"EN TORNO AL PATRIMONIO CULTURAL EN EL VALLE DE BAZTAN"
3 de junio de 2016
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De la tradición canteril al diseño arquitectónico: las iglesias del Renacimiento en Baztan
Dra. María Josefa Tarifa Castilla. Universidad de Zaragoza
La primera de las sesiones del ciclo de conferencias “En torno al Patrimonio Cultural en el Valle de Baztan”, que tuvo lugar en el Palacio Jauregia de Irurita, corrió a cargo de la doctora María Josefa Tarifa Castilla, profesora del departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, quien abordó el estudio de las iglesias del valle de Baztan que a lo largo del siglo XVI sufrieron reformas arquitectónicas de acuerdo al nuevo lenguaje renacentista. La ponente comenzó su intervención mostrando una panorámica general de las características definitorias de los edificios religiosos erigidos en Navarra a lo largo del siglo XVI, que por el uso de plantas lontigudinales de herencia medieval, como la cruz latina, o la utilización de bóvedas de crucería estrellada en las cubiertas, como reflejan la cabecera de la parroquial de Arraioz y la iglesia de San Martín de Berroeta, acometidas por Miguel de Oiz, o la nave de la Asunción de Amaiur, erigida por Juan Martínez de Leizagoyen a finales del Quinientos, acusaron un fuerte influjo de formas constructivas de tradición tardogótica hasta bien avanzado el Quinientos.
Por ello centró su atención en tres templos de Baztan, el de Ziga, Gartzain y Lekaroz, ya que presentan una característica que no poseen el resto de las parroquiales del valle, una singularidad que a su vez las hace partícipes de la asimilación de las formas propiamente renacentistas, como es el empleo de una pétrea concha avenerada que voltea el espacio de la cabecera, peculiaridad que tan sólo se da en otras pocas iglesias navarras, como es el caso de Narbarte, Oieregi, Labaien y Lerín.
Iglesia de San Lorenzo de Ziga
(Foto: M. J. Tarifa)
Una cubrición manierista que está en la línea de los abovedamientos que se acometieron paralelamente en los focos más vanguardistas de la península, como las cúpulas de la capilla mayor de la catedral de Granada y de la iglesia de San Salvador de Úbeda, proyectadas por Diego de Siloé, las bóvedas vaídas de la catedral de Jaén de Andrés de Vandelvira o del Hospital de la Sangre de Sevilla de Hernán Ruiz, o la venera que cubre la cabecera de la capilla mayor de la catedral de Sevilla, en la que trabajó Martín de Gainza, sistemas de cubiertas basadas en el empleo generatriz del arco de medio punto.
Abovedamientos que exigían por parte de los canteros que las ejecutaban un elevado conocimiento en estereotomía, es decir, la técnica necesaria en el corte de las piedras que permitan su aplicación en la construcción, como recoge el Libro de traças de cortes de piedras, obra de Andrés de Vandelvira, en una de cuyas hojas explica el modo de acometer la cubrición de concha avenerada, como la que voltea la cabecera de los tres referidos templos baztaneses.
Cubiertas que a su vez reflejan el conocimiento de la tratadística arquitectónica clásica que poseían los artistas que las proyectaron y su formación en el diseño, en los medios de expresión gráfica, ya que como expresaba Vitruvio "el verdadero arquitecto debía ser letrado en el dibuxo y traça, y que sea entendido en la geometria, y que no ignore la perspectiva, y que sea instructo, y enseñado en la arithmetica". De hecho, la capacidad del artista dedicado a la construcción para delinear trazas fue una de las características fundamentales por la que se diferenció a partir de los siglos XV y XVI al arquitecto del maestro de cantería y albañilería tradicional, como refiere Diego de Sagredo en sus Medidas del Romano(1526), al exponer que la arquitectura era un arte liberal, no mecánica y que el arquitecto era un hombre con ingenio, un intelectual que trazaba, frente a la consideración que se tenía hasta el momento del maestro de obras entendido como artesano que trabaja a pie de obra con un adiestramiento práctico.
Fachada de la Iglesia de San Lorenzo de Ziga
(Foto: M. J. Tarifa)
De la historia constructiva de la parroquial de Ziga, destacó dos importantes fases constructivas, la acometida en la segunda mitad del siglo XVI por los canteros Pedro y Martín de Oiz, y Martín y Juan de Urrutia, quedando el aspecto actual de la iglesia configurado en 1783 con la puesta en práctica del proyecto de Santos Ángel de Ochandátegui de añadirle una escalinata de acceso y un procesionario. Por su parte, de la fábrica parroquial de Gartzain se encargó inicialmente Miguel de Oiz, sobrino de Pedro de Oiz y, por tanto, miembro de este destacado linaje de canteros baztaneses, concluyéndola Juan de Garaicoechea y Oiz, maestro habituado a trabajar con este nuevo tipo de cubierta renacentista de venera gallonada, con la que también volteó la cabecera de la iglesia parroquial de Lerín. Finalmente, la iglesia de San Bartolomé de Lekaroz, se remodeló a partir de los años 70 del siglo XVI bajo la dirección del cantero Pedro de Oiz, con planta de cruz latina, si bien a la reforma de barroca del XVII corresponde la bóveda de cañón con lunetos que cubre la nave.
Iglesia de San Martín de Gartzain
(Foto: M. J. Tarifa)
En definitiva, conchas pétreas que son reflejo de la sustitución de las tradicionales bóvedas de crucería estrellada por nuevos abovedamientos de abolengo clásico, lo que fue posible gracias a la influencia en maestros canteros con conocimientos prácticos adquiridos a pie de obra, de arquitectos versados en la tratadística clásica y el diseño arquitectónico.
Iglesia de San Bartolomé de Lekaroz