12 de marzo de 2014
Ciclo de conferencias
LA PAMPLONA CONVENTUAL
Las clausuras, decoro y calidad en la pintura foránea
Dña. María Concepción García Gainza.
Cátedra de Patrimonio y Arte navarro
Las clausuras conventuales conservan maravillosas piezas artísticas en su interior distribuidas en sus coros, salas capitulares, bibliotecas y tránsitos, espacios de silencio cuajados de pinturas cuya visión da pie a la meditación ya que se trata de un arte exclusivamente religioso cuya finalidad es mover a devoción al fraile o a la monja que vive entre sus muros. La clausura es un mundo cerrado, detenido en el tiempo y marcado por la época de su fundación, sus patronos y órdenes. De modo paralelo a otras ciudades también se puede hablar de una Pamplona oculta, de un mundo interior que guarda un riquísimo patrimonio artístico aunque con la desamortización se hayan perdido algunas piezas de notable interés o hayan buscado nuevos acomodos en los museos.
Aunque la mayor parte de las pinturas de clausura tenga meramente valor devocional se encuentran entre ellas representados un elevado número de pintores importantes procedentes de otras tantas escuelas cuya asistencia allí se explica por ser legados y regalos de generosos benefactores. Como es sabido en nuestro país existieron pintores especializados en órdenes religiosas –Zurbarán, Murillo, Valdés Leal, Vicente Carducho, entre otros– que dedicaban a hacer un tipo de pintura religiosa que requería la práctica del decoro, tema que desarrolló Francisco Pacheco y otros teóricos de la pintura y que consiste en la adecuada representación de los santos y figuras divinas a lo que significan y al tiempo y espacio a lo que había que añadir el adaptarse a las distintas sensibilidades espirituales de las diversas órdenes religiosas y sus objetivos fijados en las constituciones fundacionales.
Una obra reseñable por su interés es la serie del Génesis compuesta por doce cobres al óleo que procedente del convento de la Merced de Pamplona ingresó en el Museo de Navarra en 1961. Marcados con el monograma J.B. fue identificado por Enrique Valdivieso con Jacob Bouttats, pintor activo en Amberes, quien se inspiró literalmente en las estampas de Sadeler. Con gran sentido narrativo desarrolla las sucesivas escenas de la Creación en unos frondosos paisajes de fondos iluminados y rico color. Constituye la serie más amplia del pintor de la segunda mitad del siglo XVII.
Jacob Bouttats, La creación de los peces y las aves
(Museo de Navarra)
Sadeler, La creación de los peces y las aves
Las agustinas recoletas conservan la clausura más rica con buenas firmas de pintores madrileños e italianos. Empezando por los magníficos retratos de los fundadores, ambos firmados por Antonio Rizi en 1617, en relación con el retrato de corte de Sánchez Coello y Pantoja. Por su parte, el retrato de don Juan de Ciriza, hijo natural del fundador y canónigo de la catedral de Pamplona se ha atribuido a Felipe Diriksen, pintor madrileño hijo de flamencos. Un gran lienzo de la Inmaculada Concepción, titular del antiguo retablo mayor de la iglesia es obra de Vicente Carducho, pintor florentino que vino a El Escorial. Representa a la Inmaculada Apocalíptica sobre un paisaje con los símbolos de la letanía lauretana. Cuadro importante es el de San Agustín entre Cristo Resucitado y la Virgen con el Niño, firmado por Pedro Villafranca, pintor de escuela madrileña y activo grabador. Digno de señalarse es el Santo Tomás de Villanueva repartiendo las limosnas, firmado por Francisco Camilo, en 1650, conocido pintor de clausuras. San Agustín fue el titular de una “capilla aparte” que estaba en el claustro. Cuadro de rico color y pincelada suelta, rasgos propios de la escuela madrileña del momento a la que también pertenece la Virgen de Belén firmada por Alonso del Arco en 1693.
Antonio Rizi, Don Juan de Ciriza, marqués de Montejaso. 1617
(Convento de agustinas recoletas. Pamplona)
Antonio Rizi, Doña Catalina de Alvarado, marquesa de Montejaso. 1617
(Convento de agustinas recoletas. Pamplona )
También están representados los pintores extranjeros como el veneciano Palma que firma la Guirnalda con Calvario, el Cristo de la Paciencia firmado por el italiano Orazio Borgianni y la Virgen de Guadalupe que lleva la firma del pintor mejicano Juan Correa.
Otros cuadros destacables proceden de las clausuras, de carmelitas como el Cristo a la columna de Marcos de Leyva (1627) o la Inmaculada Concepción de agustinas de San Pedro con la doble firma del pintor Marcos Aguilera y de su restaurador Juan García de Miranda.
Mención especial merece el gran lienzo (5 metros x 3,27) que representa la Fundación de la Orden Trinitaria, firmado y fechado por Carreño en 1666, obra maestra de la escuela madrileña posterior a Velázquez cuya herencia aparece innovada en sus aspectos escenográficos y alardes técnicos, suma de influencias venecianas y flamencas. Se hizo como gran cuadro de altar para el convento de Trinitarios de Pamplona. Según dice Palomino a la llegada a Pamplona del cuadro, “donde se apuran todos los primores del arte” los frailes no lo querían recibir y Carreño llamó a Vicente Berdusán, “pintor de crédito en aquella tierra”, para que lo aceptaran. Con la desamortización de 1836 el cuadro fue vendido al I Duque de Palma y pasó a formar parte de su colección del castillo de Courson hasta que 1964 fue donado al Museo de Louvre donde ahora forma parte de la sala de pintura española. Se conserva el boceto firmado por Carreño (Museo de Bellas Artes de Viena), así como su dibujo preparatorio firmado por Francisco Rizi (Galería de los Ufizzi de Florencia). Una historia artística bastante completa sobre el que se considera el cuadro de altar más importante de la escuela madrileña de la segunda mitad del siglo XVII.
Carreño de Miranda, Fundación de la Orden trinitaria, 1666
Procedente del desaparecido convento de trinitarios de Pamplona
(Museo del Louvre)