19 de septiembre
Conferencias
EN TORNO AL 125 ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE JULIÁN GAYARRE
"Mármol y bronce para la inmortalidad". El mausoleo de Gayarre, de Mariano Benlliure
D. José Javier Azanza López
Cátedra de Patrimonio y Arte navarro
El 2 de enero de 1890 fallecía en Madrid, a los 45 años, Julián Gayarre, el tenor de “la voz de ángel”. Tras el multitudinario cortejo fúnebre que recorrió las calles de la capital, su cuerpo fue enterrado en el cementerio de Roncal tres días más tarde. Fue la familia de Gayarre, con su sobrino Valentín al frente, la que encargó al escultor Mariano Benlliure (El Grao, Valencia, 1862-Madrid, 1947) la confección de un mausoleo para que cubriese la tumba del tenor.
¿Por qué a Mariano Benlliure? En primer lugar, porque el escultor valenciano, formado en la Escuela de la Lonja y el taller de fundición Masriera y Campins de Barcelona, era uno de los máximos representantes de la escultura española del período de entresiglos. Pero, principalmente, porque a ambos les había unido una estrecha amistad, surgida durante las visitas a Roma del tenor navarro para interpretar sus grandes éxitos operísticos; amistad de la que han quedado numerosos testimonios escritos.
El proceso de ejecución del mausoleo en Roma, donde Benlliure tenía su estudio, resultó prolongado y complejo. Tenemos noticia de que el escultor tenía finalizado el boceto en agosto de 1890 (se conserva en el Museo Nacional del Teatro de Almagro, y también hay un modelo en yeso de la figura de la Música en el Museo Salvador Vilaseca de Reus), y ya en 1891 había dado principio a su ejecución; sin embargo, su conclusión no tuvo lugar hasta 1897. ¿Cuáles fueron las causas del retraso? En varias ocasiones, Benlliure alega dificultades en la recepción de materiales para continuar la obra. Pero el principal motivo que obligó a posponer su ejecución fue la necesidad de atender a los numerosos encargos recibidos desde diferentes instituciones oficiales y que tenían un plazo de entrega; tales son los casos de los monumentos a Diego López de Haro (Bilbao, 1890); al marqués de Larios (Málaga, 1890); al teniente Jacinto Ruiz (Madrid, 1891); al marqués de Santa Cruz (Madrid, 1891); a Isabel la Católica (Granada, 1892); al teniente general Manuel Cassola (Madrid, 1892); a la reina María Cristina de Borbón (Madrid, 1893); al beato Juan de Ribera (Valencia, 1895); y al poeta y escritor Antonio Trueba (Bilbao, 1895).
Boceto del mausoleo de Gayarre
La Ilustración Española y Americana, 22-X-1890
Con el retraso acumulado, en 1897 el conjunto escultórico estaba terminado; pero no fue instalado en el cementerio navarro hasta 1901. La razón de esta moratoria radica en que se convirtió en un “mausoleo viajero”, por cuanto Mariano Benlliure, orgulloso de su obra, entendió que era una buena tarjeta de presentación de sus cualidades artísticas, por lo que obtuvo el permiso de la familia para exhibirlo en diferentes salones y exposiciones artísticas. Estuvo presente en la VI Exposición Bienal del Círculo de Bellas Artes, celebrada en 1898 en el Palacio de Cristal del Retiro en Madrid, donde recibió encendidos elogios: “Poema de mármol y bronce, cuyas bellezas de detalle no tienen número” (El Imparcial, 28-5-1898). Y en 1900 el mausoleo obtuvo la Medalla de Honor de Escultura en la Exposición Universal de París, celebrada en el Grand Palais, en lo que Violeta Montoliu, biógrafa del artista califica como “el triunfo total”. Tras este éxito, el mausoleo se trasladó a Madrid, donde la reina regente María Cristina mostró su interés de instalarlo en la Plaza de Isabel II, frente al Teatro Real; pero la familia del tenor insistió en trasladarlo a Roncal, adonde llegó en 1901.
La colocación del mausoleo de Gayarre en el cementerio de Roncal tuvo lugar a mediados de julio de 1901, según las escuetas noticias publicadas en El Pensamiento Navarro. Fue el propio Benlliure quien supervisó su instalación, pasando momentos de profunda nostalgia al desprenderse de su creación en el pueblo pirenaico, donde, a su entender, no iba a tener la trascendencia que merecía: “No puedes imaginarte la pena tan grande que me causa tener que encerrar en un valle tan completamente desierto una de mis obras más queridas, la que con mayor entusiasmo he realizado para inmortalizar a un ser querido tan excepcional como Gayarre…”, confesaba a su amigo el diputado liberal granadino Natalio Rivas en carta escrita en Pamplona el 22 de agosto de 1901.
La inauguración oficial del monumento tuvo lugar el 1 de octubre de 1901. Buena muestra del afecto que profesaba a Gayarre, y de la importancia concedida a su obra, lo constituye el hecho de que Mariano Benlliure se encargó personalmente durante décadas de la limpieza del mausoleo, labor que compartió con su discípulo Fructuoso Orduna y que acometió este último en solitario a la muerte de Benlliure en 1947. Tras el fallecimiento de Orduna en 1973, el conjunto inicia una fase de degradación que obliga a sucesivas restauraciones en 1989-90, 1996 (declarado Bien de Interés Cultural por el Gobierno de Navarra) y 2010.
Mausoleo de Julián Gayarre en el cementerio de Roncal
Centrando nuestro interés en su composición e iconografía, el mausoleo consta de dos cuerpos bien diferenciados. El inferior, realizado en mármol blanco de Carrara, descansa sobre una escalinata y simula un falso sarcófago profusamente decorado con niños cantores que portan filacterias con los nombres de las óperas más exitosas de Gayarre, guirnaldas y bucráneos.
Mausoleo de Julián Gayarre
En un lateral queda la bellísima figura de la Música que, rota por el dolor, se desploma sobre la escalinata y apoya la cabeza en el sarcófago ocultando su rostro. En el lado opuesto se descuelga hasta el suelo un telón de ópera que, simbólicamente, cae tras la última función, en cuya cenefa podemos leer los nombres de Donizetti y Rossini, cuyas composiciones interpretó el tenor roncalés.
Alegoría de la Música, que llora la muerte del tenor roncalés
La composición estática del cuerpo inferior contrasta con el mayor dinamismo que Benlliure imprime a la parte superior, fundida en latón, donde las figuras alegóricas de la Armonía y la Melodía izan en sus manos el figurado féretro del tenor, decorado con bajorrelieves de putti, grupos florales y motivos musicales, que acompañan a la inscripción: “Julián Gayarre 1890”. Sobre el sarcófago, el genio de la Fama se inclina apoyando la cabeza cerca del féretro, en un intento de seguir escuchando “la voz de ángel”, detalle psicológico de gran acierto por el hermoso sobrenombre con que se conoció a Gayarre. En la obra queda de manifiesto el dominio técnico del escultor, hábil intérprete de un lenguaje que conjuga clasicismo, escultura renacentista, romanticismo tardío y modernismo.
El mausoleo de Julián Gayarre supone el inicio de la escultura funeraria en la producción de Benlliure, partiendo de una doble premisa: primera, del total de veintiún monumentos funerarios contabilizados por V. Montoliu, el más temprano es el del tenor roncalés; segunda, es el único en el que no aparece efigiado el difunto (ya sea en relieve o en bulto redondo), pues su significado quedó confiado al simbolismo, como afirmaba el propio escultor: “es la única obra en la que no aparece el retrato, todo lo dicen las figuras”. El análisis de los monumentos funerarios de Práxedes Mateo Sagasta (Madrid, 1905), la vizcondesa de Termens (Cabra, Córdoba, 1914), el torero Joselito (Sevilla, 1925), Eduardo Dato (Madrid, 1928), Vicente Blasco Ibáñez (Valencia, 1935) y el tenor Francisco Viñas (Barcelona, 1943), nos permiten establecer algunos puntos de contacto con el mausoleo roncalés, caso de la combinación de materiales, la presencia decorativa de raigambre clasicista, el recurso al lenguaje simbólico, el tema infantil o la disposición recostada de los personajes. También puede ponerse en relación con monumentos funerarios de otros escultores de la época como Pedro Estany y Agustín Querol.
Anverso y reverso del billete de 500 pesetas emitido en 1951
Signifiquemos por último, a modo de curiosidad, que Mariano Benlliure elaboró otro “mausoleo” con destino a Navarra, si bien de identidad mucho menor. Nos referimos al monumento que le encargó la condesa de la Vega del Pozo, María Diega Desmaissières y Sevillano y López de Dicastillo (Madrid, 1852-Burdeos, 1916) para los jardines de su palacio en Dicastillo en memoria de su perrito Merlín, al que profesaba especial cariño. Fotografías antiguas muestran su ejecución en mármol blanco de Carrara sobre un basamento escalonado, adornado con bucráneos y motivos vegetales a los que se sumaban dos palomas en el frontón curvo del coronamiento; y no faltaba la presencia del can en un lateral que sobresalía a modo de antepecho.