12 de marzo de 2014
Ciclo de conferencias
LA PAMPLONA CONVENTUAL
El exorno de la iglesia conventual, espejo de Órdenes y patronos
Dña. María Concepción García Gainza.
Cátedra de Patrimonio y Arte navarro
Los conventos denominados por Bazin “palacios de la fe” precisaban, además de una arquitectura funcional y rigurosa que hiciera posible la vida en comunidad, del lenguaje de las imágenes que como escrituras visibles mostraban al visitante los fundamentos de su regla y doctrina. Esto se hacía visible en los retablos de la iglesia conventual a través de los programas por medio de imágenes que mostraban la espiritualidad de la orden, sus fundadores y santos acompañados con escenas de los hechos milagros que realizaron. En definitiva, un discurso con imágenes paralelo a los utilizados por los sermones en la predicación. Estos programas expresados con imágenes y pinturas se mostraban en soportes arquitectónicos en los que se hacía uso de recursos teatrales y escenográficos.
También se hacían presentes los fundadores del convento y sus patronos por medio de sus escudos situados en lugares destacados y visibles e igual¬mente de sus enterramientos, lápidas y sepulcros, ubicados en presbiterios, capillas y criptas. De esta manera, la iglesia conventual se convierte en espejo que refleja a las órdenes y a los patronos.
Tres ejemplos de iglesia conventual que corresponden a las órdenes de dominicos, carmelitas y agustinas recoletas señalan la evolución de las artes en las fundaciones de Pamplona durante los siglos XVI, XVII y XVIII. El retablo mayor del monasterio de Santiago de Pamplona es obra cumbre de la escultura del Renacimiento en la ciudad. Su historia bien conocida se completa ahora con el estudio y análisis que ha permitido la restauración de la obra llevada a cabo en 2008, que da respuesta a la confusión que producía hasta ahora su contempla¬ción y a su valoración.
Sus autores, dos francos salidos del obrador de la catedral de Pamplona que trabajaron ampliamente en Navarra: Pierres Picart, más entallador que escultor y Fray Juan de Beauves el escultor más descollante de la fase de tran¬sición al Romanismo de Juan de Anchieta. A Beauves se debe la mayor parte de la escultura del retablo de Santiago que da forma a un complejo programa iconográfico compuesto por la Pasión, la leyenda de Santiago Peregrino, la Aparición de Cristo a la Magdalena, San Fermín y su Martirio y Santos Dominicos.
Tres fundamentales conclusiones pueden extraerse de este análisis, la primera que el retablo renacentista se conserva prácticamente entero. La segunda que la reforma del siglo XVIII, que añadió cuatro columnas gigantes no alteró más que levemente el retablo renacentista. Y la tercera que la gran transformación del retablo tuvo lugar por la policromía del siglo XVIII cuyo contrato publicado por Mª Josefa Tarifa nos dice que fue respetuosa con los “sentidos y movimientos” de las figuras pero que de hecho privó de la vibración propia del estofado renacentista y de la suavidad de los relieves restándoles la expre¬sividad e idealización del Renacimiento por seguir la imitación del natural propia del barroco. Como valoración final puede decirse que se trata de un gran retablo del Segundo Renacimiento de escultura excelente, obra de dos maestros francos arraigados en la zona.
Retablo mayor del convento de dominicos
El segundo ejemplo de retablo conventual, el de Carmelitas de Pamplona supone un cambio radical. No se trata ya de un arte local sino foráneo llegado del foco castellano y de su centro Valladolid. El retablo mayor y los colaterales se ejecutaron en 1669 siguiendo un modelo madrileño propio de Alonso Cano que fue llevado a Valladolid por Sebastián de Benavente, autor del retablo de Jesús y María de la ciudad castellana. Su traza fue copiada puntualmente por los tracistas carmelitas Fray Francisco de Jesús y María y Fray Martín de San José procedente en el retablo mayor del convento de Pamplona y en otros castellanos como el de Alba de Tormes. El retablo de corte clasicista con cartelas y festones en principio albergaba lienzos y esculturas y en la actualidad acoge esculturas de San Elías, San Juan de la Cruz y Santa Ana, al igual que las imágenes de San José procedente de uno de los colaterales y de Santa Teresa que sigue el modelo de Gregorio Fernández. Excelente por su hechura y policromía es la escultura de San Joaquín con la Virgen Niña, titular de su capilla. Todas estas imágenes integran un buen conjunto de escultura de origen vallisoletano en la órbita de Gregorio Fernández.os con sus ventajas e inconvenientes. En el caso de los conventos extramuros, gozan de una mayor superficie de terreno al no tener una limitación tan marcada como los de intramuros; por el contrario, tal ubicación dificulta la labor apostólica de las órdenes religiosas (en el caso de las masculinas), plantea problemas al edificio y sus moradores por levantarse próximo a las orillas del río Arga, y está sometido a las necesidades militares en el caso de una plaza fuerte de primer orden como es Pamplona. En el caso de los conventos intramuros, tal ubicación facilita su misión catequética; no obstante, no están exentos de dificultades en forma de escasez de espacio, oposición de las parroquias y de otras comunidades religiosas instaladas previamente en la ciudad, e incluso estratégico-militares.
Retablo mayor del convento de carmelitas descalzos
El tercer ejemplo está representado por el convento e iglesia de Agustinas Recoletas de Pamplona, cuyos retablos de la cabecera constituyen una muestra del barroco avanzado en torno a 1700. En este caso el edificio conventual y su exorno son de impronta madrileña por expreso deseo de sus fundadores don Juan de Ciriza, Marqués de Montejaso, secretario de Felipe III y doña Catalina de Alvarado, enterrados en la cripta, que tuvieron como modelo a seguir en este convento el de la Encarnación de Madrid.
El retablo mayor y los colaterales son obra de los maestros del foco de Tudela, Francisco Gurrea, retablista y al escultor Juan de Peralta que plasmaron un conjunto espléndido de exuberante decoración que disuelve su arquitectura. Este retablo vino a sustituir a uno anterior trazado por Vicente Carducho. La arquitectura de gran teatralidad y efecto alberga en su óvalo central la escultura de la Inmaculada Concepción, titular del convento, y San Juan y Santa Catalina patronos de los fundadores, además de Santa Mónica y San Agustín, San Francisco de Asís y Santa Clara. Presiden los colaterales San José y San Antonio.
La clausura guarda algunas esculturas debidas a notables escultores o escuelas. Destaca entre ellas algunas esculturas napolitanas llegadas a través de legados y el Crucificado del coro de Juan de Anchieta al igual que la Virgen con el Niño. En la Sala Capitular destaca la Inmaculada Concepción, obra documentada de Manuel Pereira, policromada por el pintor Francisco Camilo y un Cristo Yacente. De especial mérito, es una Dolorosa de Pedro de Mena, un busto prolongado con brazos. Se trata de una Dolorosa en contemplación, imagen de devoción pró¬xima que mueve al dolor. También un Niño Jesús de plomo según original de Montañés.
Retablo mayor de las agustinas recoletas
Inmaculada Concepción. Manuel Pereira
Convento de agustinas recoletas