12 de septiembre de 2014
Ciclo de conferencias
RUTA DEL RENACIMIENTO DE NAVARRA
El Patrimonio cultural del Renacimiento en Lerín
Dña. Mª Josefa Tarifa Castilla
Universidad de Zaragoza
Una de las sesiones del ciclo de conferencias dedicado a la Ruta del Renacimiento en Navarra, tuvo lugar en la localidad de Lerín, donde Mª Josefa Tarifa Castilla, profesora del departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, explicó el Patrimonio Cultural del Renacimiento en la localidad. La conferencia comenzó con una explicación de lo que supuso el primer estilo artístico de la Edad Moderna surgido en Italia, el Renacimiento, y su difusión por la Monarquía Hispánica, desde el reinado de los Reyes Católicos, con una fuerte presencia del lenguaje tardogótico, hasta la llegada del clasicismo con el gobierno de Felipe II y la gran obra del monasterio de El Escorial. A continuación, la ponente mostró una panorámica general de las características definitorias de los edificios erigidos en Navarra a lo largo del siglo XVI, atendiendo a las plantas, alzados, cubiertas y elementos decorativos, incidiendo en el empleo por parte de los artistas de la tratadística arquitectónica, circunstancia que permitió una mejor difusión del lenguaje renacentista.
La conferencia se desarrolló en la Casa de Cultura de Lerín
Una vez contextualizado el panorama artístico del territorio navarro a lo largo del siglo XVI, Tarifa se centró en la historia de Lerín desde mediados del siglo XV, cuando la familia Beaumont obtuvo por concesión real el título de condes de Lerín, con motivo del matrimonio de Juana, hija natural del monarca Carlos III, con Luis de Beaumont en 1424, noble navarro que también ostentó el honorable título de condestable de Navarra. Un linaje que destacó en la promoción y mecenazgo de las artes, como revela el encargo por parte del II conde de Lerín en 1491 de su sepulcro en alabastro al escultor aragonés Gil Morlanes el Viejo, artista al servicio de Fernando el Católico, empresa en la que contó con la colaboración del escultor flamenco Pedro de Amberes. Mausoleo funerario que fue colocado en el siglo XVI en la capilla mayor de la iglesia parroquial de Lerín, en la que tenían derecho de sepultura los condes de Lerín, por orden de su hijo, el homónimo Luis de Beaumont.
Un templo gótico, del siglo XIV, de una sola nave, que a raíz del fuerte crecimiento demográfico experimentado por la población, -al igual que sucedió en el resto de las localidades navarras a lo largo del Quinientos tras la anexión de Navarra a la corona de Castilla, lo que supuso el inicio de un periodo de paz que permitió a su vez la recuperación económica-, fue ampliado en el último tercio del Quinientos por la zona de la cabecera, siendo dotado con un amplio crucero y cabecera poligonal con capillas laterales adosadas a menor altura.
Las obras se iniciaron el 9 de agosto de 1570, de acuerdo al condicionado firmado por Juan de Orbara, maestro de cantería vecino de Viana, el cual se comprometió a realizar el acrecentamiento del templo conforme la traza proporcionada por Juan de Villarreal, veedor del obras del obispado de Pamplona, en el plazo de ocho años. Las dificultades económicas y la intensa actividad constructiva paralela contratada por Orbara, provocaron que en 1580, cuando le sorprendió la muerte, apenas hubiese avanzado en fábrica, teniendo levantadas únicamente las paredes que delimitaban la capilla mayor.
La construcción quedó paralizada hasta 1591, cuando el 29 de agosto el cantero Juan de Garaicoechea y Oiz, vecino de Elizondo, firmó un contrato por el cual se obligó a proseguir las obras, que debía concluir en el plazo de diez años, de acuerdo a un nuevo diseño proporcionado por Amador de Segura y el genovés Juan Luis de Musante, quien había desempeñado el prestigioso cargo de maestro de obras reales en Navarra, encargándose de la dirección de las obras de la ciudadela de Pamplona proyectada por Jacobo Palear Fratín, ingeniero al servicio de Felipe II. Junto con Garaicoechea trabajó a finales del siglo XVI y comienzos del XVII el cantero Juan de Aranalde, vecino de Areso, en el espacio de la cabecera, y bajo la supervisión de Francisco Palear Fratín, veedor del obispado pamplonés en aquellos años. Todavía en 1608, cuando ya habían fallecido Garaicoechea y Aranalde, el ámbito del crucero estaba al descubierto, contratando un año más tarde, el 24 de septiembre de 1609 su cubrición Domingo de Legarra, maestro de cantería vecino de Murillo del Río Leza, de acuerdo a un nuevo acuerdo notarial.
Interior de la parroquia de Lerín
(Foto: Andoni San Juan)
La capilla mayor fue volteada con una venera gallonada, oculta en la actualidad tras el retablo mayor barroco de Camporredondo, a la que antecede un tramo de medio cañón casetonado con rosetas en su interior, cubierta renacentista que exigía al cantero que la acometió un elevado conocimiento en estereotomía, como recogió Alonso de Vandelvira en el Libro de traças de cortes de piedras, y que únicamente se hace presente en el resto del panorama arquitectónico navarro del siglo XVI en algunas iglesias de la zona del Baztán, como Ziga, Gartzain y Lekaroz.
Capilla mayor de la parroquia de Lerín
(Foto: Andoni San Juan)
Más excepcionales resultan aún las cúpulas casetonadas sobre pechinas gallonadas que cubren las capillas laterales adosadas a la cabecera, y que entran en paralelismo con los diseños que tuvieron una mayor repercusión en la arquitectura renacentista española más avanzada, siendo buen ejemplo las obras desarrolladas por Andrés de Vandelvira o Hernán Ruiz II en Andalucía. Igualmente, las bóvedas vaídas del espacio del crucero, son otro tipo de abovedamiento renacentista poco difundido en los edificios acometidos a lo largo del siglo XVI en suelo navarro, donde predominaron en un alto porcentaje las bóvedas de crucería estrellada.
Cúpula casetonada de una de las capillas de la cabecera
(Foto: Andoni San Juan)
En definitiva, un edificio excepcional en el panorama arquitectónico navarro del siglo XVI en la parte correspondiente a la ampliación de la cabecera y el crucero, tanto a nivel de cubiertas, con bóvedas aveneradas, vaídas y cúpulas casetonadas, como en el tratamiento de los alzados, con arcos, pilastras corintias y entablamentos de ménsulas con rosetas, que repiten modelos vignolescos o palladianos. Una arquitectura manierista en la línea de las obras que se estaban acometiendo paralelamente en los focos más vanguardistas de la península, y que reflejan el conocimiento de la tratadística arquitectónica clásica por parte de los artistas que las proyectaron, como el genovés Juan Luis de Musante, quien en su nutrida biblioteca contaba con los volúmenes Vitruvio, Alberti, Serlio, Vignola, Palladio, Antonio Labacco o Daniele Barbaro, entre otros.