20 de junio de 2013
Ciclo de conferencias
CICLO DE SAN FERMÍN
Rito y protocolo en la fiesta de San Fermín
D. José Luis Molins Mugueta.
Cátedra de Patrimonio y Arte navarro
El antecedente histórico del culto a las reliquias
La conservación y veneración de reliquias es inherente a la naturaleza humana, que desea perpetuar el recuerdo de las personas queridas, mediante sus retratos, fotografías u objetos. El mismo vocablo “reliquia” designa “lo que queda”, “lo que resta” de los seres amados desaparecidos. Por idéntico proceso, lo que es un sentimiento natural de amor hacia los deudos, se convierte en un acto religioso referido a los bienaventurados, que son considerados parientes en la fe. Además, conservar y venerar sus reliquias se muestra útil y provechoso para la vida espiritual de los creyentes.
El culto público a las reliquias se remonta al año 313, cuando, tras el Edicto de Milán firmado por el emperador Constantino (disposición que supuso la tolerancia oficial del cristianismo y la consiguiente expansión de la Iglesia), muchos templos levantados en honor de determinados mártires requirieron el traslado de sus restos desde las catacumbas. Se puede traer a memoria un importante texto del Concilio II de Nicea (año 787), que, al referirse a las imágenes sagradas y otros objetos de culto, condenó la postura de quienes despreciaban tradiciones de la Iglesia y rechazaban, entre otros conceptos la veneración de “una santa reliquia de un mártir”. Las Cruzadas supusieron la presencia de cristianos occidentales en los Santos Lugares y Oriente Próximo. Ávidos de reliquias, fueron en bastantes ocasiones víctimas de engaños; y algunos de ellos se mostraron mistificadores sin escrúpulos que pensaban en beneficios económicos a su regreso. En el IV Concilio de Letrán (1215-1216), dada la fiebre medieval por estos restos, se condena el abuso, compraventa y falsificación de reliquias. En el capítulo 62 de sus actas se escribe:”Como quiera que frecuentemente se ha censurado la religión cristiana por el hecho de que algunos exponen a la venta las reliquias de los Santos y las muestran a cada paso, para que en adelante no se la censure, estatuimos por el presente decreto que las antiguas reliquias en modo alguno se muestren fuera de su cápsula ni se expongan a la venta. En cuanto a las nuevamente encontradas, nadie ose venerarlas públicamente, si no hubieren sido antes aprobadas por autoridad del Romano Pontífice...”.
El Concilio de Trento (1545-1563) potenció decisivamente el culto de los canonizados como reafirmación del dogma de fe de la Comunión de los Santos, una doctrina que también afectaba a la veneración de sus reliquias e imágenes. Se ocupó de este asunto en la sesión XXV, celebrada durante el año 1563. La normativa resultante tras las deliberaciones supuso el rechazo de la enseñanza protestante en este punto. Oficialmente se establece que los obispos: Instruyan también a los fieles en que deben venerar los santos cuerpos de los santos mártires, y de otros que viven con Cristo, que fueron miembros vivos del mismo Cristo, y templos del Espíritu Santo, por quien han de resucitar a la vida eterna para ser glorificados, y por los cuales concede Dios muchos beneficios a los hombres; de suerte que deben ser absolutamente condenados, como antiquísimamente los condenó, y ahora también los condena la Iglesia, los que afirman que no se deben honrar, ni venerar las reliquias de los santos; o que es en vano la adoración que estas y otros monumentos sagrados reciben de los fieles; y que son inútiles las frecuentes visitas a las capillas dedicadas a los santos con el fin de alcanzar su socorro: todo lo cual es lo que se halla establecido en los decretos de los concilios, y en especial en los del segundo Niceno contra los impugnadores de las imágenes. A la vez, se adoptan disposiciones para evitar errores doctrinales y abusos de prácticas, como atestiguan los textos entresacados que siguen: “Destiérrese absolutamente toda superstición en la invocación de los santos, en la veneración de las reliquias, y en el sagrado uso de las imágenes; ahuyéntese toda ganancia sórdida;...”. Así como: “...ni abusen tampoco los hombres de las fiestas de los santos, ni de la visita de las reliquias, para tener comilonas, ni embriagueces..”. O aquel donde se dice: “...Y para que se cumplan con mayor exactitud estas determinaciones...establece el santo Concilio que... tampoco se han de ... adoptar nuevas reliquias, a no reconocerlas y aprobarlas el mismo Obispo. Y este luego que se certifique en algún punto perteneciente a ellas, consulte algunos teólogos y otras personas piadosas, y haga lo que juzgare convenir a la verdad y piedad”.
Para su veneración, la Iglesia manda colocar las reliquias de primer grado -es decir, las que proceden del cuerpo de un santo-, en tecas, que tienen la consideración de vasos sagrados y reciben el nombre de “relicarios”, que han dado lugar a verdaderos alardes artísticos de magnífica orfebrería. Los relicarios deben colocarse sobre el altar, entre los cirios, en las celebraciones solemnes y se los inciensa durante la misa. En la festividad propia del santo cuyas reliquias se veneran en un determinado templo, se acostumbra a presentar el relicario a la veneración de los fieles como parte del culto denominado de “dulía”. En siglos pasados estas disposiciones estimularon a reyes, instituciones, nobles y religiosos a reunir ingentes colecciones de reliquias. Uno de los privilegios más preciados fue la obtención de permiso papal para exhumar de las catacumbas romanas los restos de algunos santos mártires, especialmente después de que éstas fueran redescubiertas en 1578 y se convirtieran en una fuente inagotable de fragmentos óseos y por extensión de objetos puestos en contacto con ellos.
Arribada de reliquias de San Fermín a Pamplona, procedentes de Amiens
Según tradición, San Fermín habría nacido en la Pompaelo romana en el siglo III. Convertido al Cristianismo tras la predicaciones del presbítero San Honesto y del obispo San Saturnino, fue bautizado a una con su familia por este prelado tolosano. Primer obispo de Pamplona, consagrado como tal por San Honorato, después de una fructífera acción pastoral en su tierra pasó a las Galias como misionero, recorriendo Aquitania, Auvernia y Anjou. Más tarde primer obispo de Amiens, entró en la capital de Picardía un diez de octubre. Allí padeció martirio un 25 de septiembre. Perdida la memoria de su enterramiento, su cuerpo resultó milagrosamente recuperado el 13 de enero de 615 y conducido a la que fuera su sede, la catedral de Amiens, durante el episcopado de San Salvio.
Urna relicario de San Fermín
Siglo XIII (Catedral de Amiens)
San Fermín fue Patrono principal del Reino de Navarra y de la Diócesis de Pamplona desde época imprecisa. Disfrutó de capilla en la primitiva iglesia gótica de S. Lorenzo ya en s. XIV: consta que en 1534 el Regimiento (Ayuntamiento) encargó una lámpara de plata, con voto de mantenerla encendida perpetuamente con aceite, por atribuir a la intercesión del Patrono la liberación de Pamplona de una epidemia peste. Y en la Catedral tuvo también altar en Edad Media (el actual, de Francisco Gurrea, se esculpió en 1710). En 1624, las Cortes privativas declararon por único Patrón a San Francisco Javier, circunstancia que motivó disensiones y pleitos eclesiásticos en los que la Ciudad se opuso tenázmente a la variación. La solución fue conciliadora: en 1657 el Papa Alejandro VII dispuso que ambos santos se veneraran igualmente como Copatronos de Navarra. Convendría recordar que en 1725 el Papa concedió el rezo del Patrono de Navarra con rito doble para toda España. Y que en 1746 Benedicto XIV elevó a rito doble para la Ciudad, Diócesis y Reino de Navarra el oficio y misa de la conmemoración del Martirio de San Fermín, del 25 de septiembre.
En el transcurso del tiempo, el culto a San Fermín ha ido tomando cuerpo a medida que llegaban reliquias procedentes de su sepulcro. La primera de que se tiene noticia, un fragmento de la cabeza del mártir, la obtuvo en 1186 el obispo de Pamplona, don Pedro de Paris, del prelado de Amiens, Teobaldo de Heilly. Aquel mismo año don Pedro, también llamado, por su origen, “de Artajona”, estableció la celebración litúrgica del Santo, dándole carácter de primera clase, equiparable en solemnidad a la que solía usarse en la fiesta de los Santos Apóstoles. La seo pamplonesa conserva esta reliquia dentro de un busto guarnecido de plata, datado en 1527 y transformado en el siglo XVIII.
Imagen relicario de San Fermín. 1527
(Catedral de Pamplona)
En 1386 el rey Carlos II de Evreux aportó una reliquia, quizá con la intención de calmar ánimos, caldeados tras las ejecuciones de Miluce. Pertenece al tesoro de la catedral, tiene forma de copón esferoide, trabajado en labor de moresco, datable en la primera mitad del siglo XVI. Una inscripción al pie, en latín, da cuenta de su contenido: reliquias de la cabeza de San Fermín.
Relicario de San Fermin.
Primera mitad del siglo XVI (Catedral de Pamplona)
(Contiene la reliquia donada en 1386 por Carlos III)
Se ha aludido al Concilio de Trento en su doctrina intensificadora del culto a los Santos y a la veneración de sus restos. Durante el siglo XVI, cuando menos en tres ocasiones significados navarros obtuvieron reliquias del Patrono, procedentes de Amiens, que ahora se encuentran dentro de la imagen que preside la capilla de su advocación, situada en la pamplonesa iglesia parroquial de San Lorenzo. Se trata de una talla en madera, obra probable, por su estilo, de fines del XV, aunque guarnecida en 1687 por capa pluvial de plata, encargada por el Ayuntamiento, que pagó por ella 1.936 reales. Es un auténtico relicario, pues en el óvalo del pecho, batido por el orfebre Hernando de Oñate, se conservan las reliquias de las que se hará inmediata mención. Descansa sobre una peana de plata, diseñada por el platero zaragozano Carlos Casanova, que Antonio Ripando ejecutó y terminó para 1736 (31.481 reales de hechuras); a la que en 1787 se añadieron los ángeles angulares, en bronce dorado a fuego.
Imagen relicario de San Fermín (Capilla de San Fermín. Pamplona)
En 1572 se colocó en la imagen la reliquia que había obtenido años antes (1569) Francisco de Álava, embajador de Felipe II en la Corte de Paris, que actuó a instancias de su prima Beatriz de Beaumont y de Navarra, significada dama vinculada a la fundación del Carmelo femenino de Soria y Pamplona. La otorgó el Cardenal Antoine de Créquy, a la sazón obispo de Amiens. El Regimiento hizo abrir de nuevo el relicario en 1595, para colocar la reliquia que había pertenecido a D. Martín Azpilicueta, donada en 1522 al Doctor Navarro por el entonces obispo ambiense. Y en 1638, en concreto el 26 de julio, nueva apertura de la imagen para acoger la reliquia donada por la parroquia de Olagüe. Se trataba de la mitad de la que consiguiera en 1597 el hijo de aquel pueblo, Martín de Olagüe, cuando, como capitán al mando de su compañía, protegió la catedral de Amiens de posibles desmanes, con ocasión de la conquista temporal de la capital picarda por parte del ejército del Rey Prudente: fue dádiva agradecida del obispo Geoffroy de La Marthonie, traída a Olagüe por el sargento mayor Juanetín de Casanova, pamplonés de nacimiento.
Imagen de San Fermín, detalle del relicario
Hernando de Oñate. 1572 (Capilla de San Fermín. Pamplona)
El domingo 16 de marzo de 1941 se recibió en Pamplona con todo júbilo y solemnidad la última reliquia de San Fermín, donada a la diócesis iruñense por el obispo de Amiens, monseñor Lucien Martin; la arqueta relicario, de plata dorada con disposición de templo gótico, que se conserva en la catedral, contiene un fragmento significativo, aproximadamente la mitad de un fémur derecho.
Aparte de las reliquias contenidas en la efigie de San Fermín, la Capilla del Patrono cuenta con un relicario con forma de ostensorio, para veneración por los fieles, y una teca con apertura en forma de libro, para visita domiciliaria a enfermos (1826). Asimismo conservan relicarios del mártir la Comunidad de Carmelitas Descalzas, de la plaza de San José; la basílica de San Fermín de Aldapa; y el oratorio de la Casa Consistorial (1826)
Reliquia donada por Pamplona a Flaçà
Flaçà es una población de Gerona, situada en el Gironès, al sur del Bajo Ampurdán, cercana a la capital, junto al río Ter. Actualmente supera en poco el millar de habitantes (1.065h. en 2012). San Fermín está presente en su toponimia y devoción, pues existe un camí (camino), una fuente y la ermita llamados de Sant Fermí. El pequeño templo se construyó en la segunda mitad del siglo XVI, según acredita la fecha de 1579 situada en el dintel de su entrada. Contó con una reliquia de San Fermín, donada por Pamplona y venerada durante siglo y medio, de 1678 hasta 1827, fecha de su desaparición por robo. Esta es su pequeña historia.
En 1678 el religioso franciscano Fr. Pedro Pablo Pomeras, a la sazón vicario del convento de Gerona, acababa de regresar de Tierra Santa. A instancia del prócer local don Juan Batlle, recibió, como él mismo detalla en crónica escrita, el encargo por parte del clero y de la villa de Flaçà “como fue aver de ir en la ciudad de Pamplona, Cabessa del Reyno de Navarra, distante de aquí sien leguas, a buscar la reliquia del obispo Glorioso y mártir San Fermin, hijo de dicha ciudad de Pamplona y de todo el Reyno de Navarra...”.
El 14 de septiembre de 1678 el P. Pomeras recibió los papeles y despachos como promissor, de manos de los jurados, obreros y cura rector de Flaçà, así como del obispo de Gerona, D. Fray Alonso Balmaseda y Osorio, agustino, en presencia del mencionado D. Juan Batlle de Flaçà, benefactor que costeó los gastos del vieje y actos de recibimiento de la reliquia, en cantidad no inferior a sien doblones.
El mismo 14 de septiembre partió el P. Pomeras de Gerona para llegar a Pamplona doce días más tarde, el 26. Dejó constancia por escrito de su itinerario, las paradas y las distancias entre ellas, que no sobrepasaron las diez leguas por jornada. Interesa destacar que durante las primeras etapas se hizo con cartas de recomendación útiles a su propósito: En Aulot (Olot) consiguió el favor de D. Francisco de Velasco, Maestre de Campo General en el Principado de Cataluña, hermano del Conde de Fuensalida, D. Antonio de Velasco y Ayala, a la sazón Virrey y Capitán General de Navarra. Y el día 15, en Ripoll, consiguió los avales de los pamploneses D. Diego de Mirafuentes, Maestre de Campo del Tercio de Toledo, y de D. Pedro de Saravia y Mendoza, éste último, autor de una importante donación a la sacristía de la catedral de Pamplona en 1682, según J. Goñi Gaztambide.
Tras pasar por Berga, Agramunt, Balaguer, Barbastro, Huesca, Quel, Lumbier..., el 26 de septiembre, -dia que se celebrava la fiesta y officio en la ciudad de Pomplona del glorioso obispo y martir San Fermin (?)-, dice el P. Pomeras de él y sus acompañantes que por la mañana entraron Pamplona. Al día siguiente, 27, fueron a presentar sus despachos y a ofrecer sus respetos al Virrey. Se señaló el 29 de septiembre, festividad de San Miguel, para la entrega y recepción de la reliquia. Entre tanto la Ciudad y el clero interpusieron pleito eclesiástico al que respondió el Vicario General de la Diócesis y el Cabildo catedralicio con un mandato por el que se prohibía la entrega de reliquia alguna bajo pena de excomunión mayor latae sententiae y multa de dos mil florines de oro aplicaderos a cosas de la Iglesia.
Estuvieron en confusión durante quince días. Entretanto con el favor del Virrey y del Obispo de Pamplona, el franciscano D. Francisco Roig o Roche, ausente por visita pastoral, se arregló el asunto y se convino el 15 de octubre, festividad de Santa Teresa, por la tarde para la extracción de la reliquia, según el relato siguiente del propio P. Pomeras:
“Fuimos alla en forma de Siudad y asistencia de todo el clero; y todos en la iglesia parroquial de St. Lorenço adonde estan colocados los relicarios del glorioso obispo y martir Sant Fermin. Entramos en la Iglesia, serramos las puertas por el tumulto del pueblo, por no levantarse un motin o ruido por no venir bien la plebe en que se quitase la reliquia del glorioso Santo. Me hicieron revestir con todos los hornamentos, asta capa pluvial, encendiendo muchas antorjas; y luego me hisieron bajar el Santo del altar de su capilla, que es medio cuerpo. Y puesto en el altar mayor de dicho San Lorenço, se abrio aquel Santo Relicario que se abre por una esquina de dicho Santo Cuerpo, y esta con tres llaves: la una la tiene la Inlustre Siudad; la otra, la obrería de la Iglesia de dicho San Lorenso; la otra, el cura de la Iglesia. Y estando en esto, estuvimos con mucha confusion por averse perdido la memoria quien tenia la una llave por aver ochenta años que no se avia abierto aquel relicario. Abrieron y se limpio el relicario por estar en este tiempo muy susio.
Saque yo mesmo las Santas reliquias de su lugar y se me entregaron de tres partes que ay, no la más grande ni la más pequeña (sino la mediana); pusose en un relicario de plata que mando hazer la Ilustre y noble Siudad de Pamblona, para que viniera con desencia, y se me entrego con grandissima autoridad y devocion; y con los despachos que se me entregaron, todo junto. Este fue del Señor Vicario General, Dn. Antonio Olivarri (en realidad, Ceferino de Ulibarri), y tomandole elme la dio a mi mismo adorar; y puestos todos los sircundantes de rodillas, la di adorar a todos; y en todo esto di las gracias a todos aquellos señores de mi parte y de la noble villa de Flaça y nos fuimos”.
Imagen relicario de San Fermín. Portezuela posterior
(Capilla de San Fermín. Pamplona)
Entre el 16 y el 28 de octubre de 1678 la piadosa comitiva viajó desde Pamplona a Gerona, pasando por Lérida. En el convento franciscano de Gerona se detuvo unos días el P. Pomeras. Allí esperaba D. Juan Batlle. El inicio de las fiestas de recepción de la reliquia de San Fermín aconteció el 10 de diciembre, sábado por la tarde, con asistencia de 24 curas, doce religiosos franciscanos y 24 caballeros. En el pueblo de Mollet (actual Sant Joan de Mollet) una procesión local se sumó al paso de la comitiva hasta llegar a Flaçà, donde, al aire libre, había un altar efímero muy adornado: aquí se exhibió la reliquia, se leyeron los despachos y, unidas las gentes de Mollet con las de la villa, “fuimos a la iglesia de Flaçà bajo de palio; llevaronlo los cavalleros nobles con 24 antorjas, con otras muchas luzes con 24 capas pluviales, yendo yo bajo del palio, como promissor con la Santa reliquia, con mucha musica. Y entrando a la iglesia se cantaron completas con mucha magestad y solemnidad. En acabando las completas diose adorar la sta. Reliquia a todo el pueblo que fue mucho de toda la comarca; en acabando dieron las aves Marias, tañeronse las campanas de todos los pueblos de la comarca y de la villa, dando gracias a Dios por tan gran beneficio, en darles tan gran Santo por patron; a mas de eso con muchos tiros, coetes y luminarias. Finalizaron las fiestas de Flaçà con misa solemne y predicación en la mañana del domingo, día 11, y misa de acción de gracias, en la del lunes 12.
Ermita de San Fermín en Flaçà
Festividades litúrgicas
En la actualidad, las festividades de San Fermín que se celebran son tres: siete de julio: veinticinco de septiembre, conmemoración del martirio; y un domingo variable de enero (el 13 de enero, si es domingo; o el domingo inmediato siguiente, si no lo es), la función de las Reliquias.
7 de julio
Hasta fines del siglo XVI los pamploneses honraban a San Fermín en los inseguros días de otoño, el 10 de octubre, para mayor exactitud. Era la conmemoración litúrgica de la entrada del Santo Obispo en su sede de Amiens. Sorprende la elección de este acontecimiento, sucedido en la Galia, para venerar al ilustre Patrón navarro, que se explica por el componente humano de procedencia franca, que pobló a finales del siglo XI el pamplonés Burgo de San Cernin, con exclusión de gentes de otro origen. En 1590 los regidores pamploneses solicitaron del obispo D. Bernardo de Rojas, el traslado de la celebración al mes de julio, época en que el tiempo es bonancible y coincidente además con el periodo de la feria franca establecida por Carlos II en 1381. Desde 1591 la solemnidad se viene conmemorando el 7 de julio. Desde antiguo contó esta festividad con una función de Vísperas, que ya en los tiempos medievales se celebraba en la desaparecida capilla gótica de San Lorenzo, en la tarde anterior al día principal (9 de octubre y, más tarde, 6 de julio). Acudía el Regimiento con toda solemnidad, acompañado de pueblo y ciudadanos principales en cortejo que, a partir de 1915, daría paso al Riau-riau. Durante dos siglos, el 6 de julio fue día de “vigilia penitencial”, en cumplimientodel voto que la Ciudad formuló en la Capilla de su patronato en 17 de octubre de 1599, con motivo de la virulenta epidemia de cólera que atacaba Pamplona. Hasta la conmutación de este voto, a finales del siglo XVIII, se recordaba a los vecinos, mediante pregón, la obligación de abstinencia de carne.
La Procesión del siete julio pertenece a la clase denominada “estacional”. Partiendo de un templo importante, en este caso la Catedral, se acude a la Capilla para tomar la imagen, que además es relicario del mártir, para hacer “estación procesional” con misa, terminada la cual se retorna a la Seo. Propiamente, la procesión se inicia y finaliza en la Catedral, aunque haya quien interprete el regreso como mero acompañamiento de cortesía o etiqueta por parte del Ayuntamiento hacia el Cabildo. El itinerario secular permite recorrer los tres viejos núcleos de la Pamplona clásica: el Burgo, la Población y, mínimamente, la Navarrería. Las procesiones ocasionales con la efigie de San Fermín fueron frecuentes en otro tiempo, motivadas por rogativas, impetrando la petición de lluvias (ad petendam pluviam) o el cese de temporales (ad repelendas tempestates).
El origen de la Octava se tiñe de duelo. Cuando en julio de 1689 es inminente la celebración de San Fermín, Pamplona, como toda la Monarquía hispánica, está de luto oficial por el fallecimiento en febrero anterior de María Luisa de Orleans, esposa de Carlos II el Hechizado. Pareció al Ayuntamiento que el obligado ahorro de gastos en toros, fuegos y danzas bien pudiera aplicarse en aumentar las demostraciones de culto, limitadas entonces a la misa y procesión. Así que, el cinco de julio, determinó incorporar a la liturgia una Octava, con misa cantada diaria y “sermón el primero y último día, concurriendo en ambos la Ciudad, como lo hace en la festividad de la Concepción”. A la vez que encarece a corporaciones posteriores el mantenimiento de la novedad. Actualmente la octava se limita a la misa del día 14, con asistencia de la Corporación.
Martirio de San Fermín (25 de septiembre)
El 25 de septiembre se celebra en Pamplona el Martirio de San Fermín, el auténtico “dies natalis”, que según la liturgia sería la festividad más importante. Tiene dos escenarios: la basílica de Aldapa, dentro de las fiestas de “San Fermín Chiquito”, con típica procesión por algunas calles de la Navarrería. Y la celebración en San Lorenzo, que no ofrece el boato de otros tiempos, cuando se cantaban Vísperas el 24 y acudía el Ayuntamiento el 25, porque en 1836 interrumpieron los ediles la costumbre (aunque en la actualidad sigan asistiendo algunos corporativos a título particular). Pero es el clero de aquella parroquia y la Corte de San Fermín, institución fundada en 1885 para promover el culto y devoción al Santo, quienes organizan la fiesta y la novena que le precede.
Función de las Reliquias
En 1656, en trance de ser declarados Copatronos de Navarra San Fermín y San Francisco Javier, las Cortes de este Reino y el Ayuntamiento de su Capital acordaron rendir cultos especiales al Patrono promovido por la otra parte. Como el hallazgo del cuerpo de San Fermín ocurrió en las afueras de Amiens el 13 enero 615, el Reino se comprometió a acudir anualmente en esa fecha a su Capilla en San Lorenzo, en ese día si fuese domingo, o en el otro supuesto, el domingo inmediato siguiente. Hasta 1836 las Cortes, cuando estaban reunidas en Pamplona, o la Diputación, en periodo de interregno, acudían el día señalado para la solemnidad, de igual modo a como lo hacían en la tarde anterior, para asistir a vísperas. Actualmente, esta función de las Reliquias viene siendo organizada por el clero parroquial de San Lorenzo y por la Corte de San Fermín.