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25 de mayo de 2016

El arte gótico en Navarra

Johan Lome y la escultura cortesana en tiempos de Carlos III y Blanca

Dra. Clara Fernández-Ladreda Aguadé
Universidad de Navarra

 

La mayoría de las realizaciones de Lome y su taller son sepulcros, entre los que destaca el de Carlos III el Noble y su esposa Leonor de Castilla, una de las cumbres de la escultura funeraria europea de la primera mitad del XV, iniciado a fines del 1413 y culminado a mediados de 1419. Aunque la dirección correspondió a Lome, contó con la colaboración de otros artífices procedentes de los Países Bajos Meridionales (Bélgica), del ducado de Borgoña y de diversos lugares de Francia.

Se trata de una tumba de cama sepulcral exenta que combina la piedra arenisca -pintada de verde con vetas blancas, imitando mármol- y el alabastro -enriquecido con toques de color y dorado, y con engastes de piedras semipreciosas actualmente perdidas-.

Su elemento más relevante son los yacentes. El del rey luce el atuendo ceremonial que llevó en su coronación -túnica, sobretúnica y manto tipo socq o soccus- y su cabeza se ha considerado tradicionalmente un retrato. El de la reina, en cambio, está vestido a la moda de la época -saya muy larga de escote de barco, sobrevesta ceñida al cuerpo marcando el busto provista de aberturas en los costados y enriquecida por una tira de orfebrería, y redecilla adornada asimismo con tiras de orfebrería- y su rostro parece idealizado. Ambos se tocan con corona. Sobre sus cabezas campean complejos doseles arquitectónicos -símbolo de la bóveda celeste- y sus pies descansan respectivamente sobre un león –símbolo del valor y la fortaleza- y un par de perros disputándose un hueso –alusión a la vida humana roída por el tiempo-. 

Completan el conjunto los plorantes, que componen el cortejo funerario, integrado por eclesiásticos –cardenales, obispos, canónigos y monjes- y laicos. Pueden agruparse por parejas, que no solo pertenecen a la misma categoría social y religiosa, sino que incluso presentan posturas o ademanes similares o complementarios. En algunos se ha querido ver retratos de personajes históricos, pero parece poco probable.
 

Sepulcro de Carlos III y Blanca Catedral de Pamplona Plorantes

Sepulcro de Carlos III y Blanca
Catedral de Pamplona
Plorantes

 

En su realización se combinaron dos fuentes de inspiración: la tumba de Carlos V rey de Francia y su esposa Juana de Borbon, obra de André Beauneveu y Jean de Liège, y la de Felipe el Atrevido, duque de Borgoña, cuyo diseño se debió básicamente a Claus Sluter, aunque intervinieron también Jean de Marville y Claus de Werve. 

El sepulcro regio despertará el afán de emulación de prelados y nobles, y provocará una eclosión de sepulturas monumentales, hasta entonces muy escasas en Navarra. Pero ninguna sigue la fórmula de la cama sepulcral exenta, sino que se adopta la más sencilla del arcosolio. Además se abandona el alabastro.

Curiosamente contamos con dos tumbas correspondientes a un mismo personaje, Sancho Sánchez de Oteiza. La primera se encuentra en la entonces colegiata de Tudela -hoy catedral- y fue comisionada cuando era deán de la misma, en tanto que la segunda se localiza en la seo pamplonesa y fue encargada tras su promoción a la sede episcopal en 1420.

Mientras el arcosolio tudelano es muy sencillo, el pamplonés resulta mucho más elaborado estando inspirado en la ventana de la Cámara Luenga del Palacio Viejo de Olite. En aquellas esculturas se reducen prácticamente al yacente y los dos diáconos que lo flanquean, en tanto que en éste los diáconos han sido sustituido por ángeles y además se ha incorporado el cortejo funerario, basado posiblemente en el del sepulcro de su antecesor, Miguel Sánchez de Asiáin. En ambos casos los yacentes ofrecen puntos de contacto con el de Carlos III, mientras que sus acompañantes –diáconos y ángeles- cuentan con referentes dentro de la escultura borgoñona de Sluter y Werve.
 

Tudela. Catedral Sepulcro de Sancho Sánchez de Oteiza. Detalle

Tudela. Catedral
Sepulcro de Sancho Sánchez de Oteiza. Detalle

 

Entre las sepulturas nobiliarias descuella la de Pere Arnaut de Garro y Juana de Beunza, en el claustro de la catedral de Pamplona, que existía para 1422, pues se cita en el testamento del caballero.

La tipología y el diseño son iguales a los de la tumba de don Sancho Sánchez de Oteiza en la catedral de Pamplona, pero se detectan diferencias, como la tracería mas avanzada y la presencia de pinturas murales. En cuanto a los yacentes, el de Pere Arnaut se asemeja al de Carlos III en la tipología de cabeza, pero la indumentaria es diferente, ya que aparece ataviado como corresponde a un caballero, con armadura y huca, luciendo además el collar hojas de castaño -emblema de la orden de caballería del Lebrel Blanco o de la Buena Fe, fundada por el monarca-, atuendo copiado en las restantes tumbas nobiliarias. La vestimenta de su esposa, a base de hopalanda y tocado de cuernos, es similar al de la estatua de la reina Blanca de Santa María de Olite. El conjunto se completa con un Calvario, varios santos y un Dios Padre, presuntamente derivados de esculturas borgoñonas coetáneas obra de Sluter y Werve.

Los restantes sepulcros nobiliarios –pertenecientes a san Francisco de Olite y Santo Domingo de Estella- siguen el modelo de los anteriores, pero simplificándolo y con menor calidad.

Cierran este apartado los relieves funerarios, representados por los de Enequo Pinel de San Pedro de Olite y Martín Cruzat de San Saturnino de Pamplona, tipología desconocida en Navarra hasta este momento, pero con larga tradición en Tournai la localidad natal de Lome, por lo que cabe suponer que fue una moda introducida por él.

Además de las tumbas Lome y su taller realizaron una serie de portadas patrocinadas por la monarquía, como acredita la presencia de sus escudos.

La más importante es la del transepto norte de la catedral de Pamplona -más conocida como de San José-, en cuyo tímpano campea una Coronación de la Virgen, inspirada posiblemente en la de la portada de Saint Jacques de Lieja -localidad cercana a Tournai-, asunto que habría que poner en relación con la coronación de la reina doña Blanca en 1429. Algo anterior, aunque de menor envergadura y calidad, sería la del convento de San Francisco de Olite, ejecutada cuando la soberana era aún infanta, en cuyo tímpano se ha representado el Calvario. Ligeramente diferente resulta la del claustro de la parroquial olitense de Santa María, documentada en 1432, pues carece de tímpano, por lo que la decoración se emplaza en las enjutas, donde se localizan sendas estatuas de la reina y de la Virgen, titular del templo.