antesala y sala de la Audiencia. En este piso, en la vertical de la puerta al semisótano, se apreciaban dos óculos, que iluminaban la cabecera del oratorio o capilla aneja al Consistorio. Ya en la fachada frontera al Convento de Santiago se documenta un balcón de herraje, sobre tornapuntas, que hace suponer por correspondencia, otro similar y gemelo, situado al otro lado sobre la cubierta del Almudí. Y que hace previsible que los balcones de la cuesta ya descritos cabalgasen sobre esta modalidad de soporte, difícil de representar gráficamente en situación frontal.
En la planta segunda, se repiten los seis vanos, esta vez ventanas rectangulares protegidas por antepechos de forja. También se observa balcón sobre tornapunta, en posición similar al descrito en el piso inferior.
Fig. 4: Casa consistorial de Pamplona. Planta de sótano y alzado fachada lateral
c. 1751 (Autor probable: Jerónimo Marqueli) (AMP)
La propuesta atribuible a Marqueli se limita a normalizar los vanos de fachada, suprimiendo los herrajes. También elimina la puerta lateral de servicio. Pero en contrapartida, ofrece una pequeña referencia visual de cómo pudo ser la articulación de la fachada principal de la Casa del Regimiento, abierta a la plaza de Arriba. En el perfil correspondiente, a la derecha, se aprecia una estructura formal en triple superposición de un orden arquitectónico preexistente, que parece toscano, cuyas columnas descansan sobre plintos. El proyecto, claro y racional, marca las plantas por medio de impostas continuas.
Fig. 5: Casa consistorial de Pamplona. Plantas baja y primera
c. 1751 (Autor probable: Jerónimo Marqueli) (AMP)
Adoptada la decisión de acometer los trabajos de rehabilitación de la vieja Casa del Regimiento, fue necesario contar con una sede temporal durante el tiempo de las obras. El Duque de Alba y de Huéscar, en su condición de Condestable de Navarra, poseía en Pamplona una amplia mansión, situada en la calle Mayor y conocida como la Casa del Condestable, que puso formalmente a disposición de la Ciudad en febrero de 1752, quien de hecho la ocuparía a partir del inmediato mes de abril durante casi ocho años.
Fig. 6: Casa consistorial de Pamplona
Planta baja de autor anónimo. c. 1751 (AMP)
Casi un año llevaba usando el Regimiento como sede provisional la Casa del Condestable, sin acometer las obras de la propia por falta de dinero, cuando a principios de mayo de 1753 dispuso que los veedores Fernando de Múzquiz y Manuel de Olóriz, a una con el maestro de obras Juan Miguel de Goyeneta, reconocieran de nuevo minuciosamente el viejo inmueble, para averiguar por sus informes qué partes amenazaban ruina, cuál era su grado de peligrosidad y qué precisas necesidades había que subvenir para la reestructuración. El dictamen de los peritos resultó tan pesimista que la Ciudad, dándolo por bueno, mediado aquel mismo mes acordó el inmediato y total derribo de la casa, paredes y fachada principal incluidas. La demolición debía estar finalizada para la próxima festividad de San Juan –24 de junio-. En todo caso, en agosto el derribo de unas botigas pertenecientes al mayorazgo de Francisco de Eguía, que estaban situadas en la parte posterior de la Casa, permitió iniciar los trabajos de cimentación de la nueva fábrica.
El nuevo edificio barroco (1753-1760)
Fig. 7: Casa consistorial de Pamplona
José de Zailorda: doble proyecto de fachada (AMP)
El edificio de nueva planta comenzó a construirse en 1753, según proyecto global de Juan Miguel de Goyeneta. La fachada fue diseñada por José Zaylorda, con ático a cargo de Juan Lorenzo Catalán. Es significativo el parecido de la ornamentación de las chambranas de vanos, ideada porZaylorda para la Casa de la Ciudad, con idénticos elementos del ventanaje del Palacio Zuloaga, de Fuenterrabía, rehecho en 1753 por encargo de su propietario, Pedro Ignacio de Zuloaga y Moyua.
Fig. 8: Ornato de chambranas en el proyecto de Zailorda y decoración de vanos en el Palacio Zuloaga, de Fuenterrabía
Contó el Consistorio pamplonés con una espléndida escalera, ideada por José Marzal. Se conservan bocetos de ornamentación pictórica para su caja, así como paneles correspondientes a estancias representativas. El conjunto arquitectónico, inaugurado en enero de 1760, subsistió hasta 1952, año en que se demolió en su totalidad, a excepción del frontispicio, que resultó conservado e integrado en el actual inmueble.
Fig. 9: Bocetos anónimos de pinturas para la caja de la escalera y zocalos de salones de la Casa Consistorial (AMP)